.cartas entre Manuela Sáenz y Simón Bolívar

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Manuela Sáenz de Aizpuru (1797-1856)-Marco Salas Yepes

«A la distinguida dama, Sra. Manuela Sáenz

Apreciada Manuelita:

Quiero contestarte, bellísima Manuela, a tus requerimientos de amor que son muy justos. Pero he de ser sincero para quien, como tú, todo me lo ha dado. Antes no hubo ilusión, no porque no te amara Manuela, y es tiempo de que sepas que antes amé a otra con singular pasión de juventud, que por respeto nunca nombro.

No esquivo tus llamados, que me son caros a mis deseos y a mi pasión. Sólo reflexiono y te doy un tiempo a ti, pues tus palabras me obligan a regresar a ti; porque sé que esta es mi época de amarte y de amarnos mutuamente.

Sólo quiero tiempo para acostumbrarme, pues la vida militar no es fácil ni fácil retirarse. Me he burlado de la muerte muchas veces, y esta me acecha delirante a cada paso.

Qué debo brindarte: ¿un encuentro vivo acaso? Permíteme estar seguro de mí, de ti y verás querida amiga quién es Bolívar al que tú admiras. No podría mentirte.

¡Nunca miento! Que es loca mi pasión por ti, lo sabes.

Dame tiempo. Bolívar”

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“El Garzal, a 27 de julio de 1822

A Su Excelencia General Simón Bolívar

Muy señor mío:

Aquí hay de vivaz todo un hechizo de la hermosa naturaleza. Todo invita a cantar, a retozar; en fin, a vivir aquí. Este ambiente, con su aire cálido y delicioso, trae la emoción vibrante del olor del guara porque llega fresco del trapiche, y me hace experimentar mil sensaciones almibaradas.

Yo me digo: este suelo merece recibir las pisadas de S.E. El bosque y la alameda de entrada al Garzal, mojados por el rocío nocturno, acompañarían su llegada de usted, evocando la nostalgia de su amada Caracas. Los prados, la huerta y el jardín que está por todas partes, serviranle de inspiración fulgurante a su amor de usted, por estar S.E. dedicado casi exclusivamente a la guerra.

Las laderas y campos brotando lores y gramíneas silvestres, que son un regalo a la vista y encantamiento del alma. La casa grande invita al reposo, la meditación y la lectura, por lo estático de su estancia. El comedor, que se inunda de luz a través de los ventanales, acoge a todos con alegría; y los dormitorios reverentes al descanso, como que ruegan por saturarse de amor…

Los bajíos a las riberas del Garzal hacen un coloquio para desnudar los cuerpos y mojarlos sumergidos en un baño venusiano; acompañado del susurro de los guaduales próximos y del canto de pericos y loros espantados por su propio nerviosismo.

Le digo yo, que ansío de la presencia de usted aquí. Toda esta pintura es de mi invención; así que ruego a usted que perdone mis desvaríos por mi ansiedad de usted y de verlo presente, disfrutando de todo esto que es tan hermoso.

Suya de corazón y de alma, Manuela Sáenz”

“El Garzal, a 28 de julio de 1822

General Simón Bolívar

Muy señor mío:

Aquí estoy yo, ¡esperándole! No me niegue su presencia de usted. Sabe que me dejó en delirio y no va a irse sin verme y sin hablar…con su amiga, que lo es loca y desesperadamente.

…aquí hay todo lo que usted soñó y me dijo sobre el encuentro de Romeo y Julieta… y exuberancias de mi misma. Manuela Sáenz”

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“Quito, a diciembre 30 de 1822

A. S.E. El Libertador Simón Bolívar

Señor mío:

Yo agradezco a usted por el interés que toma sobre mi persona, porque usted bien sabe de mi presencia en cuerpo y alma a su lado.

Sobre lo que me dice usted en su carta del 25 del presente, me hace sentir la soledad que acompaña lo que es ahora la distancia.

Considéreme, usted su amor loco y desesperado por unirme hasta la gloria de su ser; supongo que se halla usted en igual condición como lo está la más fiel de sus amigas, que es: Manuela Sáenz”

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“Cuartel General Pasto, a 30 de enero de 1823

Mi adorada Manuelita:

Recibí tu apreciable que regocijó mi alma, al mismo tiempo que me hizo saltar de la cama; de lo contrario, esta hubiera sido víctima de la provocada ansiedad en mí.

Manuela bella, Manuela mía, hoy mismo dejo todo y voy, cual centella que traspasa el universo, a encontrarme con la más dulce y tierna mujercita que colma mis pasiones con el ansia infinita de gozarte aquí y ahora, sin que importen las distancias.

¿Cómo lo sientes, ah? ¿Verdad que también estoy loco por ti?…

Tú me nombras y me tienes al instante. Pues sepa usted mi amiga, que estoy en este momento cantando la música y tarareando el sonido que tú escuchas. Pienso en tus ojos, tu cabello, en el aroma de tu cuerpo y la tersura de tu piel y empaco inmediatamente, como Marco Antonio fue hacia Cleopatra. Veo tu etérea figura ante mis ojos, y escucho el murmullo que quiere escaparse de tu boca, desesperadamente, para salir a mi encuentro.

Espérame, y hazlo, ataviada con ese velo azul y transparente, igual que la ninfa que cautiva al argonauta.

Tuyo, Bolívar”

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“Quito, septiembre 23 de 1823

S.E. Simón Bolívar Señor:

Bien sabe usted que ninguna otra mujer que usted haya conocido, podrá deleitarlo con el fervor y la pasión que me unen a su persona, y estimula mis sentidos. Conozca usted a una verdadera mujer, leal y sin reservas.

Suya, Manuela Sáenz”

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“Lima, a octubre 18 de 1823

Muy señor mío:

Tiene usted mi amor verdadero, con el prendimiento de mi corazón por usted. No me calmo hasta que usted me dé su explicación de su ausencia de usted, sin que yo sepa qué se ha hecho usted. ¿Es que no ve el peligro? ¿O yo no le intereso más que ayer? Decida usted, porque yo me regreso aun sin la gloria de usted, que no vacila en hacerme sufrir.

Suya, Manuela Sáenz”

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“Cuartel General en La Magdalena – Lima

Octubre 29 de 1823

Señora Doña Manuela Sáenz

Señora:

Mi deseo es que usted no deje a este su hombre por tan pequeña e insignificante cosa. Líbreme usted misma de mi pecado, conviniendo conmigo en que hay que superarlo. Vengó ya usted su furia en mi humanidad. ¿Vendrá pronto? Me muero sin usted.

Su hombre idolatrado, Bolívar”

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Catahuango, a febrero 12 de 1823
«A Su Excelencia
General Simón Bolívar
A más de encontrarme condenada por mis parientes en Quito, la suerte al revés en mi matrimonio (siempre supe desde el principio que sería así), usted me incomoda con el comportamiento de usted, de sus sentimientos que son desprendidos de toda realidad.
¿Dice usted que me piensa, me ama, me idolatra?

¿Cree usted que este destino cruel puede ser justo? ¡No! ¡Mil veces no! ¿Quiere usted la separación por su propia determinación, o por los auspicios de lo que usted llama honor? La eternidad que nos separa sólo es la ceguera de su determinación de usted, que no lo ve más. Arránquese usted si quiere, su corazón de usted, pero el mío ¡No!
Lo tengo vivo para usted, que sí lo es para mí toda mi adoración, por encima de todos los prejuicios.

Suya, Manuela Sáenz”

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