
“Al escritor hay que dejarle el rumbo de los sueños porque a veces no puede con el de la realidad”
-Juan Rulfo
“Nunca, desde la noche tremenda en la que leí La metamorfosis de Kafka, en una lúgubre pensión de estudiantes de Bogotá, casi diez años atrás, había sufrido una conmoción semejante”, dijo Gabriel García Márquez durante una lectura del 50 aniversario de El llano en llamas, fue la reacción del escritor colombiano después de leer Pedro Páramo, a su vez, estas palabras fungen como introducción de la edición publicada por Vintage Español en 2019.
El asombro de García Márquez es una reacción colectiva entre quienes han sido cautivados por las páginas de Juan Rulfo (y son solo menos de 200). En el pueblo de Comala, el autor jalisciense diluyó la línea entre el mundo de los vivos y los muertos, entre el pasado y el presente. La llegada de un hombre llamado Juan Preciado en busca de vengar el abandono de su padre, Pedro Páramo, es el punto de partida para una historia densa, repleta de fantasmas de habla popular, que entremezclan el relato de sus recuerdos de forma poética e incluso, sabia.
La novela se basa en un tropo popular: el hijo que regresa para buscar a su padre. La historia de Juan Preciado inicia cuando su madre, en su lecho de muerte, le pide que busque a su padre en Comala, un pueblo que ella recuerda como un lugar vibrante y bullicioso.
En su llegada a Comala, Juan Preciado se encuentra con un destino árido y decadente. En el camino, su primer encuentro ocurre con Abundio Martínez, quien describe a Pedro Páramo como “un rencor vivo”, a partir de ahí, Juan empieza a construir la historia de su difunto padre, guiado de los fantasmas que encuentra en su camino.
Desprendiéndose de una narrativa no lineal, Pedro Páramo se divide en dos grandes líneas de narración: la que cuenta el trayecto de Juan Preciado y la de los recuerdos que conforman la vida de Pedro Páramo, un cacique cruel y carente de escrúpulos, cuyas acciones vienen motivadas –paradójicamente– por el amor que siente por Susana San Juan, una mujer a quien conoce desde que era un niño.
Pedro Páramo habla de la muerte, del valor de los recuerdos, del dolor que estos resguardan y que motiva las acciones del protagonista y de los personajes secundarios, después de todo, Juan Preciado comienza su travesía guiado por las memorias de su madre sobre un lugar que hace mucho tiempo dejó de existir como ella lo recordaba.
Un poco de estas páginas…
«Al recorrerse las nubes, el sol sacaba luz a las piedras, irisaba todo de colores, se bebía el agua de la tierra, jugaba con el aire dándole brillo a las hojas con que jugaba el aire.
(…) Este pueblo está lleno de ecos. Tal parece que estuvieran cerrados en el hueco de las paredes o debajo de las piedras. Cuando caminas, sientes que te van pisando los pasos. Oyes crujidos. Risas. Unas risas ya muy viejas, como cansadas de reír. Y voces ya desgastadas por el uso. Todo eso oyes. Pienso que llegará el día en que estos sonidos se apaguen.
(…)El cielo estaba lleno de estrellas, gordas, hinchadas de tanta noche. La luna había salido un rato y luego se había ido. Era una de esas lunas tristes que nadie mira, a las que nadie hace caso. Estuvo un rato allí desfigurada, sin dar ninguna luz, y después fue a esconderse detrás de los cerros…»
«Allá me oirás mejor. Estaré más cerca de ti. Encontrarás más cercana la voz de mis recuerdos que la de mi muerte, si es que alguna vez la muerte ha tenido alguna voz.«
«Cada suspiro es como un sorbo de vida del que uno se deshace. Estaré más cerca de ti. «
«Me mataron los murmullos. Aunque ya traía retrasado el miedo. Se me había venido juntando, hasta que ya no pude soportarlo..«
«No dejes que se te apague el corazón.«
«Cuando me senté a morir, ella rogó que me levantara y que siguiera arrastrando la vida, como si esperara todavía algún milagro que me limpiara de culpas. Ni siquiera hice el intento: «Aquí se acaba el camino —le dije—. Ya no me quedan fuerzas para más». Y abrí la boca para que se fuera. Y se fue. Sentí cuando cayó en mis manos el hilito de sangre con que estaba amarrada a mi corazón.«
«Esperé treinta años a que regresaras, Susana. Esperé a tenerlo todo. No solamente algo, sino todo lo que se pudiera conseguir de modo que no nos quedara ningún deseo, sólo el tuyo, el deseo de ti..«
«Nada puede durar tanto, no existe ningún recuerdo por intenso que sea que no se apague..«
«Él creía conocerla. Y aun cuando no hubiera sido así, ¿acaso no era suficiente saber que era la criatura más querida por él sobre la tierra? Y que además, y esto era lo más importante, le serviría para irse de la vida alumbrándose con aquella imagen que borraría todos los demás recuerdos..«
«¿Pero cuál era el mundo de Susana San Juan? Ésa fue una de las cosas que Pedro Páramo nunca llegó a saber..«
«¿Qué haré ahora con mis labios sin su boca para llenarlos? ¿Qué haré de mis adoloridos labios?«
«Había una luna grande en medio del mundo. Se me perdían los ojos mirándote. Los rayos de la luna filtrándose sobre tu cara. No me cansaba de ver esa aparición que eras tú. Suave, restregada de luna; tu boca abullonada, humedecida, irisada de estrellas; tu cuerpo transparentándose en el agua de la noche. Susana, Susana San Juan.«
PD: Sabías que uno de los escritores más grandes con una obra mínima, en número de páginas que no en profundidad, resulta que también fue un enorme fotógrafo, que recorrió las tierras de su México natal y encontró la inspiración mortal y amorosa bajo el ardiente sol que nos quema en Pedro Páramo, la obra que dejó a Gabriel García Márquez una noche entera sin dormir.?
«No son recuerdos», -dijo Pedro Páramo, «Solo son imágenes. No conservo en la memoria sino llamaradas que se han quedado asentadas como cimientos, como granos de arena, que solamente se remueven cuando se nos voltea nuestro destino.»

Aquí las fotografías de Juan Rulfo:










