
«Para hacer una pradera se necesitan un trébol y una abeja,
un trébol y una abeja
y ensueño.
Bastará con el ensueño
si las abejas son pocas.»
«¡Soy Nadie! ¿Y tú, quién eres?
¿Nadie, también?
¡Somos dos, entonces!
¡Calla!, podrían descubrirnos.
¡Qué tedioso ser Alguien!
¡Cuánto impudor, cual una rana,
repetir tu nombre todo el día
ante una charca admirativa!»
«Jugamos con engrudo
hasta verlo apto para perlas;
luego, arrojamos el engrudo
y nos sentimos unos tontos.
Las formas, no obstante, eran similares
y nuestras nuevas manos
aprendieron las tácticas de las gemas
practicando con arena.»
«Si puedo evitar que un corazón se rompa
no habré vivido en vano
si puedo aliviar una vida de dolor
o entibiar una pena
o ayudar a un petirrojo caído
devolviéndolo a su nido
no habré vivido en vano.»
-Emily Dickinson
Aunque nunca se alejó de la civilización para sumergirse en la vida silvestre, la poeta norteamericana Emily Dickinson (1830-1886) recorrió días tras día las siete hectáreas que rodeaban su casa para entregarse a dos actividades que la fascinaban: observar pájaros y recolectar muestras de plantas autóctonas para su herbario.
“Espero que a ti también te gusten los pájaros. Es económico. Te ahorra ir al paraíso”, supo escribir.
Emily Dickinson fue una poeta norteamericana destacada, así como una más entre muchos escritores y poetas naturalistas