.cartas a la Europa Interior-3-Chéjov

Scroll down to content
«Leyendo a Chéjov
siento como si los propios ángeles
me estuvieran cantando…»
Eudora Welty
 Imagen
Antón Chéjov y Olga Knipper
Antón Chéjov era un médico ruso que escribió obras de teatro, autor ,de El tío Vania, entre otras piezas extraordinarias.
El paisaje es álamos y abedules amarillentos, un cielo alto,  cirroso, y unas casas aisladas entre el herbazal: se llaman dachas, son las casas de campo rusas.
Este pequeño párrafo nos sirve de toma de contacto de su manera de expresarse, en una relación sentimental:
Melijovo, 16 de junio de 1899
«¿Qué significa esto? ¿Dónde estás? Te obstinas tanto en no enviarme noticias tuyas que me pierdo incesantemente en conjeturas y ya empiezo a pensar que me has olvidado y que te has casado en el Cáucaso. Si tal cosa es cierta, ¿con quién? ¿Has decidido abandonar los escenarios?…»
La casa de Chéjov es conservada como museo y hay un Teatro Chéjov en Taganrog en el que se representan sus obras con ciertas regularidad.
Su producción literaria se caracteriza por su perspicacia psicológica y su amor agridulce. En especial, refleja la decadencia de la aristocracia rural de su época a punto de ser engullida por los nuevos tiempos.
El gran amor de su vida fué la actriz Olga Knipper, que representaba sus obras de teatro en Moscú mientras él, a causa de sus problemas pulmonares, seguía viviendo en el sur de Rusia.
Carta de Olga a Chéjov
29 de Septiembre de 1899
«(…) No puedo dormir. Lo terrible ha tenido lugar e indudablemente todo el mundo se encuentra mal. La obra ha sido recibida con frialdad, nuestro estado de ánimo entre bambalinas era lúgubre… Nemirovich tiene razón, tendríamos que haber iniciado la temporada con El Tío Vania. Me imagino que mañana todos los periódicos se pondrán a atacarnos… Desde ya hace tiempo hay muchos que están esperando la ocasión de echársenos encima…»
Carta de Chéjov a Olga 
30 de Septiembre
«(…) Te escribo y durante este rato echo vistazos por la enorme ventana: hay una vista infinitamente larga, una vista sencillamente imposible de describir. No te enviaré una foto mía hasta que no haya recibido la tuya, ¡oh, serpiente! En modo alguno te he llamado yo «pequeña serpiente», como dices. Eres una serpiente, no una pequeña serpiente, una serpiente enorme. ¿Acaso no resulta halagador?
Bueno, te estrecho la mano, me inclino profundamente y toco el suelo con la frente, mi muy honrada…»
19-28 de enero de 1900
Olga a Chéjov
«(…) Durante este invierno me he agotado, estoy extenuada, me siento incapaz de ordenar mis pensamientos y además he de confesar que no tengo muchos. Espero con impaciencia el día de nuestro reencuentro…»
Chéjov a Olga
Yalta, 10 de febrero de 1900
«(…) Querida actriz: el invierno es muy largo, no me he encontrado muy bien, hace casi un mes entero que nadie me escribe… y he decidido que no tenía más remedio que salir al extranjero, donde uno no se aburre tanto (…).
Y tú, ¿por  qué te entregas a la melancolía? ¿Por qué razón?
Tú vives, trabajas, esperas y bebes, te diviertes cuando tu tío te lee… ¿qué más necesitas? En cuanto a mí, es harina de otro costal. Yo he sido arrancado de mi tierra, no vivo una vida plena, no bebo, por más que me guste beber; me gusta el ruido y no lo entiendo; en una palabra, soy como un árbol transplantado enfrentado a su dilema: ¿echará raíces o empezará a secarse? Si a veces en mis cartas me permito quejarme de aburrimiento, tengo alguna razón para ello, pero ¿tú?…»
Todas las cartas están escritas entre 1900 y 1901, cuando sólo faltaban tres años para la muerte del escritor:
1 de mayo de 1900, Olga, desde Moscú, a Chéjov, en Yalta
«(…) Hace frío, cae la lluvia y yo me siento melancólica. Me averguenza no haberte enviado hasta el momento ni una sola palabra. En cierto modo ni siquiera me he acostumbrado todavía a mi habitación, voy errante y no sé qué hacer conmigo misma y con los demás. Me apetecería ir al sur, al calor, sentir el sol en el corazón; actitudes epicúreas , ¿verdad? (…) Yalta ha desaparecido como en un sueño. Me produce un enorme placer recordar cuán felices fueron los primeros días pasados contigo, cuando yo todavía no era actriz. Sólo lamento que estuvieras indispuesto…»
 

6 de Agosto. Olga de Chéjov en uno de sus viajes de vuelta a Moscú
«(…) Ayer, al separarme de ti estuve largo rato mirando la oscuridad, estaba muy afligida. Desde luego, lloriqueé. ¡He vivido tantas cosas durante esta breve estancia en tu casa! En estos momentos ni siquiera soy capaz de escribir claramente, me limito a pensar de forma inconexa. Ayer me resultaba siniestro volver sola, alejada de todo, y de repente todo ha reventado. Pensaba en tí sin cesar… Ahora va en el ómnibus, ahora está en casa de Kist, ahora se ha despedido y se ha ido a pasear por la ciudad…»
El 9 de Agosto Chéjov está escribiendo Las tres hermanas, pero el hecho de estar solo lo enfurece: «Me aburro, rabio, me consumo (…) Tengo la impresión de que la puerta va a abrirse y vas a aparecer tú. Pero tú no entras.»
El 18 de Agosto, Chéjov le cuenta que no encuentra la paz suficiente en Yalta: «En cuanto me veo ante la hoja de papel se abre la puerta y se cuela cualquier bruto.»
El 24 de Septiembre, Olga le escribe: «¿Por qué no vienes aquí, Antón?. No comprendo nada. No escribo porque estoy esperándote, porque tengo muchas ganas de verte. ¿Qué es lo que te retiene? ¿Qué es lo que te atormenta? No sé qué pensar, estoy muy inquieta.»
El 27, Chéjov responde:
«…Olga, querida mía, mi pequeña actriz maravillosa, ¿por qué ese tono, ese humor quejoso y amargo? ¿Realmente soy tan culpable? Pues bueno, perdóname, querida mía, mi zagala, no te enfades, no soy tan culpable como te lo hace creer tu desconfianza. Hasta el momento no he podido ir a Moscú porque estaba enfermo, no hay otro motivo, te lo aseguro, querida, te doy la palabra. ¡Palabra de honor! ¿Me crees?
(…) Pobres árboles, especialmente los del monte de aquí al lado, que durante todo el verano no hay recibido ni una sola gota de agua y están completamente amarillos, es como las personas que no reciben ni una gota de felicidad a lo largo de toda su vida, hay que creer que es así.
11 de diciembre de 1900. Olga a Chéjov
«(…)  No puedo hacerme a la idea de nuestra separación. ¿Por qué te has ido, cuando deberíamos estar juntos? Ayer, cuando el tren se alejaba y tú con él, sentí por primera vez con agudeza que nos separábamos de verdad. Caminé durante mucho rato tras el tren, como si no me lo creyera, y de repente estallé en sollozos; lloré mucho, como no lloraba desde hacía muchos, muchos años. Estaba contenta de que Lev Antómovich estuviera conmigo, sentía que él me comprendía y no me daban ninguna verguenza mis lágrimas.
(…) Recuerdo incesantemente nuestra despedida y la de ayer. Cuanto más fuerte y más limpia ha sido esta última, ¿verdad?
(…) Viviré y trabajaré, no estaré triste y pensaré en la primavera, en nuestro reencuentro…»
Es curioso ver cómo se imaginaban el uno al otro pocas horas después de separarse, mientras se escribían cartas como ésta:
«Aún no son las cinco, y a las nueve estarás en Varsovia. Presta atención, no cojas frío al cambiar de tren y, por el amor del cielo, protégete y no te enfades conmigo si te hablo así, querido mío, y sigue llamándome como en el pasado: mi alma, cachorrillo, y chiquilla valerosa, ¿te parece?.»
Chéjov pasó el invierno de 1900 en Niza, huyendo del riguroso invierno de Moscú. La siguiente carta procede de esa ciudad mediterránea:
 

Niza, 2 de enero de 1901. Chéjov a Olga
«(…) ¿Estás triste ahora, alma mía, o alegre? No estés triste, mi dulzura, vive, trabaja y escribe más a menudo a tu Antón. (…) Descríbeme aunque sólo sea un ensayo de Las tres hermanas. ¿No hace falta añadir o suprimir algo? ¿Actúas bien, corazón? ¡Presta atención! No adoptes una expresión afligida en ninguno de los actos. Enfadada si, pero no afligida. Las personas que llevan consigo el pesar desde hace mucho tiempo acaban acostumbrándose a él, sólo silban de vez en cuando y a menudo están pensativas. De modo que tú también debes quedarte pensativa en el escenario con bastante frecuencia durante las conversaciones. ¿Comprendes?
(…) Te beso las dos manos, los diez dedos y la frente y te deseo felicidad y más amor, que dure muchísimo, por ejemplo, quince años. ¿Tú crees que puede existir un amor así? En mí sí, pero no en tí. Sea como sea, te abrazo… Tu Toto…»
21 de enero de 1901. Chéjov a Olga desde Niza
«(…) Queridita mía, la confesión de Macha en el tercer acto en modo alguno es sólo eso; se trata de una discusión abierta. Llévala con nervio, no con desesperación, no grites, sonríe de vez en cuando, llévala adelante de este modo para hacer que se sienta, esencialmente, lo largo de la noche. Y también para hacer ver que tú eres más inteligente que el resto de tus hermanas.
Durante un tiempo, mientras viajaba, Chéjov perdió contacto con Olga, con la que se casaría ese mismo año. El 22 de abril de 1901 escribe:
» Llegaré a Moscú en los primeros días de mayo. De ser posible nos casaremos y saldremos hacia el Volga. (…) Iremos adonde tú quieras. Luego pasaré todo el invierno o gran parte del mismo contigo en Moscú, en el piso. A condición  de que yo me halle en forma y no esté enfermo. La tos me arrebata toda la energía, pienso sin entusiasmo en el porvenir y escribo sin garra. Pero tú piensa en el porvenir, sé mi amante, como tú dices, y así también yo llegaré a serlo; de otro modo no viviremos, sino que nos zamparemos la vida a razón de más de una cucharada sopera cada hora…»
La infancia de Antón fué muy dura: fué almacenero, cantante de coro y estudiante en su juventud; educado en la sumisión a sus superiores, golpeado, iba casi descalzo en un clima helado, se peleaba con los amigos, disfrutaba con las visitas a los parientes ricos, y se mostraba falsamente ante Dios y los hombres, hasta que al despertarse una mañana empezó a sentir que por sus venas ya no corría sangre eslava, sino la verdadera y digna sangre humana. 
18 de septiembre de 1902. De Olga a Chéjov:
«(…) ¿Por qué me siento tan terriblemente mal, por qué esta opresión, este estrechamiento del corazón? ¡Que plenitud la de este verano! (…) ¿Se repetirá? En el balcón todos los postigos estaban cerrados, colgaban tristemente, melancólicamente, sólo el viento los movía y arrastraba las anillas metálicas por el suelo; era el único sonido que desgarraba el silencio. He corrido hacia la pequeña bahía mirando el agua sombría, fría, color de acero, mirando las orillas (…) Te veía por todas partes, a tí, mi tierno poeta, suave y brillante…»
La última carta es del 20 de abril de 1904, desde Yalta.
Chéjov morirá el 2 de julio de ese año en la Selva Negra alemana, en un pueblito llamado Badenweiller…
«Mi querido cachorrillo,(…) esto es aburrido, no hay primavera y además no estoy en forma. Ayer tuve que correr al servicio por lo menos cinco veces por más que no coma nada especial (sigo la dieta) a lo que se añade la tos. (…) Me aburro mucho sin mi mujer, pero me da miedo echarme una amante  (…) Llueve  (…)  Preguntas qué es la vida. Es como si nos preguntáramos qué es una zanahoria. Una zanahoria es una zanahoria es una zanahoria, y no sabemos nada más al respecto.
(…) Pásalo bien, no te aburras, no estés triste, pronto volverás a ver a tu marido. Te abrazo y te pongo la zancadilla. Tu Antón…»
«Escribes.
Me vuelva hacia donde me vuelva, no hay más muros. La vida es muy grande, muy vasta, y no se ve nada con claridad…»..
Antón Chéjov
Selección de Teodoro Gómez Cordero
Transcripción de Gabi

 

4 Replies to “.cartas a la Europa Interior-3-Chéjov”

Replica a mariposadel67 Cancelar la respuesta