Dentro de un momento franqueará Buenos Aires, y Rivière, que prosigue
su lucha, quiere oírle. Oírle nacer, rugir y desvanecerse, como el paso formidable
de un ejército en marcha hacia las estrellas.
Rivière, cruzados los brazos, pasa por medio de los secretarios. Ante una
ventana, se detiene, escucha, y medita.
Si hubiese suspendido una sola salida, la causa de los vuelos nocturnos
estaba perdida. Pero, adelantándose a los débiles, que mañana desaprobarán
su actuación, Rivière, durante la noche, lanza esta nueva tripulación.
¿Victoria? ¿Derrota…? Estas palabras carecen de significación. La vida
está por debajo de esas imágenes y prepara ya otras nuevas. Una victoria
debilita a un pueblo, una derrota despierta a otro. La derrota que ha sufrido
Rivière es tal vez una enseñanza que aproxima la verdadera victoria. Sólo
importa el acontecimiento en marcha…
Apéndice:
Extracto de la nota “El Principito aterrizó en
Argentina” aparecida el año 2000, en la revista del
diario Clarín (y retocada para esta edición digital