
«El Colegio San José, en el barrio de Once, tiene un patio extraordinario,
rodeado por unas maravillosas galerías que convierten sus claustros en un escenario
ideal para los eventos medievales que siempre le gustaron a Ella y su grupo de amigas..
Por eso, no podían perderse la oportunidad de aquel mágico baile donde lucir los
espléndidos atavíos surgidos de las manos de Ayelén, que se documentaba
minuciosamente antes de empezar cada nuevo vestido.
Esta vez era un encargo muy especial, que comenzó con una idea y se fue transformando tanto, que de la sencilla túnica original terminó siendo un espectacular vestido de brocato color marfil, con importantes mangas de gasa, acompañado de un tapado con detalles de una pasamanería antigua realmente increíble, que Ayelén encontró en una de esas pequeñas mercerías de barrio que aún guardan tesoros de otros tiempos.
Este traje era “especial”, era toda una celebración para Ella, y llegaba como regalo de su hermano.
Por eso podía permitirse las libertades de elegir las telas y accesorios sin pensar en el costo.
La generosidad del hermano incluso beneficiaba a Ayelén, que podía crear sin escatimar gastos, con materiales de primerísima calidad.
Y el evento también era muy especial, era un reencuentro con parte de un
pasado que se había ido diluyendo en medio de enfermedades y tristezas…
Pero todo desaparecería muy pronto.
Cuando estrenara el traje de Lady Draconian, la dama dragón, el fuego dragontino quemaría todo lo negativo del pasado, destruyendo los malos recuerdos, el dolor, la soledad.
Y el Mago dijo entonces que para romper definitivamente el hechizo y sanar todas las heridas, había que reunir ocho dragones.
Ocho dragones.
Dos de ellos llegarían de Rosario, en forma de aros, para poder filtrar todo lo que Ella escuchara, para poder darle la sabiduría de descartar los comentarios dañinos que nunca faltaron.
El tercero, también venido de Rosario y de las hábiles manos de orfebre de Lucas, sería en forma de gargantilla, haciendo juego con los aros, con la misma ágata verde, símbolo de abundancia y seguridad, y tendría la importante misión de apoyarse a la altura de las cuerdas vocales y vigilar las palabras que surgieran de su boca.
Dos anillos de plata y oro serían el cuarto y el quinto, dos dragones mirándose uno al otro, con trigramas del I-Ching y un símbolo del camino entre la Tierra y el Cielo grabados en su interior, portando una amatista y un granate: violeta y rojo para unir el chakra de la cabeza con el chakra raíz y que la energía pueda fluir armoniosamente entre ellos.
El sexto dragón sería una bella pieza hecha por Maria, con una larga cola que se pudiera enroscar en la muñeca, y cuyas patas delanteras se afirmaran en la mano de Ella.
Y el séptimo tenía que ser uno de los legendarios dragones hechos por Mariana, un dragón poderoso, blanco y alado, que llevaría Lady Draconian posado en su hombro para vigilar desde allí el entorno, siendo su principal cometido el de avistar al octavo dragón, que el Mago había vaticinado pero no podía vislumbrar cómo llegaría, ni de dónde, ni qué aspecto tendría.
Pasaron los años.
Mucho, mucho tiempo transcurrió sin que el octavo dragón viniera finalmente a terminar de deshacer el hechizo.
Varias veces Ella se confundió y creyó encontrarlo.
Pero el séptimo dragón invariablemente decía “no”, sabía que era un espejismo, y tarde o temprano los
hechos confirmarían que tenía razón.
Pasaron tantos, tantos años, que todos, incluso yo, llegamos a la conclusión de que por primera y única vez el Mago se había equivocado.
Sobre todo cuando uno de los anillos se rompió.
Ahí Ella sintió que era el final.
Sólo le quedaban seis dragones, ya nunca sería posible reunir los ocho tal como había previsto el Mago.
Se cerró en sí misma de tal manera que cuando Mariana le dio un segundo dragón blanco y alado, hermano del que tantas veces llevara en el hombro, no se dio cuenta de que otra vez eran siete sus dragones…
Y lo colgó amorosamente sobre su cama, pero nunca prendió la vela que portaba entre sus grandes alas desplegadas, por alguna razón le daba inseguridad encenderla y que accidentalmente se derramara la
cera sobre ella mientras dormía. Así fue como este dragón no pudo cumplir su misión de iluminar, de “velar” (literalmente) su sueño.
Años , años buenos y otros malos, de alegrías y de penas, se fueron sucediendo… y de repente, cuando todo parecía encaminarse, la Sombra Oscura volvió a posarse sobre Ella.
Fue entonces, en medio de la desolación, cuando apareció un raro personaje.
A nadie, absolutamente a nadie se le hubiera ocurrido que pudiera ser el octavo dragón, no se parecía en nada a la imagen esperada.
Ni siquiera cuando se mostró fascinado con el dragón blanco que ella llevaba en el hombro se le hubiera ocurrido a alguien que pudiera ser él.
Su simplicidad, su desparpajo, su extraña visión de todo, hacían imposible reconocerlo.
Pero volvió a pasar mucho tiempo y fue ganando espacio en la vida de Ella, en su corazón, en su casa…
Quién podía imaginarlo?
Hasta que una noche, antes de dormir , con total naturalidad él encendió la vela que estaba entre las alas del dragón blanco suspendido sobre la cama que compartían, y recién entonces , sólo en ese instante Ella advirtió cuánto había cambiado todo desde que él llegara.
Los siete dragones habían enviado cientos de mensajes de advertencia, pero por primera vez, a la suave luz de la llama, Ella comprendió que el octavo dragón hacía meses que compartía sus días y sus noches en la minúscula casita donde vivían juntos, entre Magia, música, velas multicolores, duendes, y la poesía que tomaba forma de canción para construir murallas que dejaran definitivamente afuera al desamparo.
El octavo dragón, casi imposible de reconocer, tan distinto a lo esperado que ni el mismísimo Mago pudo detectar su llegada…
El octavo dragón finalmente estaba en casa, y contra todo pronóstico venía decidido a quedarse, para deshacer definitivamente el antiguo hechizo, para comenzar un tiempo diferente, para disipar las Sombras con su Luz, para iniciar con la lluvia, los malvones y los tréboles, un nuevo y mágico conjuro …
-Elizabeth Ryske (Música y Escritora, Olivos, Bs. As., Argentina)

Child of earth
Made of sky
Crown filled with
A wisdom high
Soul of Spring
Heart of Fire
Warns evil with
Roars dire
We feel you yearn
We hear you cry
Follow us home
Beyond the starlight
Feel* the stars
Stir your soul
Hear us sing
Hear our song
Tales of the Woven
Extract the soul
Lungs of fire
Heart of gold
When a song
Someone sings
By the fire
Of a heart’s dire
