Arte: Isabelle Arsenault

«Es más bien extraordinario ver que, desde que el hombre dio su primer paso, nadie se ha preguntado por qué camina, cómo camina, si alguna vez ha caminado, si podría caminar mejor, qué consigue al caminar… preguntas que están ligadas a todos los sistemas filosóficos, psicológicos, y políticos que preocupan al mundo. «
-Honoré De Balzac, Théorie de la démarche.

«Dónde comienza? Los músculos se tensan.
Una pierna,una columna, sostienen el cuerpo erguido entre la tierra y el cielo.
La otra, un péndulo que viene balanceándose de atrás. El talón toca el suelo.
Todo el peso del cuerpo se desplaza hacia adelante sobre el tercio anterior del pie.
El dedogordo se retira y, con un sutil equilibrio, el peso del cuerpo cambia otra vez.
Las piernas invierten sus posiciones.
Comienza con un paso, luego con otro paso y luego con otro, y todos ellos se suman como golpes de tambor siguiendo un ritmo, el ritmo del caminar.
La cosa más fácil pero también la más extraña del mundo, este andar que inmediatamente se acerca a la religión, la filosofía, el paisaje, las políticas urbanas, la anatomía, la alegría y la tristeza.

La historia del caminar es una historia no escrita, secreta, cuyos fragmentos pueden hallarse no sólo en miles de
párrafos poco destacados de algunos libros sino también en canciones, en calles o en las vivencias de cada cual.
La historia corporal del caminar es la historia de la evolución bípeda y de la anatomía humana.
La mayor parte del tiempo caminar es algo simplemente funcional, un medio de locomoción entre dos sitios que no tiene importancia alguna.


Hacer del caminar una investigación, un ritual, una meditación supone formar un subconjunto especial del caminar, fisiológicamente igual y filosóficamente distinto al modo en que el cartero reparte la correspondencia y el oficinista alcanza su tren, lo que equivale a decir que el tema del caminar tiene que ver, en cierto modo, con la manera
en que revestimos actos universales de significados particulares.
Como respirar o comer, caminar puede ser investido de significados culturales extremadamente diferentes,
desde lo erótico hasta lo espiritual, desde lo revolucionario hasta lo artístico.
Aquí comienza este relato para volverse parte de la historia de la imaginación y la cultura, de las diversas suertes de placer, libertad y sentido que persiguen en tiempos distintos los diferentes tipos de caminares y caminantes.
Porque la imaginación ha moldeado, y a su vez ha sido moldeada, por los espacios que atraviesa sobre dos
pies.


El caminar ha creado senderos, caminos, rutas comerciales; ha hecho surgir sentimientos de pertenencia a unaregión y a todo un continente; ha configurado ciudades, parques; ha generado mapas, guías, equipos y, todavía más, una vasta biblioteca de relatos y poemas sobre el caminar, sobre peregrinaciones, rutas de senderismo y montaña, callejeros y meriendas campestres veraniegas. Los paisajes, urbanos y rurales, originan relatos y los relatos nos llevan de vuelta a los lugares de esta historia.Esta historia del caminar es una historia amateur, tal y como caminar es un acto amateur.

Para usar una metáfora andante pertinente, el caminar supone adentrarse sin permiso en los campos más diversos –anatomía, antropología,arquitectura, jardinería, geografía, historia política y cultural, literatura, sexualidad, estudios religiosos– y, siguiendo su largo camino, no se detiene en ninguno de ellos, porque si un campo de conocimiento puede ser imaginado como un campo real –un terreno rectangular perfectamente limitado
y cultivado con muchísimo cuidado que produce una determinada cosecha–, por su ausencia de límites pensar sobre caminar se asemeja al caminar mismo.
Y, si bien la historia del caminar, siendo como es parte de todos estos campos y de la experiencia de cada uno, es prácticamente infinita, esta historia del caminar que estoy escribiendo no puede sino ser parcial, un camino idiosincrático, trazado por una caminante que vuelve sobre sus propios pasos y mira alrededor.


En lo que sigue, he tratado de trazar los caminos que llevaron a la mayor parte de mi país, Estados Unidos, hasta el momento presente, una historia compuesta principalmente por fuentes europeas, conjugadas y trastocadas por la escala enormemente diferente del espacio americano, por los siglos de adaptación y cambio vividos aquí y por las otras tradiciones que recientemente han coincidido en esos caminos, especialmente las tradiciones asiáticas.


La historia del caminar es la historia de todos y cualquier versión escrita puede aspirar solamente a señalar algunos de los caminos más trillados en las inmediaciones de su autor, lo que equivale a decir que los caminos que trazo no son los únicos caminos.

Un día de primavera me senté a escribir sobre caminar y tuve que parar, un escritorio no es lugar para pensar a lo
grande.

En una colina situada al norte del Golden Gate, salpicada de fortificaciones militares abandonadas, subí caminando un valle hasta alcanzar la cresta de un cerro para bajar después hacia el Pacífico.
Tras un invierno extraordinariamente lluvioso, la primavera había llegado y los cerros se habían teñido de ese verde exuberante y desenfrenado que olvido y re descubro año tras año.
Entre los brotes, asomaba hierba del año anterior, su dorado veraniego vuelto gris ceniciento por la lluvia, el color de la paleta más tenue de todo el año.


Henry David Thoreau, que caminó más enérgicamente que yo al otro lado del continente, escribió sobre aquellas tierras: «Unas vistas absolutamente nuevas provocan una gran felicidad y además cualquier tarde puedo alcanzarlas. Dos o tres horas de caminata me llevan a una tierra tan extraña como ninguna que jamás haya visto. Una mera granja vista por primera vez puede ser tan magnífica como los dominios del rey de Dahomey. Hay dehecho una suerte de armonía comprobable entre las potencialidades de un paisaje dentro de un radio de diez millas, o los límites de un paseo vespertino, y los setenta años de unavida humana. El paisaje nunca te será familiar»

Estos senderos y caminos unidos unos con otros forman un circuito de unos diez kilómetros que comencé a recorrer hace una década para deshacerme caminando de la angustia que me dominó durante un año complicado.

Regresé una y otra vez a esta ruta, tanto para darme un respiro de mi trabajo como también solo por caminar, porque, en una cultura orientada a la producción, se suele creer que pensar es no hacer nada y no es fácil no hacer nada.
Se puede lograr disfrazándolo como hacer algo y ese algo más parecido a hacer nada es el caminar.


Caminar en sí mismo es el acto voluntario más parecido a los ritmos involuntarios del cuerpo, a la respiración y al latido del corazón.

Caminar supone un sutil equilibrio entre trabajo y ocio, entre ser y hacer.
Se trata de una actividad corporal que no produce nada más que pensamientos, experiencias, llegadas.
Y después de tantos años de caminar para resolver otras cosas, pensé que tenía lógica volver a trabajar cerca de casa, a la manera y por las razones de Thoreau, para pensar sobre el caminar.Lo ideal sería caminar en un estado en el cual la mente, el cuerpo y el mundo están alineados, como si fueran tres personajes que por fin logran mantener una conversación, tres notas que de pronto alcanzan un acorde.

Caminar nos permite estar en nuestros cuerpos y en el mundo sin que ni uno ni otro nos apremie a nada.

Nos deja libres para pensar sin perdernos del todo en nuestros pensamientos.

No estaba segura de que fuera aún demasiado temprano o ya demasiado tarde para admirar las espectaculares flores de lupino de color púrpura que suelen crecer en estas colinas, pero las cardaminas crecían en el lado sombrío de la calle, avanzando hacia el sendero, y me recordaban las laderas de mi infancia que florecían todos los años con la abundancia característica de estas flores blancas.

Mariposas negras revoloteaban a mi alrededor, agitadas por la brisa y sus alas, evocando otra época de mi pasado.

Moverse a pie parece hacer más fácil viajar en el tiempo: la mente vaga entre planes, recuerdos y percepciones.El ritmo del caminar genera un tipo de ritmo del pensar y el paso a través de un paisaje resuena o estimula el paso a través de una serie de pensamientos.
Ello crea una curiosa consonancia entre el pasaje interno y el externo, sugiriendo que la mente es también una especie de paisaje y que caminar es un modo de atravesarlo.
En muchas ocasiones, un nuevo pensamiento parece un aspecto del paisaje que estaba siempre ahí,como si pensar fuera recorrer más que hacer.
Y, de ese modo, un aspecto de la historia del caminar es la historia del pensamiento que se hace concreto, porque los movimientos de la mente no pueden ser trazados, pero sí los de los pies.

Caminar también puede imaginarse como una actividad visual:cada caminata es un paseo lo suficientemente relajado como para mirar y pensar sobre las vistas, integrar lo nuevo en lo conocido.

Quizás este es el origen de la singular utilidad del caminar para los pensadores.

Las sorpresas, las liberaciones y los esclarecimientos propios de un viaje pueden alcanzarse tanto dando una vuelta a la manzana como alrededor del mundo, y caminar es viajar cerca y lejos a la vez.

O quizás el caminar debiera considerarse movimiento, no viaje, porque uno puede caminar en círculos o viajar alrededor del mundo inmovilizado en un asiento, y una determinada ansia viajera puede ser apaciguada solo con los actos del cuerpo mismo en movimiento, no con el movimiento del automóvil, el barco o el avión.

Es el movimiento junto a las vistas que se suceden lo que parece hacer que ocurran cosas en la mente, y esto es lo que vuelve el caminar ambiguo e infinitamente fértil: caminar es, a la vez, medio y fin, viaje y destino.»

– Rebecca Solnit , «Wanderlust , Una historia del caminar»  

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