.cartas de los viajeros de las letras-1-Henry Miller y Lawrence Durrell-Parte I

Scroll down to content

Imagen

You can look at things all your life and not see them really.
This ‘seeing’ is, in a way, a ‘not seeing,’ if you follow me.
It is more of a search for something, in which,
being blindfolded, you develop the tactile, the olfactory, the auditory senses
—and thus see for the first time.”
—Henry Miller, The Waters Reglitterized

Henry Miller nació en 1891 en Nueva York .
En 1930 marchó de su país huyendo de la depresión y encontró la inspiración en París. Allí escribió Trópico de Cáncer (1934), Primavera Negra (1936) y Trópico de Capricornio (1939) antes de irse a Grecia (la isla mediterránea de Corfú) invitado por Durrell a pasar un año. En 1940 regresó a los EEUU y se instaló en el Big Sur, California, donde escribió El Coloso de Marussi sobre su estancia en el mediterráneo.
Murió en 1980.
Tanto Miller como Durrel eran buenos vividores, por lo que resulta difícil encontrar un fragmento triste en las cartas de personas que creían que la vida era un lugar donde pasárselo bien.
En sus palabras:
«…(…) en eso estaba fundamentada su existencia, y si las cosas se ponían feas, pues uno se marchaba a otro sitio, y no importaba no tener dinero o apenas que comer mientras se pudiera respirar el aire y admirar las cosas bellas…»
Lawrence, o Larry, como le llamaban los amigos, se estuvo carteando con Henry Miller desde que leyó Trópico de Cáncer, novela que encontró olvidada en unos lavabos públicos de Corfú y que le dejó maravillado. Ambos de conocieron en París y se hicieron enseguida íntimos amigos. Se tomaron incluso a risa la guerra que había de venir y más de una vez fueron expulsados de los cines por las carcajadas de Larry.
He aquí la primera carta de Lawrence Durrell a Henry Miller, que dejó a éste entusiasmado y con la seguridad de que había ganado un nuevo amigo:
Corfú, agosto de 1935
«Estimado Sr. Miller:
Acabo de releer Trópico de Cáncer y siento la imperiosa necesidad de escribirle unas líneas. Me ha impresionado porque es la única obra de auténtica dimensión humana de la que este siglo puede sentirse realmente orgulloso. Es un triunfo clamoroso desde el principio, y no sólo es un puñetazo literario y artístico en el estómago de todos, sino que verdaderamente vuelca sobre el papel la sangre y las entrañas de nuestra época….»
A partir de ese momento, las cartas entre ambos se hacen frecuentes y, puestos a hablar, se opina de la vida y de cualquier cosa…:
Corfú, agosto de 1936
«Querido Henry:
Siempre he deseado estar con más gente, sentirme parte de un grupo. Es una tarea muy dura estar sentado a solas con uno mismo en la oscuridad (…) Se inicia una  discusión política. El lugar del artista en la sociedad. Una tendencia izquierdista bien conocida (…) El arte es un hombre que se ocupa de la gente. Si la gente se equivoca, entonces ningún sistema es lo bastante infalible para evitar que se degüellen los unos a los otros. Y el artista sabe que la gente se equivoca. La fuerza motora que le impulsa es su aislamiento, la dislocación del instinto social…»
20 enero 1937
«Querido Larry:
Hubo una época de mi vida en que tenía la sensación de que iba a volverme loco. Fué entre los 20 y los 25 años. No había escrito nada, no podía escribir nada; y sin embargo me sentía todopoderoso, capaz de hacerle frente a cualquier cosa, capaz de hacerlo todo. Era una posición ridícula, en todo sentido. (…) Tenía que hacer algo desesperado (…) o de lo contrario me volvería loco. Y lo hice. Después de cada paso, quemaba las naves detrás de mí. Desesperanza, desesperación, megalomanía. Amasé tal cantidad de experiencias de la vida que jamás, aunque viviera cien años, podría contarlas todas. Conozco literalmente a miles de personas, íntimamente, a centenares. He visto cosas que pocos hombres han visto sin perder la fé o el equilibrio (…) He sufrido innumerables crisis (…) He absorbido el mundo y ahora lo estoy vomitando…»
27 de enero de 1937
«Querido Henry:
Nací en la India. Allí fuí a la escuela (…) Bien, eso es. Mi vida es como una lombriz partida en dos. Maravillosos recuerdos hasta los once años: blanco, blanquísimo el Himalaya desde las ventanas del dormitorio. Apacibles monjes jesuitas negros rezando a la Virgen, y fuera, en los caminos de la frontera, los chinos (…) y los tibetanos.
(…) Y entonces, ilustrísimo, llegó el día en que Trópico me abrió una brecha en mi cerebro…»
Marzo 1937, Corfú
«Querido Henry:
Hace sol. He sacado la máquina de escribir a la terraza bajo las hojas de parra. El mar, azul y agitado. Las lagartijas aspiran el calor de la pared. La primavera se extiende calladamente. Es imposible pensar en escribir, es decir, que yo escriba…»Cuando empezamos a leer las cartas se enciende una nueva luz entre nosotros.
Me siento como el expectador oculto de algo secreto y muy íntimo entre dos genios de la literatura.
Las cartas resultan tan cercanas que parece que tengamos a ambos escritores aquí delante… conversando…Desde que se conocieron en París en agosto de 1937 hasta que se separaron en Trípoli, en diciembre de 1939, Durrell y Miller estuvieron mucho tiempo juntos. Pero ninguno de los dos podía dejar de viajar, inquietos como pájaros migratorios.
Nubes de guerra inundaban los cielos de Europa.
Durante esos años, Larry viajó a Londres y conoció a T.S.Elliot y a Dylan Thomas.
Virginia Woolf seguía ahí, sumando desesperación.
El profesor de Oxford J.R.Tolkien se preparaba para escribir El Señor de los Anillos, una obra que parece surgida de la Edad Media si se compara con los escritos de Miller que, sin embargo, son anteriores.
Más tarde, Miller y Durrell se reunieron en París, donde éste último dirigirá una revista, mientras que su amigo americano seguirá sobreviviendo con una mano detrás y otra delante, confortado por la amistad de Anaïs Nin, que había entrado en su círculo de amistades. La siguiente carta está escrita desde Marsella:
Octubre de 1938, Marsella
«Querido Larry:
Aún me siento mal, deprimido. Cambio de idea una docena de veces al día. Si pudiera quedarme en Villa Seurat, no me preocuparía demasiado por nada. Pero eso de evacuar a toda la población a empujones, esta vida de insecto  que tienen preparada a los ciudadanos, no, no lo soporto. ¡Y por supuesto que no voy a luchar! Me siento paralizado porque todo parece inevitable. No hay más que observar a la gente, observar cómo se comporta, para darse cuenta de que no hay solución posible.»Ahora hay un penoso espacio mientras estalla la guerra y toda Europa se ve involucrada en el desastre.
En abril de ese año, Lawrence Durrell tuvo que abandonar Grecia ante el avance alemán. Se instaló en El Cairo como agregado de prensa. Se separó de su mujer y marchó a Alejandría, donde conoció a su nuevo amor, Eve, y, -suponemos- acumuló información para su futura obra Cuarteto de Alejandría, para la que aún faltaban quince años. Miller estaba de gira por Estados Unidos.
Mayo de 1944, Alejandría
«Querido Henry:
La atmósfera en este delta se está resquebrajando como una porcelana de Leyden; en epocas normales, ¿sabes?, todos los habitantes pasan seis meses al año en Europa, de manera que están tan hastiados y vencidos como cualquier pobre oficinista.
La poesía que exudo estos días es de un gris oscuro entreverado, como tocino rancio. Pero la atmósfera de sexo y muerte asombra por su intensidad. Mientras tanto, los potentados van y vienen sin ver nada, sin sentir nada, absortos en su sueño de dinero (…) No, creo que no te gustaría. En primer lugar, esta llanura húmeda y humeante -ni una colina, ni un montículo- atascada hasta casi reventar por los huesos y los sedimentos ínfimos de culturas desaparecidas. (…) Un mar plano, sin olas, de un sucio color marrón, rozando el puerto Arábigo, copto, griego, fraco-levantino;sin música, sin arte, sin verdadera alegría. Un saturado hastío centroeuropeo adornado con bebida y Packards y casetas de playa. Ningún tema de conversación excepto el dinero. Incluso el amor se piensa en términos del dinero (…) Seiscientos millonarios grasientos sudando en sus tarbushes [sombrero rojo musulmán] y esperando el estímulo del próximo cigarrillo de hachís. y la infidelidad personal y la soledad reflejada en todos los rostros.
No, si uno pudiera escribir una sola línea sobre algo que oliera a humano, sería un genio…»Después de la guerra, Durrell fué enviado como lector del British Council a Córdoba, Argentina, donde dio clases durante un año; en este país de nuevo fué incapaz de escribir una sola línea. Luego fué enviado a Belgrado, donde tampoco pudo escribir, afectado por el odio incipiente que se respiraba en los Balcanes.
Mientras tanto, Henry Miller seguía escribiendo.
Su nueva novela, Sexus, no le gustó a Larry, y se lo dijo sin ambagues, pero no hay tristeza en la franqueza, que tampoco afectaron la amistad de estos dos hombres.22 de Enero de 1949
«Querido Henry:
Perdona mi abandono. No he estado bien de los nervios estos últimos seis meses, debido más que nada a Latinoamérica. Estaba demasiado hastiado para escribir cartas e incluso para pensar (…) Es difícil, ¿sabes? Conciliar algo tan contradictorio como buscar trabajo y escribir (…) Pero no me gusta pasar hambre y además me siento obligado a vivir como un ser humano normal, de mantener a mi mujer y a la niña. De ahí estos períodos de melancolía y agotamiento. Inglaterra me parece un país maravilloso después de Argentina, sobre todo la humedad y el frío. Renuncié a mi último puesto y estoy intentando conseguir otro pronto que me lleve al mediterráneo. No conozco ningún país tan hermoso en todos los sentidos como Grecia, así que seguimos apuntando en esa dirección.

Henry Miller/Lawrence, Durrell
Selección de Teodoro Gómez Cordero
Transcripción de Gabi
Imagen
..Henry Miller, ‘Always Merry and Bright’…
Henry Miller also wrote about painting watercolors,
and the very titles of some of them reveal his excitement about painting:
To Paint is to Love Again
The Angel is my Watermark
The Waters Reglitterized
Paint as You Like and Die Happy
Shaking Cobwebs Out of the Sky
Henry Miller, Arthur Recital
Imagen
But Not On Earth
Imagen
 Paris notes
Henry-Miller-Paris-Diaries-Watercolor
«The practice of any art,» wrote Miller, «demands more than savoir faire.
One must not only be in love with what one does,
one must also know how to make love.
In love, self is obliterated. Only the beloved counts.
Whether the beloved be a bowl of fruit,
a pastoral scene, or the interior of a bawdy house makes no difference.
One must be in it and of it wholly.
Before a subject can be transmitted aesthetically,
it must be devoured and absorbed.
If it is a painting it must «perspire with ecstasy.»
2nudraw
Shaking Cobwebs Out of the Sky

Deja un comentario