Foto: Gabi

La Navidad que se come en silencio: la una de la madrugada en el sur de Italia.

En algunos barrios antiguos del sur de Italia, especialmente en pueblos pequeños de Calabria, Basilicata y Sicilia interior, la Navidad no estalla.

No hay risas fuertes.
No hay música alta.
No hay brindis ruidosos.

La Navidad empieza… a la una de la madrugada.

Las casas están en penumbra. Las calles están vacías. Las ventanas dejan escapar una luz tibia, casi temerosa. Dentro, las familias se sientan alrededor de la mesa después de volver de la misa nocturna, pero no hablan.

Comen en silencio.

No porque estén tristes.
Sino porque así se ha hecho siempre.

La tradición viene de tiempos muy antiguos, cuando la Navidad era una noche de recogimiento absoluto. No una fiesta, sino una vigilia. El mundo debía callar para que algo pudiera nacer.

Durante siglos, en estas comunidades campesinas y profundamente católicas, la medianoche marcaba el paso simbólico entre un año viejo y uno nuevo, entre la oscuridad y la promesa. El silencio no era vacío. Era respeto.

Respeto por el tiempo.
Por los muertos que ya no están.
Por los que nacen.
Por los que siguen.

La cena suele ser sencilla: pan, sopa caliente, algo de pescado, un poco de vino. Nada excesivo. Nada ostentoso. Cada gesto es lento. Cada movimiento parece pensado para no romper algo invisible.

Los niños aprenden pronto que esa noche no se corre, no se grita, no se juega. Se está.

Se mira a los abuelos.
Se mira la llama de una vela.
Se escucha el sonido de los cubiertos.

Y en ese silencio, muchas veces, aparecen recuerdos que durante el año no tienen espacio. Personas que faltan. Historias que no se cuentan en voz alta. Emociones que no caben en una conversación normal.

Por eso esta Navidad no se vive hacia afuera.

Se vive hacia adentro.

Y cuando termina la cena, nadie aplaude. Nadie celebra el final. Simplemente se levanta la mesa, se apagan algunas luces y cada uno se va a dormir con la sensación de haber atravesado algo sagrado, aunque no se sepa bien qué fue.

Mientras en muchos lugares la Navidad es ruido para olvidar, aquí es silencio para recordar.
Y por eso, a la una de la madrugada, en estos barrios del sur de Italia, no se festeja la Navidad.

Se la escucha.

-Vía: Datos históricos

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