Dice la leyenda:

“Cuando una mujer, en algunas tribus de África, sabe que está embarazada, va al bosque con algunas amigas y juntas oran y meditan, hasta que pueden oír la canción del niño concebido.

Saben que cada alma tiene sus propias vibraciones y éstas expresan el sabor y la finalidad del nuevo niño. Cuando las mujeres sintonizan la melodía de la canción la cantan y la cantan. Después, vuelven a la tribu y se la enseñan a todos sus miembros.

Cuando el niño nace, la comunidad se reúne y le canta su canción. Más tarde, cuando el niño comienza su educación, el pueblo se reúne y canta la canción del niño. Cuando pasa los ritos de iniciación a la vida adulta y cuando contrae matrimonio, la persona escucha su canción.

Finalmente, cuando el alma va a dejar este mundo, la familia y el pueblo se reúnen por última vez alrededor de su cama, y le cantan su canción.

En esta tribu africana hay otra ocasión en la que todos cantan al niño. Si a lo largo de su vida esta persona comete un crimen o un acto antisocial, el individuo es llamado al centro del pueblo, y todos formando un gran círculo, le cantan su canción.

La tribu reconoce que la corrección por la conducta antisocial no tiene que ser un castigo sino un acto de amor y el recordatorio de su identidad. Cuando uno reconoce su propia canción, no tiene deseo ni necesidad de hacer nada que perjudique a los otros.”

Esta breve leyenda que comparto hoy aquí llega a mí de vez en cuando y, aunque la conozco, siempre me asombra su belleza y su profundo sentido. ¿Reconoces tu verdadera esencia? ¿Cómo suena?

¿Puedes recordar quién eres de verdad para regresar “a casa” cuando andas perdida, cuando la vida te confunde, cuando reaccionas desde el miedo o la rabia, cuando la tristeza parece que borra tu identidad?

Podemos versionar esta leyenda en nuestro mundo interno y buscar una melodía, un color, un olor, un objeto que nos ancla a nuestra verdadera esencia y poder conectar con él para que nos ilumine en esas noches oscuras del alma.»

-Carmen Guerrero Escobar

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