
Arte: Elena Comte
TE DESCUBRO
«Se conocieron por primera vez en Francia, el 20 de Mayo de 1860 mientras Napoleón III era el presidente de la República y emperador. No hizo falta cruzar palabras, solo la mirada entre ambos bastó para un flechazo que sería eterno…
Llegaron a ver el último amanecer juntos a través de la ventana; no dejaban de entrelazar sus manos y mirándose cómo aquel primer encuentro donde se conocieron sin decir palabra alguna sonrieron y dejaron de respirar al mismo tiempo sellando un pacto de amor para siempre.
El sonido de la campiña francesa de fondo acompañaba sus últimos suspiros de amor; con una leve mueca sonriente Auguste balbuceaba- ¡Te espero al otro lado!- Odette , mientras tanto, no dejaba de acariciarlo mientras lo besaba tan suave y cariñosamente que se estremecía al hacerlo. Una vez Auguste cerró sus ojos, Odette volvió a darle otro beso, esta vez en los labios, para cerrar los ojos también y acompañar a su amado durante la eternidad…
TE REENCUENTRO
Durante la Xinhai Revolución en 1911, los manchúes se declaraban independientes de la dinastía Qing en la región de Mongolia Exterior.
Arslan era un joven aprendiz de herrero que perfilaba a ser unos de los mejores en el arte de la fabricación de sillas de montar destinadas a los jinetes guerreros del tunam –unidad social y militar compuesta por 10.000 hombres- y que luchaban al servicio del Hijo del Cielo ,el Buda Viviente Jebtsundamba Kutuktu VIII, conocido también como Bogd Khan.
Fue una mañana de Mayo que el aprendiz quedó totalmente hipnotizado con la belleza de Saran, hija de uno de estos guerreros del tunam. Ya era extraño que uno de aquellos hombres de guerra tuviera una hija, ya que solo vivían para el combate y lo que menos querían era una familia que los distrajera del arte de la guerra pero el caso de Saran era único, en una de las incursiones a Niislel Khüree, el guerrero llamado Suren recogió a una pequeña niña salvándola del incendio de su hogar para hacerse cargo de ella y ser su padre a pesar de la negativa y burla de sus demás camaradas de lucha.
Saran era hermosa como el cielo de Mongolia, con el tiempo fue haciéndose querer en el grupo de aquellos hombres de guerra los que a pesar de haberse opuesto al principio a su futuro padre Suren fueron adoptándola como sus propias hijas y a la cuál le tenían un profundo cariño y respeto; hasta el gran Bogd Khan no se atrevía a mirarla como una mujer a pesar de su reputación ya conocida.
A Suren se le ordenó hacer un reconocimiento por la región de Tannu Uriankhai ya que el Gran Khan debería pasar por allí tres días después, fue por ese motivo que mandó a reparar su silla de montar y para ello mandó a Saran –su bella hija- a lo del herrero para su reparación. Allí se cruzó con Arslan con quién sin emitir sonido alguno-por parte de ambos- se quedaron mirando por más de quince minutos, dentro de ellos la sensación de conocerse de antes era tan fuerte que ambos sonrieron al unísono; sin motivo alguno ambos dijeron lo mismo -¡Aquí estamos otra vez, en la campiña francesa…!
Saran y Arslan se abrazaron sin mediar palabra, no se hicieron preguntas como nos las haríamos cualquiera de nosotros y solo atinaron a besarse con esos besos de ¡Te extrañé! ¡Acá estoy! ¡Te esperaba…!
Tanto Suren como todos los hombres del tunam con el tiempo aceptaron a Arslan, no les quedó otro remedio al ver el amor que estos dos se profesaban y oficiaron de padrinos en la boda Mongola bendecida por el propio Hijo del Cielo. Saran y Arslan fueron felices viviendo una humilde vida llena de amor en una pequeña casa en las estepas del desierto de Gobi. Siempre añoraron extrañamente la campiña francesa y aunque la imagen de ese lugar volvía a ambos constantemente jamás indagaron el por qué les sucedía eso sino que lo tomaban como algo natural y que simplemente los unía…
Una mañana de otoño, Saran y Arslan decidieron no levantarse de la cama, el viento abrió la ventana del cuarto. Sin dejar de abrazarse ambos miraron recordando la campiña francesa que jamás habían conocido físicamente, admiraron el paisaje Mongol y aspiraron el olor de las estepas. ¡Te amo más allá de los tiempos por el hombre conocido, mi Suren; mi Suren…! –repitió- Ella lo tomó de las mejillas y lo llevo hacia su pecho cobijándolo de todo mal murmurando mientras acariciaba su pelo –¡Te amo Arslan y siempre será tuya! Él sonrió, cerró los ojos y murió… Saran lo abrazó más fuerte, besó su cabeza y lo acompañó al más allá…
PARA SIEMPRE
Pablo trabajaba en una farmacia, siempre quiso ser escritor, aunque atender en una farmacia no era lo suyo, ponía lo mejor de sí para que el trabajo saliera adelante y los clientes fueran lo mejor atendidos posible. Era muy querido por los habitúes del lugar y conocido por sus chistes manteniendo siempre una actitud seria.
Era un 20 de Mayo al mediodía, el negocio se encontraba casi vacío cuando por la puerta Pablo creyó estar soñando al ver a la chica más hermosa que jamás sus ojos hayan visto, ahora entendía la definición de cómo era un ángel y entendió aquellas historias del amor a primera vista. La rubia que pasaba el umbral del negocio era Marian , una estudiante de psicología amante de los libros y la cultura en general…
Marian era una chica de esas que poseen una energía palpable, de esas que no podés dejar de mirar y admirar seas del género que seas, el claro ejemplo de la frase – ¡Tiene ángel!- criada por una madre rigurosa, solo se dedicaba al estudio ¡No tengo tiempo para perder con estupideces como estar de novia! –decía…
Los nervios de Pablo al verla le jugaron una mala pasada logrando que dejara caer unos frascos que estaba acomodando en uno de los estantes, de inmediato Marian se puso roja como un tomate sabiendo que era ella la causa de tal torpeza. Solo se miraron, sonrieron y supieron de inmediato que sus destinos estaban sellados. Ella era para él y él para ella…
El futuro los encontró casados y felices; pasaron los momentos más duros tan unidos que ni siquiera el dolor pudo separarlos sino todo lo contrario, cada día se convertía en el día más esperado y cada segundo el más disfrutado cuando estaban juntos.
Ya retirados de la vida laboral compraron una casita en Tandil para vivir sus últimos años. Una tardecita de Mayo, cuando el sol los acariciaba en la cara, ambos miraban hacia el cielo disfrutando de la siesta en las sierras y sentados uno al lado del otro en las viejas reposeras Pablo tomó de la mano a su amada Marian –¿Por qué siempre pensé en los campos de Francia? –dijo- Marian dejando de mirar el cielo por un momento –replicó- ¿Y yo en las estepas de Mongolia? ¡Es verdad, es verdad! –dijo Pablo exaltado…
Pablo tomó la mano de Marian y aspiró profundo el aroma de Sierras Tandilenses y mientras lo hacía en su cabeza sonaban los nombres de Saran y Odette; sonrió entendiendo de inmediato el motivo, lo mismo ocurrió en el pensamiento de Marian al sonar en cabeza Auguste y Arslan . Solo atinaron a buscarse con la mirada y sin soltarse las manos se levantaron de las reposeras se acostaron en el césped y cerraron los ojos eternamente enamorados…»
-Elliot Bourdin
Delicioso como un chocolate caliente en una helada navidad madrileña
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Que cosa mas lindaaaaaaaaaaa!!!! (Y más si estás rodeada de la dulzura de tus nietos).
Te quiero!
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Gracias Ma. Cristina!
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