
Oh Padre nuestro que estás en los cielos, no porque estés confinado allí,
sino por el inmenso amor que tienes hacia los primeros seres de lo alto,
que tu nombre y tu poder sean alabados por todas las criaturas,
como es propio dar gracias a tu sublime amor.
Que la paz de tu reino venga a nosotros,
pues con todos nuestros esfuerzos no podemos alcanzarla, a menos que ella venga a nosotros.
Como los ángeles te sacrifican su voluntad cantando hosanna,
que los hombres también te sacrifiquen la suya.
Danos hoy el maná de cada día,
sin el cual, en medio de este duro desierto,
quien más se esfuerza por avanzar siempre retrocede;
y como nosotros perdonamos a cada uno el mal que hemos sufrido,
tú también perdónanos, sé bondadoso y no mires nuestros méritos.
Nuestro coraje, que se deja vencer por tan poco,
no lo enfrentes al antiguo adversario,
sino líbranos de aquel que tanto nos oprime.
-La Divina Comedia, Purgatorio, Canto XI.
