«En lontananza se erguía la pradera del amor.
Por los valles discurrían los viajeros, impregnándose
a cada paso de la miel que brotaba
cual efluvio viviente.
Y en ese preciso instante, se reveló la luz.
La tiniebla dió paso a la verdad
y la verdad se dividió en mil millares
y un fragmentos.
Cada viajero tomó su fragmento de verdad.
El corazón de los viajeros se henchía con la miel del amor.
Guardada quedaba.
Lista a entregarse, aunque nunca agotable.
Así era ella, la miel.
Todo habrá de concurrir un día.
Todo habrá de encajar de nuevo.
La verdad se recompondrá con la miel del amor.
El amor refulge como siempre, por toda la eternidad.
La misión, aportar el Don, para que la verdad
se reúna
una vez más…»
-La Misión del Alma.

