«Si algún párrafo hace brotar tus
lágrimas, llora como lloramos
en la cárcel, donde día y noche
están reservados para el llanto.»
Oscar Wilde
Virginia Woolf
Virginia Woolf era todavía una niña cuando Rainer María Rilke escribías las cartas a una amiga veneciana. Vivía en una isla verde que flota en Europa, en ese otro planeta que no quiere saber nada de éste. Del castillo alemán a la casa de campo, rodeada de dulces ovejas.
Es lo que nos encontramos aquí, una habitación inglesa, con la peculiar chimenea de la escritora, adornada con cerámicas azules, el suelo entarimado, las paredes empapeladas, muchos cuadros, sillones, las ventanas casi cubiertas por las enredaderas y una luz difusa pero acogedora.
Se han conservado unas cuatro mil cartas de Virginia Woolf.
Las más tristes escritas hacia el final de su vida, abatida por la enfermedad y la muerte de sus amigos.
Virginia sabía muy bien que sus cartas acabarían siendo publicadas, pero quiso esperar a haber desaparecido de este mundo para que las publicaran otros, y no tener que sufrir la verguenza de ver su intimidad desvelada.
Virginia era una mujer social, y no hay duda de que debía ser una conversador exquisita, pero también era propensa a las depresiones, y necesitaba de la soledad para encontrar la calma necesaria para escribir. Por el número de cartas que dejó en herencia, no hay duda de que se relacionó preferentemente por carta con sus amistades.
En 1912, Virginia aceptó casarse con Leonard Woolf y en 1915 se trasladaron a Hogarth House. Leonard también escribía, e ideó una manera de ayudar a Virginia creando su propia editorial con una pequeña imprenta, la Hogart Press. Tuvieron éxito. Virginia publicó su primera novela, Viaje al extranjero, en ese año, y empezó a colaborar como crítica literaria en «The Time Literaty Supplement».
En 1931, después de publicar Al faro y Las olas, ya era considerada, junto a Joyce, como una de las figuras más importantes de las letras inglesas.
Amigos literarios.-
La carrera literaria de Virginia Woolf le permitió conocer a muchos escritores y artistas con los que se carteaba frecuentemente.
En su vida entraron personajes como T.S. Elliot (que por su modestia llegó a definirse a sí mismo como «el príncipe de los fastidios», cuando escribía una carta), Katherine Mansfield, John Middleton, y la aristócrata Lady Ottoline Morrell, cuya carta de presentación era la amistad con D.H. Lawrence y Aldous Huxley. Otros personajes, más cercanos a la escritora, fueron Dora Carrington, Clive Bell, Maynard Keynes, E.M. Forster («fláccido y acuoso, y más manso que el aliento de una vaca», según Virginia), Lytton Strachey y otros que se fueron añadiendo. Sus objetivos eran el goce estético y una visión de la vida muy particular que les permitió mantenerse unidos durante cerca de veinte años.
En febrero de 1925, Virginia estaba en cama atacada por la gripe. Tenía 43 años. En sus cartas tendía a mezclar las bromas con la melancolía, y esa especie de decepción o de desesperación que parece abatir a todas las mujeres inteligentes hasta que deciden consagrarse a una misión -sea un hombre, la pintura o la escritura- de cuya realización depende su felicidad. La noche anterior se había celebrado una de las famosas parties -tan típicas entre la alta sociedad londinense- a las que solían asistir algunos intelectuales. Virginia no pudo participar en esta ocasión, pero se imaginó las actitudes de todos los presentes en una carta enviada a Jacques Raverat, pintor francés que se casó con una amiga íntima suya. La carta no es demasiado triste, pero nos sitúa junto a Virginia, que podría estar sentada aquí -envuelta por el humo de los cigarrillos- pensando en sus amigos o en los próximos libros a escribir. Sólo en las dos primeras líneas hace referencia a su marido, Leonard:
«Mi querido Jacques:
Caí fulminada en cama el mismo día en que te escribí y aún estoy en cama.
(…) … a veces me hubiera gustado casarme con un cazador de zorros, en parte, por el deseo de compartir algo en la vida, cosa que nos es negada a los escritores. (…) Lytton gravitó toda la noche en torno a 40 jóvenes y se le oyó zumbar y susurrar mientras iba de flor en flor. Vanessa, no vestida para la ocasión, se sentó imponentemente en un sofá a hablar con un escultor llamado Tmolin y con nadie más; ella está al margen de todo y no hace el más mínimo intento por reconciliarse con la sociedad, y a mí no deja de chocarme su perfecta indiferencia hacia mis amores flotantes y mis celos, pero en una vida como esa, tan llena como los cajones de una cómoda, Duncan, hijos, pintura, Roger… (…) ¿No resulta un poco extraño que todas las parties de Bloombsbury ostenten siempre la misma composición? 40 jóvenes -todos de Oxford también- y tres chicas, admitidasbajo condición de ir exquisitamente vestidas, o ser amantes de algún hombre…»
Jacques Raverat murió el 5 de marzo de 1925. La muerte de sus amigos ya no era ninguna sorpresa para Virginia, que poco a poco fué perdiendo la esperanza.
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Virginia y su marido se trasladaron al campo. En la primavera de 1941, la salud de Virginia empeoró hasta el punto de que no quiso convertirse en una carga para su marido Leonard, y el 28 de marzo de 1941 se arrojó al río Ouse, donde murió ahogada. Pero antes escribió tres cartas. La última, era para su marido:
«Amadísimo:
Quiero decirte que me has dado la más completa felicidad.
Nadie podría haber hecho más de lo que tú has hecho. Por favor, créeme.
Pero sé que nunca superaré esto, y estoy malgastando tu vida. Es una locura. Nada que diga nadie podrá disuadirme. Trabajarás y estarás mucho mejor sin mí. Ya ves, ni siquiera esto puedo ya escribir, lo que demuestra que estoy en lo cierto. Lo único que quiero decir es que hasta llegar esta enfermedad, fuimos perfectamente felices. Y todo debido a tí. Nadie podría haber sido tan bueno como tú lo has sido, desde el primer día hasta ahora. todos lo saben…»
Virginia Woolf
Selección de Teodoro Gómez Cordero
Transcripción de Gabi
Transcripción de Gabi


En una ocasión llegó completamente mojada a su casa, luego de tirarse al río y comprobar que no se ahogaba tan facilmente. Lo consiguió llenando de piedras sus bolsillos. Drama incluso en su muerte.
Que pasa con estos escritores que no pueden contra la vida ? les llaman los poetas-escritores suicidas. http://algundiaenalgunaparte.wordpress.com/2009/08/04/el-club-de-los-poetas-suicidas/
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No viste «Las Horas»? Son historias cruzadas de tres mujeres, una de ellas encarna a Virginia Woolf en 1923, mientras escribía Mrs. Dalloway.
Dentro de la misma linea estuvo Alfonsina Storni y otras.
Genialidad, codeándose con la locura.
Vivir al borde. Finales tristes. =(
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