.cartas a una amiga veneciana-3-Rilke

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(Lima bella)

He aquí una pequeña muestra de las cartas que Rilke le escribió varios años después a una admiradora suya.
Se trata de las cartas parisinas de Rilke a Magda Von Hattinberg, a quién el poeta llamó Benvenuta, escritas entre el 26 de enero y el 26 de febrero de 1914.
Rilke estaba sufriendo otra serie de intensas y persistentes depresiones, impresionado por la profunda decadencia que observaba a su alrededor. «Yo estaba gravemente herido antes de hacerme soldado», escribió.
Se sentía solo, escribía entonces los Poemas de la noche, que había empezado en 1913. Incluso pensó en dedicarse a la medicina rural y dejar de escribir.
Rilke y Benvenuta se encontraron por primera vez después de haberse escrito las cartas. Ella tocaba el piano para él, pero su amistad se deshizo como el humo.
«Paris, 9 de Febrero de 1914. 17 rue de campagne Premiére
   (…) Pero ya ves, mis libros son anteojos, mirando a través de ellos  se perciben mil cosas: el cielo, las nubes, objetos, apariciones, ¡qué se yo! Y todo se mantiene flotando en una osada y profunda sinceridad, y aparece más potente, singular y válido de lo que tiene por costumbre (…) Mira por el anteojo, allí hay un puntito pequeño y luminoso… ¿lo tienes? Es mi corazón, no es posible reconocerlo. ¡Ay, hermana! ¿Es una casa? ¿Es sólo un lugar claro y rígido en medio del pedregal centellando a ciegas por el feliz verdor de la naturaleza activa que lo rodea?…»
Esta otra misiva de Rilke nos permite descubrir cuán lejos nos hallamos de tener un alma, un corazón o una pluma como la del poeta:
«Domingo 15 de Febrero. Rilke a Benvenuta:
Querida hermana, tu alegría, tu confianza respecto a mí, tu sufrimiento… no sé cuál de todas estas cosas me resulta más pura, más comprensible al corazón. (…) Un verano en Venecia (voy a menudo a Venecia (…) )  residía yo en una maravillosa y pequeña vivienda llena de delicados objetos del Ottocento. Allí había un lastimero clavecín que nadie tocaba, la vivienda es un pequeño pied-á-terre permanente, propiedad de unos queridos amigos a quienes no pagaba.
Gastaba todo el dinero en rosas, siempre tenía muchas rosas en cubetas de plata y nunca dejaba que se acabaran, las mantenía como un fuego frío que arde en los sentidos; cuando ya nadie tenía rosas (y en los veranos venecianos escasean) yo sí tenía, era, como si no pudieran abandonarme.
Alma querida, entonces la Duse [conocida actriz de su época] venía a verme a menudo (…) en los últimos años, cuando algo llegaba a realizarse, sucedía con extraordinaria generosidad, de forma principesca (…), pero esto era sólo como el cojín de terciopelo que hay en el Museo de las Termas de Roma, (…) un hermoso y suave soporte para un sufrimiento aún desconocido e irrevocable. (…) en cada uno de nosotros había tal cúmulo de desdicha que si la amontonábamos nos encontrábamos a fin de cuentas en lo alto, como en una hoguera que se ha ido apiñando día y noche, en medio de un aire puro pero carente de vida, y a pesar de que nunca nos lo dijimos, ninguno de los dos era capaz de imaginarse un futuro, a lo sumo podía pensar sólo que sobre estos fundamentos resecados por la aflicción, Dios estaba encendiendo la llama perecedera que nos entrelazaría con él…»
Rainer Maria Rilke
Selección de Teodoro Gómez Cordero
Transcripción de Gabi

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