Diente de León (Taraxacum officinale)
…Magas y curanderas: así habló MAGDALENA
«- Ese es tu hígado, tu potente, honesta y fiel víscera, escucha su voz grave:
«Yo soy el portero, ese que trata de impedir el paso del veneno, no sólo el que ingieres por la boca, sino también el que infecta tu espíritu: cada palabra mordaz me obliga a combatirla, cada ira contenida me carcome, los inesperados ataques del mundo vienen a golpearme, y yo hago lo que puedo para preservarte, solicitando tu atención con pequeños dolores…
Quiero para ti la inocencia, que como agua pura las palabras desciendan desde los oídos a tu alma, quiero que arranques de cuajo las raíces de la crítica para que tu sangre corra como un río limpio.
¡Dame la fuerza suficiente para impedir el paso a los demonios de la gula, de la envidia, de la decepción!
No te conviertas en mi enemigo, no me ataques con sustancias que no puedo asimilar, no sólo eres lo que comes sino que también comes lo que eres: si introduces en mi templo materias, pensamientos, sentimientos, deseos que te son ajenos, se convierten en toxinas».
Cuando Magdalena imitaba la voz del hígado, me parecía oír el ronroneo de una pantera negra. Sus repetidas y acariciantes manipulaciones me fueron haciendo sentir una víscera blanda, cálida, grande y plana como un lenguado, despidiendo ondas de fidelidad y energía comparables sólo a las de un perro. Me di cuenta de que mi cuerpo, atrapado entre los hielos del desamor de mis padres, recibía de él constantemente un licor regenerador, y eso lo fatigaba.
Por primera vez en mi vida tuve piedad de mi hígado.
Para permitirle descansar, pedí a Magdalena que me liberara del sufrimiento.
– Niño querido del alma, eso que me pides sólo puedes lograrlo entrando en tu corazón.
Segundo tras segundo, ese amigo que es pura devoción, como una divina noria, está haciendo circular la vida en ti…»
-Alejandro Jodorowsky (Fragmento de «El Maestro y Las Magas» )