«Sólo entenderemos plenamente el milagro de la vida
cuando permitamos que suceda lo inesperado».
Paulo Coelho
«La mayoria de nosotros ha experimentado en un momento u otro sucesos extraños e inexplicables: alguien llama en el preciso momento en que pensábamos telefonearle; llega una carta que contiene justamente la información que necesitamos ese día; se cae un libro de la estantería, lo abrimos y las palabras que leemos son una revelación; tomamos el tren y nos sentamos al lado de alguien que resulta ser un catalizador vital para futuros acontecimientos.
¿Cómo suceden estas cosas y, más importante aún, por qué suceden y qué sentido tienen?…
Estas preguntas se hace Deike Begg en Syncronicity: The Promise of Coincidence (Sincronía:Coincidencias proféticas), el libro, de los que he leído, que mejor explica el misterio de las coincidencias inesperadas como don espiritual.»Con mucha frecuencia, los fenómenos de sincronía son anuncios de acontecimientos próximos importantes; en otras ocasiones son señales de consuelo que nos aeguran que «todo saldrá bien».
También pueden ser postes indicadores que nos enseñen por dónde continuar, o por dónde no seguir. Una y otra vez, nos producen la sensación de estar en contacto con algo que nos cuida, que defiende nuestros intereses y que se presenta tanto si lo invocamos como si no».
Delante de la capilla de Newton hay un viejísimo manzano bajo el cual me siento lo más a menudo que puedo, apoyada en el tronco. Cada vez que lo hago, me sorpren do de la casualidad que me ha conducido allí y que ha vinculado mi vida cotidiana con una de las coincidencias más cósmicas del mundo: la caída de la manzana mientras Sir. Isaac Newton descansaba bajo un árbol como aquél, decepcionado y cansado de que el experimento que estaba llevando a cabo con tanta minuciosidad y corrección diera resultados tan erróneos. A finales de verano y en otoño, cuando las ramas están cargadas de fruta, tengo cuidado al sentarme porque, de vez en cuando, cae una manzana y, después de mi lesión en la cabeza, tengo cierta prevención contra las esferas de movimiento veloz. Y las manzanas caen rectas. No se desvían a la izquierda, ni zigzaguean. Plop. Se desploman. Directamente al suelo. Newton había visto caer muchas en su vida , pero aquel preciso día del verano de 1666 la caída de aquella en concreto se convirtió en catalizador de uno de los momentos más significativos de la ciencia. Newton, demasiado fatigado para nada que no fuese estar receptivo, comprendió con una nueva visión aquel suceso tan corriente.
L.T. More, uno de los biógrafos de Newton, escribió en 1934: «Era un incidente vulgar que había sido constatado miles de veces sin despertar interés; en esta ocasión, en cambio, como el clic de un interruptor que pone en funcionamiento una gran máquina, fué la sacudida que despertó a su mente y la puso en marcha.» Hoy, los estudiosos consideran que la anécdota es apócrifa, pues resulta demasiado simplista. Sin embargo resulta fascinante que la palabra «apócrifa«, que viene del griego, significara «oculto, secreto», aunque hoy tenga el sentido de «inventado, falso». De hecho, Newton mantuvo el secreto el asunto de la manzana durante veinte años. Puede que el funcionamiento del universo venga codificado en enigmas, pero los acertijos son cosa corriente. Y las revelaciones que nos ayudan a comprender nuestro lugar en él son siempre simples, tan sencillas, que causan perplejidad, sobre todo a quien las experimenta, aunque suenen a chino a los demás. Deike Begg, psicoterapeuta y astróloga británica, explica:»Una manifestación de sincronía no sólo tiene algo de misteriosa, de ultramundana, inexplicable y maravillosa, sino que también posee un sentido importante para la persona que la experimenta».
En 1929, el psicólogo suizo Carl Jung propuso por primera vez al mundo el concepto de sincronía: la coincidencia de dos hechos totalmente independientes que, unidos como piezas de un rompecabezas, adquieren un profundo significado personal para un individuo determinado. El alma de la sincronía es el sentido que nosotros vinculamos a esta coincidencia. El espíritu es muy preciso, muy concreto.
Ciertamente, la cadena mística de hechos azarosos que me condujo a escribir este texto en el refugio sagrado de Isaac Newton, casi tres siglos y medio más tarde, fué un ejemplo de sincronía. Sin embargo, yo estab abierta, receptiva a ella, incluso anhelante; asi, siguiendo uno tras otro sus impulsos, extraños (para el resto del mundo) e intuitivos, me vi conducida, sonriente, hasta el final del prodigio. «Nuestra interpretación de las señales depende de lo sensibles que seamos a las llamadas de un mundo que está más allá de nuestros límites físicos», dice Deike Begg. En efecto, con la misma facilidad que podemos permitir que los sucesos de sincronía nos conduzcan en otra dirección, podemos también «bloquearlos deliberadamente». Somos más propensos a desoír nuestro sentido del «conocimiento» cuando percibimos que tenemos el control de nuestra vida, cuando nuestros planes funcionan. Pero cuando los proyectos que hemos trazado con más cuidado se vuelven locos y nos entra el pánico, solemos dudar y la confusión crea una pequeña división cósmica entre razón y alma. Afortunadamente. Así, elazar tiene su oportunidad. «A algunas personas, la sincronía las reconforta, pues les sugiere que están bajo el influjo del designio divino. A otras las deja petrificadas porque, para ellas, significa que no tienen el control, que en cualquier momento puede presentarse el Destino y darles una desagradable bofetada».
A veces utilizo la expresión «epifanías cotidianas» para describir esos momentos en los que, de repente, se enciende en nosotros una luz que transforma nuestra visión del mundo. La mayor parte del tiempo, lo que procesamos es la estática del mundo: más información de la que nadie necesita, noticias perturbadoras, opiniones de otros y un guirigay de cacofonías contradictorias. Pero muy de vez en cuando, una transmisión sintoniza el apasionado código morse del alma -los puntos y rayas de nuestra vida cotidiana-, enviando mensajes que se pueden percibir en lo pequeño, en lo simple, en lo común y corriente. En lo que tenemos delante de los ojos.
Considera las epifanías cotidianas unos sucesos de sincronías que se producen entre nous, maravillosa expresión francesa que remite a un secreto íntimo compartido entre dos personas solamente.
¿Entre Nous, tú…y quién?
«¿Es posible que existe otra «yo» que vive con el yo que conocemos, y que sepa más que nosotros?- se pregunta Deike Begg-. En efecto, parece que existe ese «otro» que sabe más, que ve el futuro y que tiene la ingeniosa capacidad de encontrar la vía más rápida de devolvernos a nuestro camino predestinado.»
Sí, existe y se llama tu Yo Esensual.
Como apunta Begg: «Se nos ha adiestrado y condicionado socialmente para fiarnos tan sólo de lo que podemos experimentar con nuestros cinco sentidos externos. Sin embargo, los auténticos sucesos de sincronía sólo pueden registrarse cuando nuestra conciencia normal, cotidiana, está desprevenida, y su sentido sólo puede comprenderse si nos permitimos «pensar» con esa otra mente nuestra, esa mente que puede establecer conexiones que no son evidentes a primera vista. El truco consiste en aprender a utilizar esa otra mente con un espíritu libre y un corazón abierto.»…
Sarah Ban Breathnach

