«Fueron años y años de jugar pulseadas; la nuestra es una historia larga, estás en mi vida hace más de lo que puedo recordar. Siempre susurrándome lo que me falta, siempre buscando reconocimiento, siempre pidiendo más. Uf que cansancio.

Estoy cansada de que te robes el disfrute de todas las primeras veces, de que colonices mis espacios de juego, de que apagues mis intentos. Pero sobre todo, cansada de que pongas en duda mi valor, de que magnetices mi atención hacia cualquier otro lado que no sea mis adentros. De que me enseñes que la suficiencia que corre por mis venas no es segura.

Tu fragancia es pegajosa y aprieta, tus pasos son tan abrumadores que, en algún momento, intimidada por tu presencia, renuncié a siquiera intentarlo. Empecé a hacerme humo para que no me vieras, para que no me molestaras. Puse sueños y deseos en un cajón y de a poco fui perdiendo mi voz. Con tal de esquivarte empecé a suprimir las opciones de que volvieras a aparecer. Si no arriesgo, no me exijo. Si no hago, no me juzgo.

Necesitaba respirar, necesitaba que nos tomáramos un recreo. Me cansa tener que justificar mi existencia haciendo, y no solo haciendo, haciendo BIEN.

Hoy te veo tocando mi puerta y susurrándome un sin fin de cosas. Tu voz ya no es tan fuerte como antes, o quizás ahora hay voces que cantan con más potencia, no lo sé. Pero lo que sí sé es que ya no tengo más ganas de jugar a este juego. No tengo ganas de exigirme, no quiero compararme, no quiero controlar más. Quiero disfrutar, desear, celebrar. Quiero hacer poesía mi creatividad, danzar con la suavidad, quiero hacerle el amor a lo liviano. Y para eso necesito espacio. Hay energías que necesito dejar de alimentar.

También veo que detrás de tu voz hay mucho miedo. Es tanto lo que generas en mi que no puedo estar presente cuando me tomás.

Siguiendo tu ritmo, me pierdo del mío.

Empiezo a responder a tu estándar y me olvido de lo que necesito. Nuestro encuentro no me nutre, no me potencia, mi energía está necesitando otra cosa.

Pareciera que es una carta de despedida, pero no, solo te digo que te veo. Te siento. Veo el miedo que tenés, veo tu terror a no poder, el pánico a perderte en el túnel de la frustración. Por eso esto no es una despedida, no te voy a rechazar, pero si voy a dejar de alimentarte.

Esto es un re-ordenamiento. Necesito poner mi voces en orden y hoy el disfrute y el deseo pulsan más. Porque la realidad es que, si bien el impacto que tuviste en mi vida fue inmenso, mi fuego nunca se apagó, todavía siento las cenizas.

Cenizas que desean arder sin forma.

Y adivina que? Por primera vez, me siento deseante ante la incertidumbre. Ya no me achico. Vuelvo a ponerme los zapatos dispuesta a correr y tropezar las veces que sean necesarias.

No corro de vos, corro con vos. Pero ya no serás la voz que comande mis movimientos sino una más entre tantas fuerzas que me componen.

Por fin decidí dejar de nutrir a quien me habla y empecé a fortalecer a quien oye.

Esa presencia que quiere vivir la vida toda sin jaulas ni ataduras.

Un abrazo,»

-Sofía Villalonga (Vía «Selva Inconsciente»)

6 Replies to “.carta a mi exigencia”

    1. Absolutamente!
      Tratarnos con ternura, ser más pacientes con nuestros procesos, entender que la exigencia es buena para superarse y ser mejor, pero en ese camino, estar presentes con lo que sucede, fluir, tomar los «errores» para aprender y ser más fuertes.
      Una mirada distinta que contemple la amistad incondicional con nosotros mismos.
      Gracias por tu aporte!

      Le gusta a 1 persona

      1. ¡Gracias a ti por tan bella reflexión! Coincido plenamente: el equilibrio entre la autoexigencia y la ternura hacia uno mismo es clave para crecer sin perdernos en el intento. Ser nuestros propios aliados, acompañarnos con paciencia y comprensión, transforma por completo el camino. Qué valioso es leer palabras que nutren el alma. Un abrazo grande y gracias por compartir tu mirada. 🌿✨

        Me gusta

      2. Tu mensaje irradia calidez y sabiduría. ¡Que ese abrazo llegue hasta tu alma y te recuerde siempre tu propio valor! 🙏✨

        Ojalá todos cultiváramos esa «amistad incondicional» con nuestro ser… el mundo sería mucho más luminoso.

        ¡Gracias por compartir esta joya del budismo! 💛

        Me gusta

Replica a Lincol Martín Cancelar la respuesta