“Mirar las estrellas siempre me hace soñar,
como sueño al contemplar los puntitos negros que representan a pueblos
y ciudades en un mapa.
¿Por qué –me pregunto– los puntos brillantes del firmamento no son tan accesibles
como los puntitos negros del mapa de Francia?”
Van Gogh
-La noche estrellada-
«(…) Mi propósito en la vida
es hacer pinturas y dibujos,
tantos como sea capaz de hacer y,
en mis últimos días,
espero mirar hacia atrás con amor
y cariñoso arrepentimiento y pensar:
¡Las pinturas que habría podido hacer!…»
Vincent Van Gogh
Noche estrellada sobre el Ródano
Vincent Van Gogh
Paisaje Mediterráneo.
Cielo azul. Cipreses y matas de romero, rodeados de caléndulas y margaritas.
Un pueblo de tejados rojos y paredes grises de la Provenza francesa.
La locura transformó a Van Gogh en una persona que alternaba épocas de gran optimismo con los peores declives. En la actualidad, es muy probable que se le hubiera considerado un enfermo maníaco-depresivo, capaz de trabajar incansablemente en la fase maníaca, enardecido por los paisajes, por el color, por la vida, hasta que la gran depresión se lo llevaba, y se lo llevó, todo por delante.
En los últimos meses de la vida del pintor, su hermano Theo logró vender por primera vez uno de sus cuadros (Viña Roja) por una pequeña cantidad de dinero. Van Gogh, enardecido por una actividad que le salvaba de la locura, sólo necesitaba dinero para comprar pinturas, y cuando no podía más, vendía los cuadros como telas para repintar.
Todos estamos mirando los cuadros que nos envuelven, la energía transformada en colores, pero aquí las verdaderas obras de arte son sus cartas, y en las reproducciones -escritas en francés- hay dibujos que le enviaba a su hermano, simples trazos inequívocamente suyos entre las líneas de letra irregular que invaden los dibujos de lo que luego serían sus cuadros. A veces, los dibujos están separados por líneas rectas, formando un apresurado marco; entonces las líneas se adaptan, se tuercen, evitando entrar en los caminos, en las montañas, en el heno, en los atormentados árboles cuyas ramas secas oscilan sobre figuras humanas llenas de dolor. Indudablemente, el dolor está en su mente.
Las cartas de Van Gogh son brutales y expresionistas, como sus cuadros. Normalmente, explica a su hermano los colores y los cuadros que quiere pintar, las cosas que descubre:
Wasmes, abril, 1879
«No hace mucho he hecho una excusión muy interesante, he pasado seis horas en una mina.
(…) Los obreros de esta mina suelen ser personas demasiado demacradas y pálidas de fiebre, tienen el aspecto fatigado y gastado, ajado y viejo antes de tiempo, las mujeres en general están descoloridas y mustias. Alrededor de la mina están las viviendas miserables de los mineros, con algunos árboles muertos y completamente ahumados, hileras de arbustos, montones de basura y de cenizas, montañas de carbón inutilizable, etc.»
Junto a esta carta hay una pintura de Van Gogh titulada Los comedores de patatas, un cuadro oscuro, melancólico, de una familia pobremente vestida es una pobre habitación comiendo unas pobres patatas, mientras una de las mujeres, igualmente sentada y cubierta por una cofia, llena unas tazas de un pobre café bajo la pobre luz de un quinqué. Van Gogh lo pintó en su primera época, cuando la fiebre creadora le llevó a reflejar el triste mundo que lo rodeaba.
Van Gogh nació en 1853 en Holanda. Por aquel entonces Pissarro tenía veintitrés años, Monet, trece años, y Renoir, doce. En 1872 le envió la primera carta a su hermano.
Van Gogh vivía como un vagabundo. Perdió la fé y comenzó a dibujar. Pero no era un hombre abatido; se sentía imbuído de un gran amor por la pintura y el arte en general, tal como escribe en esta carta:
«El arte es el hombre agregado a la naturaleza; la naturaleza, la realidad, la verdad, con un significado, con una concepción, con un carácter, que el artista hace resaltar y a los cuales da expresión, que ¨redime¨, que desenreda, libera, ilumina… un cuadro de Mauve o de Mauris o de Israels dice más y habla más claramente que la propia naturaleza. (Wasmes, junio de 1879)…»
Por esa época, su hermano Theo empezó a ayudarle. Se instaló en Bruselas. En 1881 nació Picasso. Van Gogh tenía 28 años y seguía dibujando con gran intensidad. La pintura le liberó de la desesperación, por eso el arte, los cuadros, eran su tema principal de conversación.
Con Van Gogh tenemos la impresión de que nos acostamos pensando en colores y las impresiones que nos hemos perdido con la puesta de sol, y nos levantamos ansiosos, antes de que amanezca, esperando captar esos tonos preciosistas que apenas durarán unos minutos hasta que la luz solar pierda su temprana calidez.
En julio de 1880 escribe desde Borinage, en Bélgica, donde ejercía de misionero:
«(…) Soy un hombre de pasiones, capaz de hacer cosas más o menos insensatas, de lo cual me arrepiento a medias. Me ocurre a menudo que hablo u obro con demasiada precipitación cuando sería mejor obrar con más paciencia.
(…) Ahora, ¿qué hay que hacer, debo considerarme como un hombre peligroso e incapaz de cualquier cosa? No lo creo. Pero se trata de sacar por todos los medios un buen partido de estas pasiones. Por ejemplo, para mencionar una pasión entre otras, tengo una pasión más o menos irresistible por los libros (…) Cuando estaba en un ambiente de cuadros y de cosas de arte, tú sabes bien que sentía entonces por ese ambiente una violenta pasión que iba hasta el entusiasmo…»
Van Gogh era un gran lector. Su hermano le enviaba las novedades en francés «que devoraba con pasión» y leía también a Shakespeare, y sobre todo libros de arte.
Hay otros fragmentos que nos ayudan a conocer el personaje:
«…sabes bien que a menudo he descuidado mi aseo, lo admito, y admito que esto sea desagradable. Pero he aquí que la molestia y la miseria existen para algo y además son un buen medio para asegurarse la soledad necesaria, para poder profundizar más o menos tal o cual estudio que nos preocupa.
(…) Es verdad que a menudo he ganado mi pedazo de pan, a menudo algún amigo me lo ha dado por lástima, he vivido como he podido, lo mismo bien que mal, como se presentaba; es verdad que he perdido la confianza de algunos y es verdad que mis asuntos pecuniarios se encuentran en un triste estado; es verdad que el porvenir es bastante sombrío, es verdad que habría podido hacerlo todo mejor; es verdad que nada más que para ganarme el sustento he perdido tiempo; es verdad que mis estudios siguen en un estado bastante triste y desesperante y que es más lo que me falta, infinitamente más, que lo que tengo. Pero, ¿a eso le llamáis descender, a eso le llamáis no hacer nada?…»
En 1882,Van Gogh tiene una relación con una muchacha que recoge en la calle, Sien, enferma y embarazada. Vemos una copia de un dibujo de esa época llamado Tristeza, en el que una mujer desnuda de cierta edad parece llorar con la cabeza entre los brazos, apoyados éstos sobre las rodillas. En 1883 vuelve a la pintura. Busca el campo, las regiones salvajes. En 1884, encapaz de llevarse bien con su familia, se instala en la casa del sacristán de la iglesia católica y se dedica a la pintura en cuerpo y alma; se gasta todo el dinero en pinturas, marcos y pinceles:
«…Durante estos cuatro días he vivido principalmente de 23 cafés y con el pan que todavía tengo que pagar. No es culpa tuya, sino mía. Porque he estado desesperado por ver mis cuadros en los marcos y he pedido demasiado para mi presupuesto, ya que el mes de alquiler y la criada también había que pagarlos…»
En 1886 se instala en París y su concepción del arte empieza a cambiar…En esa época prueba de todo, pinta junto a los impresionistas en el Sena, ensaya el puntillismo y el estilo japonés.
En 1888, Van Gogh se marchó a Arlés y se enamoró perdidamente del sol y la luz mediterráneos.
Desde el país del sol, los olivos, los viñedos y los cipreses de los cementerios, el pintor no se cansa de escribir sobre los detalles de sus cuadros:
«…He comprado expresamente un espejo bastante bueno para poder trabajar mi propia cara a falta de modelo, porque si llego a pintar la coloración de mi propia cabeza, lo que no deja de presentar alguna dificultad, podré muy bien pintar las cabezas de otros buenos hombres y buenas mujeres…»
Van Gogh consiguió que su gran amigo, el pintor Gauguín, viniera a pasar una temporada con él a Arlés, pero desgraciadamente Gauguín y an Gogh no se entendían, tenían opiniones diferentes sobre el color, la pintura, el cielo, los encuadres. El genio de ambos era demasiado fuerte, y teniendo en cuenta los problemas de nuestro amigo, era de esperar que fuera él quien perdiera la cabeza. El 25 de diciembre, Van Gogh se abalanzó sobre Gauguín con una navaja, pero, incapaz de enfrentarse a él, corrió hacia su casa y, completamente desesperado, arremetió contra sí mismo y se cortó una oreja. A continuación, fué internado.
Las cartas que siguen están escritas desde el sanatorio:
9 de enero de 1889
«Mi querido Theo:
Físicamente estoy bien; la herida se cierra muy bien y la gran pérdida de sangre se equilibra, ya que como y digiero a satisfacción. Lo más temible sería el insomnio, y el médico no me ha hablado ni yo tampoco a él, todavía. Pero yo mismo lo combato.
Combato este insomnio con una dosis muy fuerte de alcanfor en mi almohada y el colchón; y si alguna vez no durmieras, te lo recomiendo. Temía mucho dormir solo en casa y he tenido miedo de no poder dormir. El sufrimiento en el hospital ha sido atroz y sin embargo, aún en los estados de mayor desvanecimiento, puedo decirte con seguridad que seguido pensando en Degas…»
En abril de 1889 está casi rendido. La desgracia parece cebarse en él:
«…Cuánta razón tenía Delacroix, que se alimentaba sólo de pan y vino y que logró encontrar una manera de vivir en armonía con su profesión. Pero siempre queda la fatal cuestión del dinero. Delacroix tenía rentas…
(…) El agua de una inundación ha subido hasta pocos pasos de la casa; era normal que la casa, que se había quedado sin fuego en mi ausencia, a mi regreso rezumase agua y salitre por las paredes.
(…) es algo ya definitivo; y mi impulso por fundar algo muy simple pero duradero me había ilusionado tanto. Ha sido luchar contra fuerzas mayores; o más bien ha sido debilidad de carácter por mi parte, porque me quedan remordimientos grandes, difíciles de definir. Yo creo que esto ha sido la causa de que haya gritado tanto en las crisis; que yo quería defenderme y ya no podía más…»
En mayo, Van Gogh sigue entusiasmado con Delacroix y busca en la religión una salida que no encuentra. Pinta La piedad, basada en una obra del propio Delacroix. El 2 de mayo está tan desesperado que, con 35 años, quiere enrolarse en la legión extranjera, y escribe:
«Me gustaría alistarme, pero me da miedo (como en la ciudad ya conocen todos el accidente) que aquí me rechacen; lo que temo entonces, o más bien lo que me vuelve tímido, es la posibilidad, la probabilidad aquí, de una negativa. Si yo tuviera alguna certidumbre de que podría alistarme por cinco años en la legión, iría.
Pero sucede que no quiero que esto sea considerado un nuevo acto de locura de mi parte (…) Si te hablo de engancharme por cinco años, no vayas a pensar que hago esto con idea de sacrificarme o de hacer el bien.
Yo estoy «atravesado» en la vida y mi estado mental no sólo es sino que ha sido también abstracto, de manera que cualquier cosa que se haga por mí, no puedo pensar en equilibrar mi vida. Cuando debo seguir una regla, como aquí en el hospicio, me siento tranquilo. Y en el servicio pasaría más o menos lo mismo.
(…) Pero el dinero que cuesta la pintura… es algo que me aplasta bajo una sensación de deuda y de cobardía; y convendría que cesara tan pronto como fuera posible…»
La última carta es del 3 de mayo:
«(…) Me arrepiento a veces de no haber guardado simplemente la paleta holandesa de los tonos grises y de haber esbozado sin insistir los paisajes en Montmartre. También pienso comenzar a dibujar con la pluma de caña, lo que, como las vistas de Montmajour del año pasado, es menos caro y me distrae igual.
(…) El alcohol y el tabaco tienen, en fin, esto de bueno o de malo -es un poco relativo esto- que son antiafrodisíacos
(…) Porque la virtud y la sobriedad, mucho me temo, me arrastarían a esos parajes donde por lo general acabo perdiendo en seguida la brújula y donde esta vez debo tratar de sentir menos pasión y más bondad.
Lo posible pasional significa poco para mí; en tanto que sin embargo queda, me atrevo a creer, la potencia de sentirse ligado a los otros seres humanos con los cuales hay que vivir.
(…) Es preciso que decida de una vez; no deja de ser demasiado cierto que un montón de pintores se vuelven locos; es una vida que le vuelve a uno, por decir lo menos, muy abstraído. Si me meto de lleno en el trabajo, está bien; pero siempre quedo afectado…»
Delante tenemos varios cuadros de Van Gogh que impresionan notablemente: La noche estrellada, pintada de memoria en el asilo de Saint Remy en junio de 1889. En la base del cuadro, el pueblo, la iglesia puntiaguda; al fondo, las montañas, que siempre crecen hacia un lado; en primer plano, dos cipreses ondulados de fuego negro, y en el centro, la noche estrellada con once estrellas deslumbrantes en un cielo turbulento y azul como el fondo del océano. El vacío entre las estrellas se enrosca, negro sobre negro, como si las nubes fueran en realidad corrientes marinas incapaces de fusionarse.
Un año después, julio de 1890, pintó Campo de trigo con cuervos: el paisaje horizontal de campos temblorosos, el cielo, trenzado de sombras oscuras, los cuervos que se ciernen como un pesar gigantesco sobre las inseguras mieses que parecen a punto de desvanecerse -como todo el cuadro, que parece a punto de hundirse en sí mismo y de desaparecer- muestran un alma que se derrumba, que no puede más.
Ese mismo mes, el 27 de julio de 1890, Van Gogh se pega un tiro en el pecho. Muere dos días después.
Sólo ha vendido un cuadro en su vida: La vid roja, o Viña roja: un campo de viñas enrojecidas por el otoño y un grupo de mujeres en plena recolección. A la derecha, vemos un camino mojado, a la izquierda, una hilera de árboles rodea el camino que lleva a la casa del fondo, sobre la que pende un imponente sol de atardecer en otoño. También hay un carro, y un hombre en el camino, cuya sombra se refleja en el suelo. El sol está rodeado por los círculos concéntricos del pintor, que hacen que tenga cierto relieve, como si en vez de abrir paso al infinito, el cielo fuera la pared de un pozo que se abre para dejar paso a las estrellas. En una de sus cartas describe el momento:
«…Las viñas que acabo de pintar son verdes, púrpuras, amarillas, con racimos violetas y sarmientos negros y anaranjados. En el horizonte, algunos sauces gris-azules y el lagar muy, muy lejos, con el techo rojo y la silueta de la lejana ciudad, lila…»
Van Gogh…el hombre capaz de pintar más de 850 cuadros en diez años, y otros tantos dibujos, hasta llegar a la extenuación, y escribir…:
«Qué bello es el arte; si uno tan sólo puede recordar lo que ha visto,
nunca estará sin alimento para el pensamiento
o verdaderamente solo,
nunca solo…»
Van Gogh
Selección de Teodoro Gómez Cordero
Transcripción de Gabi
Transcripción de Gabi
Una noche de verano con un hermoso cielo estrellado inspiró al pintor holandés Vincent Van Gogh a crear Terraza de café por la noche (1888).



