
«Anoche
me acosté en la oscuridad de los campos
para pensar en la muerte,
en cambio, me quedé dormida como en un vasto cuarto
donde se derraman esas flores blancas
que se abren en todo el verano,
pegajosas y desprolijas en los tibios campos.
Cuando desperté
la luz de la mañana justo se deslizaba
por delante de las estrellas,
y yo estaba cubierta de flores.
No sé cómo ocurrió-
no sé si mi cuerpo se sumergió
bajo las viñas azucaradas
con alguna afinidad con las profundidades,
agudizada por el sueño, o si esa energía verde
se levantó como una ola y se enredó conmigo,
reclamándome en sus fuertes brazos.
Los separé de mí, pero no me levanté.
Nunca en mi vida me había sentido tan lujosa,
o tan escurridiza,
o tan resplandecientemente vacía.
Nunca en mi vida
me había sentido tan cerca de esa porosa línea
donde mi propio cuerpo termina
y las raíces y los tallos y las flores
comienzan…»
Mary Oliver
