Foto: Gabi

Hola, oscuridad, mi vieja amiga.
He venido a hablar contigo de nuevo.
Porque una visión que se arrastraba suavemente.
Dejó sus semillas mientras dormía.

Y la visión que se plantó en mi cerebro.
Aún permanece.
En el sonido del silencio.

En sueños inquietos caminé solo.
Por calles estrechas de adoquines.
Bajo el halo de una farola.
Me levanté el cuello al frío y la humedad.

Cuando mis ojos fueron apuñalados por el destello de una luz de neón.
Que partió la noche.
Y tocó el sonido del silencio.

Y a la luz desnuda vi.
Diez mil personas, tal vez más.
Gente hablando sin hablar.
Gente oyendo sin escuchar.

Gente escribiendo canciones que las voces nunca comparten.
Y nadie se atreve a.
Perturbar el sonido del silencio.

«Tontos», dije, «No saben.
El silencio, como un cáncer, crece.
Escucha mis palabras para que pueda enseñarles.
Tomen mis brazos para que pueda alcanzarlos».

Pero mis palabras cayeron como gotas de lluvia silenciosas.
Y resonaron en los pozos de Silencio

Y la gente se inclinó y rezó
Al dios de neón que habían creado
Y el letrero destellaba su advertencia
Con las palabras que formaba

Y el letrero decía:
«Las palabras de los profetas están escritas en las paredes del metro
Y en los pasillos de los edificios de viviendas
Y susurradas en el sonido
Del silencio».

-Paul Simon

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