
Luna Park. Una noche en 2002
«Supe que no llegaría a la verdad inventada si aceptaba la peluca, si me convencía de que país nuevo era vida nueva y que el amor se cambia como una camisa. Los últimos tiempos de Buenos Aires habían sido una buena zona de turbulencia, algo como una lustración a puñetazos; en la soledad de los primeros tiempos de París volví sin buscarlo ni rechazarlo a una escritura cargada de pasado, de temas vividos o imaginados en esa otra soledad provinciana de tantos años de empleos perdidos en lo más amargo de la pampa. Y volvía a escribir como antes, desdoblado y obediente ante esas rémoras de la nostalgia que eran mi antipeluca, a la vez que ávidamente entraba en la verdad inventada, inventada por mí cada día simplemente porque había decidido hundirme en ella y hacerla mía, sin pena ni olvido como me lo cantaba una voz tan querida a cada rato, en cada café del recuerdo.
¿Un antes, un después? Sí, en los calendarios, pero no en esa misma lapicera que seguía escribiendo desde la misma mano.»
-Julio Cortázar («Salvo el crepúsculo» Alfaguara pág. 244)
