
«Más de cuarenta años pasaron hasta que un día por fin el destino o quién sabe qué les hizo un guiño…
Isabel era de una familia muy humilde del conurbano de Buenos Aires; de niña supo lo que era el hambre cuando su padre fue despedido de la fábrica en la que trabajaba. Su madre tuvo que salir de la casa en busca de sustento trabajando como empleada doméstica mientras su padre a fuerza de *changas trataba de obtener -algún manguito- para comer y seguir luchando.
Julián pertenecía a una familia bien, del norte de Santa FE. Los Rigori Olaechea eran dueños de muchas hectáreas destinadas a la plantación de soja, trigo y frutales además de manejar la más grande hacienda vacuna de la provincia.
Isabel se fue criando como pudo, muchas veces estaba sola en la casa y cuando otros niños de su misma edad salían a jugar a la calle, ella debía hacerse cargo de los quehaceres domésticos al regresar del colegio. Aunque esto pareciera una triste historia de pobreza, los Cáceres eran felices…
A diferencia de Isabel, Julián lo tenía todo; a sus dieciséis años cuando recibió de regalo un auto cero kilometro ya había conocido más de veinte países y hablaba tres idiomas. Fue alumno destacado de uno de los colegios más prestigiosos de su provincia además de ser uno de los mejores deportistas de Rugby, atletismo y tenis entre otros…
Tanto Isabel como Julián coincidieron en estudiar en la Universidad de Buenos Aires. Isabel estudiaba leyes y Julián Administración de Empresas.
Ambos proyectaban un futuro con tres hijos, ambos sostenían que la felicidad no era proveniente del dinero ni de los lujos que uno pudiera darse, sino del crecimiento personal, de la unión familiar y el esfuerzo por lograr metas a pesar de cualquier impedimento externo. Isabel lo sabía muy bien; Julián, no tanto…
Los dos compartían el gusto por las artes plásticas, el jazz, la ópera, el teatro y el cine francés. Odiaban la izquierda, pero no se consideraban de derecha; sin saberlo disfrutaban de los mismos escritores, Sábato, Borges, Cortázar, Hemingway, Agatha Christie, Chesterton, entre otros…
Coincidieron una vez en una clase de Sociales; Isabel como siempre llegaba con los minutos contados y a las corridas de su trabajo en una tienda de ropas en el centro. Julián, si bien ya intervenía en la contabilidad de la venta de ganado de la familia, tenía un horario adaptado a sus estudios por lo que siempre era el primero en llegar a la Facultad y acceder a los primeros lugares. Ese día Isabel de un portazo ingresó al aula por lo que todos miraron hacia ese lugar, entre ellos Julián quién de inmediato quedó flechado por aquel ángel. Se preguntó -¿Cómo no la vi antes…?
Ni bien el profesor finalizó la clase Julián buscó con la mirada a aquella belleza que lo había hipnotizado, pero ya era tarde; Isabel había salido a las corridas como siempre pensando en el último colectivo que entraba al barrio, si lo perdía no sabría como volver.
La muerte de su padre hizo que Isabel no pudiera asistir ese mes a las clases de Sociales por lo que Julián esperó en vano verla atravesar la puerta a los tumbos y aún así manteniendo su calidad de mágica…
Isabel y Julián terminaron sus estudios sin conocerse.
Isabel junto a una amiga de facultad puso un estudio de abogacía que llegó a transformarse en uno de los estudios con más renombre en Buenos Aires, mientras que Julián administró con gran eficacia los negocios de la familia llevándolos incluso a la exportación de carne y soja logrando ser una marca de prestigio internacional.
La familia Rigori Olaechea a la que pertenecía Julián entró en litigio con los Álvarez Thompson por unas tierras que estos últimos reclamaban como suyas aduciendo que antes de la campaña del desierto le pertenecía a dicha familia y por lo que deberían devolverles lo que por derecho les pertenecía. No había ningún documento legal ni histórico que pudiera confirmar tal afirmación por lo que los Rigori Olaechea acudieron al mejor bufete de abogados que era nada más y nada menos que el creado por Isabel y su socia…
Julián ya contaba con 45 años, si bien había pasado por varias relaciones jamás llegó a formar una verdadera pareja, como así tampoco olvidó a aquella que para él fue un ángel en sus tiempos de estudiante y a lo que una voz interior en ese momento le gritó- ¡es ella, es ella…!
Al estar a cargo de la administración y los negocios Julián era el que debería ir al estudio a hablar con la abogada a cargo que no era ni más ni menos que Isabel.
Isabel tenía 44 años, sus pocas relaciones fueron exactamente tres; una peor que la otra; los dos primeros la engañaron y el tercero era un maltratador. Igualmente seguía manteniendo sus ganas al igual que Julián de formar una familia con tres hijos y ser feliz más allá de todo y de todos…
Algo le decía a Isabel que ese día y esa reunión con Julián -a quién no conocía- debería presentarse con sus mejores atuendos, por lo que se tomó su tiempo para elegir lo que mejor le quedase; también eligió su mejor perfume; no exageró en el maquillaje y resaltó sus enormes ojos verdes. Julián por su lado también sintió que esa no sería una reunión aburrida más con abogados y sabiendo que la que vería sería una dama se vistió para agradar como si fuera una cita con aquel amor que alguna vez dejó escapar.
Había nervios de ambos lados, ansiedad y un toque de algo mágico en el ambiente, ninguno de los dos podía explicarse el por qué de esa sensación, pero ahí estaba, era casi palpable; se podía sentir en el ambiente. Felicidad y miedo a lo desconocido…
Isabel llegó temprano al estudio; pendiente del llamado de su secretaria miraba como nunca el teléfono esperando que sonara de una vez para oír que Julián había llegado.
La reunión era a las 16 hs. Miró de reojo el reloj de la pared del estudio; marcaba las 16:05, pasó media hora, una hora entera y hasta dos horas sin tener noticias del encuentro acordado…
En camino a la cita con su abogada y manejando su auto, Julián fue interceptado por dos sicarios enviados por la familia rival, estos se acercaron en una moto y efectuando catorce disparos mataron a Julián sin darle absolutamente ninguna chance.
Algunas horas después la noticia llegaba a oídos de Isabel que sin saber el por qué lloró desconsoladamente por horas y a solas…
Mas de cuarenta años pasaron hasta que un día por fin el destino o quién sabe qué les hizo un guiño pero que los malditos mortales indignos de reconocer el amor de dos almas destinadas a estar juntas le arrebataron el derecho de ser eternamente felices…»
-Elliot Bourdin
*CHANGA: COLOQUIAL•AMÉRICA DEL SUR
Trabajo ocasional, generalmente en tareas menores, que permite la subsistencia mientras se busca otro de carácter fijo.
EN UN SIGLO O EN DOS
Solo debo aprender
A continuar
Viendo aquel corazón
Que una vez me enseñó
Tantas cosas que hoy
Puedo ver
Casi en un instante
En un siglo o en dos
No se si comprendes
Que despierta en mi
Junto a tu soledad
Una inmensa emoción
Si alguien te vio partir
Si alguien vio tu dios
Fue tan solo en un instante
En un siglo o en dos
Cuantas son las cosas que probé
Son todas igual terminan después
Y se siempre al final
Despierto y esa sensación
Dicen este es un mundo de amor
Los ríos que se abrasan al sol
Porque estamos en un mundo de amor
Los dos
Y ahora seguir
Somos tu y yo
En esta noche amor
Quiero algo que ya nos dio
Y subo a mi cuarto
Para retro pensar
Casi todo en un instante
En un siglo o en dos
Cuantas son las cosas que probé
Son todas igual terminan después
Y se siempre al final
Despierto y esa sensación
Dicen este es un mundo de amor
Los ríos que se abrasan al sol
Porque estamos en un mundo de amor
Los dos
Estamos en un mundo de amor