Para que un corazón herido te dé su amor, primero tienes que darle tú el tuyo.
No se llega a un corazón herido con expectativas, críticas, consejos, ni exigencias.
Un corazón herido puede recubrirse de espinas como medida protectora. Puede que un día concluyese, “no volveré a unirme sentimentalmente a nadie, duele demasiado el desamor”. Puede que la soledad y la desconfianza lo hiciese huraño y desapegado. Puede que el aislamiento lo recubriese de fría autosuficiencia. Pero en su interior late una tierna esencia con anhelo de caricias, deseando la cercanía de un vínculo seguro.
Para conectar con un corazón herido, primero hay que colocarse el sombrero de la paciencia, las gafas de la compasión, el traje de la generosidad y los zapatos de la constancia.
-Carmen Guerrero