
(Julio Cortázar y Aurora Bernardez)
Cortázar fue un lector minucioso y apasionado que tomaba partido en todo aquello que leía.
En sus libros no es difícil encontrar notas, señales y, a veces, comentarios manuscritos en los márgenes que se convierten en un auténtico diálogo con el autor.
Así, algunas de sus páginas aparecen repletas de subrayados, paréntesis, flechas y asteriscos, como éstas de Paul Valèry cuidadosamente anotadas, en las que, por ejemplo, se lee: «Pero no hay conflicto alguno, hombre, la comunicación intelectual no excluye la soledad».



Los comentarios, en otras ocasiones, bordean lo anecdótico, como esta frase que anota en la Antología de Pedro Salinas, llena también de señales y comentarios: «Leo en un restaurante de Rothemburg ob der Tauber. Hace frío. Mucho Weiss Wein» (vino blanco).

Otras veces las notas no son, ni mucho menos, tan inocentes. En Poesías completas, de César Vallejo, incluye un comentario, muestra de sus conocimientos poéticos. Así, bajo el título de la cubierta, «Los heraldos negros», escribe:
O sea: post-Darío
Lugones
Herrera y R
Nervo
Chorcano (¿?)
Vargas Vila
Indirectamente
Laforgue
Ejemplo: «Al ver que la penumbra gualda y roja Lleva un trágico azul de idilios muertos».
(p. 52)


Ocurre en ocasiones que tampoco se anda tanto por las ramas. «MERDE!», por ejemplo, anota en la última página de la Antología del humor negro, de Breton. También hay anotaciones como éstas: «Retórica barata, viejo», «Abandono en la página 76», o las dos líneas escritas en el libro de Valle-Inclán Águila de blasón: «Enorme y triste parodia ni comedia ni bárbara».


Dos ejemplos más de este celo escrupuloso de Cortázar con sus lecturas son los comentarios que desliza en dos libros de Cernuda.
En el primero, La realidad y el deseo, pregunta con cierta ironía: «¿A quién?», bajo el título de su poema «Homenaje», y escribe en la página anterior: «Aquí una adjetivación suntuosa, excesiva. ¡Pero cómo ordenar tanta sustancia peligrosa un ritmo sobrio y una estructura severa!».


En el otro, Poesía y literatura, excluye a Galdós de una cita en la que aparece junto a Dostoievski, Shakespeare y Cervantes. «No hombre, por favor!», escribe en el margen.


También aparece anotado Poeta en Nueva York, de Lorca, en la mítica edición de Bergamín, Editorial Séneca, 1940.
En una de sus páginas escribe, sencillamente, «Poesía!». Y en otro de los poemas, un comentario que demuestra su conocimiento de la obra del poeta. «Prefiero la versión primera, la que leí en Poesía allá en 1935. (Esa versión —para mí definitiva— aparece aquí en apéndice)».


Y para terminar, algo de la demoledora ironía cortazariana. En el libro de Rilke Cántico de amor y muerte, un error de impresión hizo que las primeras páginas no aparecieran impresas. En una de estas páginas en blanco anota Cortázar: «Esta es la parte más sustanciosa del prólogo de herr Helke».


a Cortázar le molestaban profundamente las erratas. Y son muchos los libros que presentan algún error tipográfico corregido.
Hay dos casos, sin embargo, en los que Cortázar no sólo corrige las erratas sino que, además, se dirige a la persona que, piensa, es la responsable de las mismas.
El primero es el libro Confieso que he vivido, de Neruda, en el que anota: «¡Ché Otero Silva, qué manera de revisar el manuscrito, carajo».
El otro, la edición de La realidad y el deseo, de editorial Séneca, en cuyo colofón y donde pone: «bajo el cuidado tipográfico del poeta Emilio Prados», introduce una nota a mano en la que dice: «el descuido».



Fuente: Centro Virtual Cervantes
