© Kate Parker
Me doy permiso para…
Muchas de las enfermedades y angustias que
sufrimos en la vida cotidiana tienen una causa
realmente simple:
estamos sobrecargados.
Son demasiadas exigencias que hemos convertido en
autoexigencias.
Se trata, pues, de empezar a permitirnos echar el
lastre por la borda, andar más ligeros.
La vida es breve – ¡y tan breve! –
pero es un camino realmente bello.
Me doy permiso para
equivocarme no una sola vez sino todas cuantas
veces me suceda.
Me doy permiso para equivocarme y no sentir que
por un pequeño o gran error el mundo va hundirse
en torno mío.
Siempre hay segundas, tercera, cuartas … y muchas
más posibilidades.
¡ Fuera las ideas de errores irrevocables !
Me doy permiso para
no estar explicando todo lo que hago,
aunque les parezca extraño a los demás.
Me permito no estar justificando mi
existencia ante padres, marido o mujer,
hijos, amigos o compañeros de trabajo.
Me permito callar y disfrutarlo.
Me doy permiso para
no precipitarme ni dejarme presionar por mi pareja,
mis hijos, mi jefe o por quienquiera que sea.
No soy una persona torpe.
Mi torpeza en muchas ocasiones ha sido producto
de la urgencia y la presión a la que me he dejado
someter.
No más miedo, no más torpeza: destreza, belleza y
seguridad.
Hoy, ayer, anteayer …
Llevo demasiado tiempo haciendo y trabajando en
exceso.
Me han estado sobrecargando y yo me he dejado
sobrecargar:
ahora me permito parar y hacer o no hacer muy
suavemente lo que me apetezca.
El tiempo gran escultor.
Me doy tiempo para desacelerar y
saborear la vida.
Me lo he ganado de sobra.
Me doy permiso para
gozar de buena salud, de plena salud.
Decido no provocarme dolores físicos ni
enfermedades leves o graves para poder aminorar
mi ritmo de vida sobrecargado.
Soy adulto y capaz de autorregularme.
No son las
figuras exteriores las que deciden por mí.
Me doy el descanso necesario, los alimentos, las
pausas, el sueño y todo lo necesario para gozar de
buena salud.
¡A mi salud y a la tuya!
¡Larga vida con buena música!
Me doy permiso para
No estar hipersensible a las críticas cuando me
dicen que no sé hacer algo.
No he nacido para saberlo todo: ni es posible saber
acerca de todo.
Los que afirman que no sé hacer una u otras cosas
concretas, despiertan mis antiguos sentimientos de
insuficiencia inculcados en la infancia.
Ahora doy por terminados esos
sentimientos de no ser suficiente:
nadie es omnipotente ni omnisciente.
y es mejor así.
Me permito
Muchas situaciones de calma, de suavidad, de no
estar estimulado ni hundido sino en un bienestar
ligero, como a veces me parece que están algunos
árboles y plantas:
están ahí, erguidos sin
necesidad de poner fuerza,
sin vaivenes de
adrenalina.
Están.
Son.
A pesar de las apariencias la vida se perpetúa sin
bruscos altibajos.
Me permito
tener límites,
todos esos límites –saludables
no
son lo contrario del proceso expansivo de
la vida sino que la hacen más fácil y
posible, más gozosa y sin cargas
innecesarias:
sin tanta exigencia agotadora.
¿No recuerdan que los juegos que jugábamos
cuando éramos niños nos divertían hasta
carcajadas incontrolables porque habían
normas, es decir, límites?
Las normas no impiden el juego sino lo contrario:
lo hacen posible y más apasionadamente porque
estimulan el ingenio.
Sin normas la vida tampoco
es soportable ya que entramos en una situación de
arbitrariedad enloquecedora.
Las normas son necesarias hasta para
transgredirlas.
El límite implica, además y necesariamente, algo
muy bello:
el contacto.
Porque el límite y el contacto son las dos caras de
una misma moneda:
la expansión de la vida.
-(extracto del libro Me doy permiso para ….
De Joaquín Argente)


Interesantísimo el extracto del libro de Joaquín Argente, me ha encantado y creo que sería muy bueno para mí, para todos, pues estamos casi todos metidos en una rueda demasiado veloz, tener en cuenta estas reflexiones.
Un saludo
Ramón
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Que bueno Ramon que te haya servido!
Un abrazo y buena semana
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