«Sin embargo, antes de llegar al verso final ya había
comprendido que no saldría jamás de ese cuarto, pues
estaba previsto que la ciudad de los espejos (o los
espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la
memoria de los hombres en el instante en que Aureliano
Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y que todo
lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para
siempre, porque las estipes condenadas a cien años de
soledad no tenian una segunda oportunidad sobre la tierra.»
-Gabriel García Márquez («Cien años de soledad»)