
“La ciencia y la vida diaria no pueden y no deberían separarse. La ciencia, a mi entender, da una
explicación parcial de la vida y su base son hechos, experiencia y experimentación…Estoy de
acuerdo en que la fe es esencial para triunfar en la vida…Desde mi punto de vista todo lo que
demanda la fe es creer que dando lo mejor de nosotros vamos a acercarnos al éxito y que el éxito de
nuestros objetivos (mejorar el presente y el futuro de la humanidad) es algo que vale la pena lograr”.
Carta a su padre, 1940
Mira esta imagen.
No parece gran cosa a simple vista: unas líneas oscuras cruzadas en forma de X, impresas sobre un papel antiguo.
Pero en mayo de 1952, esa sombra reveló uno de los secretos más profundos de la vida.
Y detrás de ella estaba una mujer que el mundo tardó demasiado en escuchar: Rosalind Franklin.
En un laboratorio del King’s College de Londres, Rosalind ajustó una y otra vez el haz de rayos X.
Quería ver lo que nadie había visto.
Quería capturar la arquitectura íntima de aquello que nos construye: el ADN.
Fueron necesarios decenas de ensayos, noches largas y una precisión casi imposible.
Hasta que llegó la número 51.
La imagen correcta.
La que cambiaría para siempre la historia de la ciencia.
En aquella fotografía —hoy famosa como “Foto 51”— apareció una X perfecta, hecha de líneas tan delicadas como el pelaje de un tigre.
Era la señal inconfundible de una estructura helicoidal.
La primera prueba clara de que el ADN no era un misterio abstracto, sino una espiral que guardaba la información de cada vida sobre la Tierra.
Pero Rosalind trabajaba en un entorno difícil, marcado por competencia y silencios.
Su talento fue evidente, pero no siempre reconocido.
Partió de este mundo joven, con apenas 38 años, dejando investigaciones que otros continuarían.
Y en 1962, cuando se otorgó el Premio Nobel por la estructura del ADN, su nombre no apareció en la ceremonia.
Lo recibieron Maurice Wilkins, James Watson y Francis Crick, hombres que habían utilizado las fotografías y estudios que ella había generado con dedicación absoluta.
Sin embargo, el tiempo —ese juez que nunca se apresura— hizo lo suyo.
Hoy, cada vez que miramos la Foto 51, no vemos solo un patrón científico.
Vemos el eco de una mujer que iluminó la estructura de la vida con una claridad que el mundo tardó en comprender.
Porque hay descubrimientos que construyen ciencia,
y hay miradas que construyen futuro.
Rosalind hizo ambas cosas.

Rosalind Franklin, una mujer brillante y apasionada por la ciencia, desafió los estereotipos de su época para dejar un legado que ha revolucionado nuestro conocimiento sobre la naturaleza del ADN. En 1938, ingresó a la Universidad de Cambridge, donde estudió química natural y se destacó por sus habilidades analíticas; en 1941 obtuvo una beca para realizar su doctorado en la misma institución, en tiempos en que el acceso a la educación superior para las mujeres era limitado y las barreras de género eran omnipresentes. Terminó por doctorarse a los 25 años de edad.
Sin embargo, su verdadero potencial se desató cuando se sumergió de lleno en el laboratorio. Allí tuvo que enfrentarse al menosprecio de sus compañeros varones, quienes no veían con buenos ojos que una mujer destacara en el campo científico.
El destino la llevó a trabajar en la estructura del ADN, el material que guarda las claves de la vida misma. La investigación de Rosalind Franklin se centró en la difracción de rayos X, una técnica que permitía estudiar la estructura de materiales cristalinos. Fue en el King’s College de Londres donde realizó su trabajo más influyente. Franklin obtuvo imágenes de alta calidad de la molécula de ADN mediante la técnica de difracción de rayos X, proporcionando valiosa información sobre su estructura.
Uno de sus logros más destacados fue la famosa “Fotografía 51″, una imagen cristalina del ADN que revelaba su estructura helicoidal en forma de doble hélice. Esta fotografía resultó crucial para la comprensión de la estructura del ADN, aunque en su momento no fue ampliamente reconocida debido a una serie de conflictos y desacuerdos dentro de la comunidad científica.

A pesar de los riesgos para su salud debido a la exposición constante a los rayos X, Franklin estaba decidida a demostrar que era igual de brillante y capaz que cualquier hombre en el laboratorio. Pero cuando finalmente reveló con claridad la estructura de doble hélice del ADN, sus colegas varones se llevaron el crédito, dejándola en la sombra del reconocimiento que merecía.
Su trabajo y el de sus colegas, James Watson y Francis Crick, se entrelazaron en una competencia científica por desentrañar el código de la vida. La información proporcionada por las imágenes de Franklin fue crucial para el avance de Watson y Crick en su modelo de doble hélice del ADN en 1953.
A pesar de su contribución significativa al descubrimiento, a Franklin no se le dio el reconocimiento que merecía en vida, en parte debido a la cultura sexista y los prejuicios que persistían en la época. Es solo en años posteriores cuando su papel en el descubrimiento del ADN ha sido reconocido y honrado.

La escritora estadounidense Marie Benedict se adentra en la vida de Franklin para escribir la novela El secreto de su mente. En ella destaca no solo los logros científicos de Rosalind Franklin, sino también su lucha constante contra los prejuicios de género y las intrigas académicas que la privaron del reconocimiento que merecía. La autora retrata con muy buen tino la vida de esta científica excepcional, exponiendo cómo una sociedad que aún no aceptaba el papel de las mujeres en la ciencia fue un obstáculo constante para su carrera.
Franklin no solo se dedicó apasionadamente a su trabajo en el laboratorio, sino que también contribuyó a la lucha humanitaria durante la Segunda Guerra Mundial, brindando refugio a judíos en Europa.
Rosalind Franklin falleció a una temprana edad, el 16 de abril de 1958, debido a un cáncer de ovario. Aunque su vida fue corta, su legado sigue vivo en la ciencia moderna.
Ya era momento de que alguien escribiera sobre la vida de esta maravillosa mujer, y quién mejor para hacerlo que Marie Benedict, quien se ha destacado por visibilizar el papel de las mujeres en la historia y las ciencias a lo largo del siglo XX. Con obras como El otro Einstein y La única mujer, Benedict ha revelado la importancia de estas figuras femeninas que, a menudo, han sido olvidadas o menospreciadas en los libros de historia.
El secreto de su mente es una obra que rinde homenaje a una de las científicas contemporáneas más destacadas. Y es, al mismo tiempo, un recordatorio de que las mujeres han tenido un papel fundamental en nuestra historia, a pesar de las dificultades y la discriminación que han enfrentado.

Rosalind Franklin es feliz en el laboratorio, ahí da rienda suelta a su imaginación y realiza los experimentos que, está segura, cambiarán el mundo de la ciencia. Lo único que ensombrece ese universo perfecto son sus compañeros, especialmente Maurice Wilkins, James Watson y Francis Crick, quienes la menosprecian por ser mujer. Por eso, cuando el director del laboratorio le asigna trabajar en la estructura del adn, ella está decidida a demostrar que es tan brillante como cualquier hombre y que puede descubrir todos los secretos que guardan los genes, aunque la exposición constante a los rayos X ponga en riesgo su vida. Cuando finalmente la estructura de doble hélice del adn se le revela con perfecta claridad, son sus colegas, y no Rosalind, quienes reciben el crédito. La nueva y poderosa novela de Marie Benedict, autora bestseller de The New York Times, cuenta la vida de una mujer que sacrificó todo para descubrir la naturaleza de nuestro adn, pero que fue injustamente olvidada por la historia.

The Royal Mint acaba de emitir la segunda moneda de la serie «Innovación en la ciencia» en la que nos acerca a un personaje, Rosalind Franklin, que no obtuvo todos los reconocimientos que merecía a pesar de ser una de las personas que participó de forma decisiva en el descubrimiento de la estructura del ADN. Con esta moneda se quiere recordar a esta ilustre química y cristalógrafa que descifro parte del secreto de la vida.
La brillante mente y la incansable dedicación de Rosalind Franklin permitieron avances en múltiples campos. Más conocida hoy por su investigación sobre el ADN, Franklin era una autoridad mundial en la estructura química de los virus. Fallecida a los 37 años, no consiguió disfrutar el enorme éxito de sus trabajos.

La moneda ha sido diseñada por David Knapton, cuya composición está inspirada en la inexactitud histórica y la falta de crédito del papel de Rosalind Franklin en el descubrimiento de la estructura del ADN. El motivo representado con técnicas de impresión de la época, muestra el nombre de Franklin dispuesto en forma vertical, junto con la primera representación del ADN, tomada de la Foto 51.
