-alambrados en Bernal
«Y ahora, mamá, te miro profundamente en tus bellos ojos;
perdóname, te lo ruego,
perdóname por todos los disgustos que te he dado (…)
En suma, tú eres mi mujer más querida.
Tú tienes mi gran amor…»
Grecia-
«Hermano mío, soy el que ha recibido una condena más grave de todos los ajusticiados hasta hoy. Ninguno hasta ahora ha sido condenado tres veces a muerte y a tres años de reclusión. He batido un récord: ahora, mientras te escribo, río; no quiero que me lloréis. Quiero que reúnas a todos tus amigos en torno a una mesa y leas mi carta, y que bebáis por el reposo de mi alma…»
Ilias Kanaris
«Queridísima madre mía, heme aquí de nuevo. Estoy contento. Tan contento como no lo he estado en 36 años. Tan sólo sentimientos humanos ofuscan un poco mi felicidad, y esto proviene de la profunda compasión y piedad que siento por vosotros, sacrificados a mi felicidad.
Mamá, esta tarde a las dos y media también esta sombra habrá desaparecido, porque Dios ha querido contentarse con estos 36 años, tan escasos en verdaderos méritos. Que eterno ejemplo de bondad nos dá, contentándose con tan poco, y diciendo ya ahora: «Ven, muchacho». Y mamá, cómo me averguenzo pensando en tí, que has tenido una vida mucho más difícil y que todavía no has conquistado la felicidad suprema, la más sublime corona.
(…) Y ahora, mamá, te miro profundamente en tus bellos ojos; perdóname, te lo ruego, perdóname por todos los disgustos que te he dado (…) En suma, tú eres mi mujer más querida. Tú tienes mi gran amor. Y sé que esto te ayudará. Ahora lloras, y lo comprendo…»
Gerard Vinkensen
Polonia-
Solamente en Polonia murieron seis millones de personas, la mitad de ellos judíos, sobre una población total de 35 millones de habitantes.
Leo retazos sueltos de cartas… la primera es una carta en yiddish pasada a través de las alambradas:
«Queridos padres, aunque el cielo fuera papel y todos los mares del mundo tinta, no podría describiros mis sufrimientos y todo lo que veo a mi alrededor. (…) Mis pies sangran porque nos han sacado los zapatos (…) Todas las noches soldados borrachos vienen a pegarnos con bastones de madera, y mi cuerpo está lleno de cardenales como un trozo de madera chamuscada…»
La otra está escrita por una mujer llamada Olga Bancic, de Rumania, y va dirigida a su hija:
«Pequeña mía, mi querido amor, tu mamá te escribe la última carta, pequeñuela. Mañana, 10 de mayo, a las 6, ya no existiré.
amor mío, no llores, tu mamá tampoco llora. Muero con la conciencia tranquila y la seguridad de que mañana tendrás una vida y un porvenir más feliz. más tranquilo que lo tuvo tu madre. Amor mío, tengo tu imagen siempre ante los ojos…»
A estas alturas, el silencio es espantoso.
Se oye, sin embargo, la voz de Hitler en uno de sus discursos.
Delante de las consecuencias, estos gritos nos ponen a todos la piel de gallina.
Las luces emergentes del techo, dirigidas como focos reflectores sobre el suelo,
se mueven y muestran la sombra de alambradas.
Ya no puedo leer más, sólo algunos encabezamientos:
una carta está escrita con sangre en la manga de la camisa,
otra arrojada desde un camión camino del fusilamiento,
dictada por todos los condenados a uno de sus compañeros.
Pero ya sé lo que encontraré debajo: ´Muero por la patria, avisad a los míos, no estéis tristes…´
En muchos casos la víctima sabe que pocas horas después de ese momento dejará de sufrir,
que un velo negro se tenderá sobre él y su conciencia se desvanecerá en la nada, y estaría tranquilo,
como muchos pretenden estarlo, de no ser por el sufrimiento de sus seres queridos.
No es lo que viene, no es el misterio de la resurrección, la vida eterna o el infierno, lo que preocupa a los que van a morir,
son las personas que se dejan atrás, los lazos invisibles que hasta el último momento unen a los seres humanos con la vida,
porque no estamos solos en este mundo.
La luz… la luz que hay detrás de la cortina negra y de la puerta que nos separaba de la calle era cegadora…
Impresionado, salgo a la calle, me dejo envolver por el ruido de los coches, el murmullo del todo y la nada,
sé que cualquier día todo esto puede ser destruído por el capricho y la ceguera de los seres humanos,
y no nos quedará otro recurso que escribir las cartas más tristes del mundo…»
Selección de Teodoro Gómez Cordero
Transcripción de Gabi


Me rompen el corazón estas cartas, pero es importante no olvidar, traer a la memoria de vez en cuando para aprender de las verdades profundas que encierran estas cartas teñidas de sangre y dolor.
Un abrazo
Me gustaMe gusta
A mi también! Pero es bueno y necesario hacer este recorrido. Leer y escribir cartas es otra manera de encontrarse con uno mismo. Y también ver la humanidad entera, en un trozo de papel!
Un abrazo
Me gustaMe gusta