.cartas a un corazón latino-2-José Lezama Lima

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 «Hay días en que una palabra, una conversación, tienen un despertar mágico
y es entonces cuando precisamos la enormidad de una ausencia.
La soledad se hace física y metafísica, cobra perfil de cuchillo
y nos colgamos el día entero de un clavo inexistente,
dos líneas cruzadas incesantemente que hacen un punto…»
José Lezama Lima
José Lezama Lima
La literatura de Lezama Lima es muy especial, y nos lleva por caminos inesperados, que abandonan las planicies de la lengua corriente y entran en paisajes quebrantados de abismos barrocos y palabras no encontradas.
José María Andrés Fernando Lezama Lima nació en 1910, en La Habana, Cuba. Su padre, José María Lezama, era ingeniero y arquitecto, coronel del ejército, y su madre, Rosa Lima, una refinada criolla. Pasó toda su infancia en campamentos militares. Estudió en un colegio de monjas católicas junto con su hermana Rosita, que era un año mayor que él. En su novela Paradiso se relatan muchos de sus momentos de su vida en familia. su hermana Rosa aparece como la tímida Violeta. La muerte de su padre a los 33 años aparece en uno de los capítulos. Lezama tenía nueve años. La familia se instaó entonces en casa de la abuela, en La Habana.
Con diez años leyó El Quijote, y ya se sabía de memoria los discursos de José Martí. Jugaba al ajedrez, a veces a la pelota, leia mucho y utilizaba su gran memoria, pero dormia mal a causa de los constantes ataques de asma. La familia vivia de la pensión de la madre. A pesar de la pobreza estudió Derecho y en 1936 conoció a Juan Ramón Jiménez que estaba de visita en La Habana. Siendo ya abogado, consiguió el puesto de Secretario del  Consejo de Defensa Social en el Penal de La Habana, donde vivió terribles insurrecciones. Pero la crueldad de esta realidad no le interesaba para sus libros.
En los años que siguen intervino en la edición de varias revistas y también publicó varios libros de poesía pero es en 1949 que aparecen los primeros capítulos de Paradiso en la revista Origenes.
Con la llegada de Fidel Castro y la Revolución, fué nombrado Director del Departamento de Literatura y Publicaciones del Consejo Nacional de Cultura, pero nunca quiso inmiscuirse en asuntos de política y eso le provocó ciertos problemas. Finalmente, acabó trabajando en la Biblioteca de la Sociedad Económica de Amigos del Pais, empleo que le permitía dedicar tiempo a su libro.
En 1964 murió su madre, lo que le provocó una profunda depresión. Ese mismo año se casó con su secretaria, María Luisa Bautista, tal como su madre le había aconsejado. Pero como en muchos artistas, en las letras estaba su salvación. En 1965 publicó su Antología de la Poesía Cubana, y en 1966 apareció por fin su obra cumbre, Paradiso, su única y monumental novela en la que llevaba trabajando veinte años. En ella habitan todos los fantasmas de sus recuerdos, de su familia, de las cosas que se hablaban en su casa: «…esta obra, como pueden verlo fácilmente quienes la han leído, no es un disfrute de cosas adquiridas, sino un rito, una aventura. Presenta un aspecto sagrado de la aventura total del hombre. (de su obra Recopilación).
Le quedaban diez años para disfrutar del éxito, hacer recopilaciones, publicar su poesía completa y dejar inacabada Oppiano Licario, la continuación de Paradiso. En 1976, murió con 66 años de una insuficiencia cardíaca provocada por el asma.
La soledad es el tema esencial de su tristeza. Siempre habla de ella en las cartas a sus amigos y a sus hermanas:
«Septiembre,1961
Buena Eloy:
Siempre te he sentido comprensiva de todo el laberinto humano, y por eso disculparás los tonos a veces sombríos de mis cartas. Letras bailonas sería tontería dibujarlas, y aunque también te sé triste, no puedo mitigar, sino consolar llevando también mi amargura. Al punto que nuestra familia ha llegado a su total dispersión, sólo cabe llenar y buscar consuelo en las lágrimas.
(…) Una casa ocupada por una familia ha sido talada y aventada. Si morirnos es separarnos de todo lo nuestro, la separación de todos los nuestros es también morirse. Ahora comprendo, al final todo se aclara, porque hace tanto tiempo que decía que vivo en la dimensión egipcia: como viviente soy un muerto, pero como muerto soy un fantasma que golpeo. Ahora soy un fantasma que paso algodonoso, golpeándome mis entrañas deshechas. Soy un fantasma que ni paso, miro la puerta…»
(…)
«Yo vivo con más soledad de la que he vivido en toda mi vida.
Soledad y más soledad. Una sola alegría secreta me decide, no he procurado dolor, nadie ha sufrido por mí.
Toda mi vida he tenido una suprema delicadeza, la cantidad de dolor que me fué asignada por el destino, la he masticado en la sucesión de mis días.
Pero mi más doloroso dolor es pensar que pueda llevarle tristeza a los demás.
Sé que mi madre no ha sufrido por mí, he procurado siempre mitigar su angustia, acompañarla, saborear los ratos agradables que me proporciona con su ternura y su ingenuidad deliciosas…»
Junio, 1963
Al poeta Carlos M. Luis:
   «¡Qué resbalar frío de días! ¡Qué góndola de punta fría entre hielos! Nada de nada, y de usted, querido amigo, apenas noticias, traídas por otros las más de las veces.
   (…) Jamás pensé que un ser pudiera llegar a tales extremos ecuacionales: pared de cal, soledad, inmovilidad y cien veces soledad. Así todos los días. El curso solar y el de las estaciones se ha borrado, para formar la masa de una noche interminable, fría, grosera.
   (…) Nuestra circunstancia va siendo ya una finalidad sin fin (…) El tiempo no cuenta, es una moneda sin circulación en el trópico. (…) El tiempo, entre nosotros, no se desliza, crece como los vegetales. En el agua, un caimán viejo parece un tronco de árbol. Y toda corteza de un árbol es un calendario frente al cual bosteza el cubano…»
Extraer los fragmentos que hablan únicamente de la soledad puede ser muy triste. Probablemente estos fragmentos haya muchos que no los entiendan, ocupados en otras preocupaciones que nada tienen que ver con las que arrastraban a Lezama Lima a su infierno particular. Aquí hay unas frases que no podríamos borrarnos fácilmente de la cabeza si no fueran tan difíciles. 
Hablan de los sueños y de la soledad, y nos recuerdan a la Divina Comedia:
A Julián Osborn, 1968
   «Quién vive para la imagen tiene que sufrir y perecer dentro de ella. En el Dante, el sueño es el paso previo para la llegada de la pantera, monstruo nocturno que separa el lo fuí del seré.
Pero yo siento que mientras las dos corrientes fluyen indistintas en el hombre, está en la luz.
Su recuerdo es su devenir, su memoria, el paraíso.
Pues recordando el Libro, ya nosotros conocemos la mitad sin espejo y la otra mitad, felizmente, es un enigma.
No morí, ni permanecí vivo, dice el Dante.
Él habla de escaleras, el vello del diablo es también una escalera. Pero hoy las escaleras se han trocado en imágenes y tenemos que ir saltando…»
Enero, 1966.
Rosita de mi alma:
   «La vida de todos nosotros, los que se fueron y los que se quedaron, es en extremo trágica.
A veces me siento como un perro que necesita un poco de amor.
Yo tengo la tierra, ustedes la familia, a los dos nos falta la mitad, que nos hace seres incompletos y tristes.
En nuestro país casi nunca sucedía nada, pero desgraciadamente cuando sucede es algo aplastante, que rebasa las posibilidades de enmienda, como antes rebasó las mismas posibilidades en el hecho de su surgimiento.
Pero yo vivo en la eternidad, en lo que queda al pasar por el espejo.
Precisamente lo que no tengo es lo que poseo, el latido de la ausencia.
Tú y Eloísa son madres que viven una al lado de la otra, y además son hermanas, y además se quieren, pero yo me he quedado como un perro apaleado, solo y lastimado por todas partes…»
José Lezama Lima
Selección de Teodoro Gómez Cordero
Transcripción de Gabi

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