Credits: Whooli Chen
«Nada es más claro para mí
Que el misterio de la muerte
Ni más oscuro
Que la misma luz del sol
La sombra brota de mi pluma
Y alcanza el cielo entero
Dama de traje infinito
Baila a solas con la luz
Siempre detrás de las cosas
Siempre a la espalda de todo
Con su gran cola vacía
Y su llamarada
Semejante a este poema
Que apenas logro escribir
Y ya no es nada…»
-Jorge Eduardo Eielson (1921-2006)
Jorge Eduardo Eielson fué un artista plural, un espíritu libre, vivió gran parte de su vida en Europa sin dejar de estar presente en su tierra, desarrollando su obra poética y plástica con una coherencia y aliento irrepetibles. Trazó con su vida una búsqueda que lo fué llevando del surrealismo al arte conceptual para desembocar en una poesía cada vez más transparente.
Eielson sabe que ser peruano o latinoamericano, es ser «un incansable manantial de razas y mitos que fermentan»… Entonces escribe y simultáneamente interroga lo escrito; afirma y duda; construye y luego deja que el silencio y la ironía o la nada se extiendan sobre el poema recién terminado. El silencio después del poema, el silencio a través de la escritura son una constante en las «Artes poéticas» que escribió y que como sus libros y su vida siempre fueron cambiantes, inesperadas y con un fino sentido del humor.
Los silencios de Eielson, la forma en las que erige sus esculturas verbales para derrumbarlas o socavarlas luego, se relacionan estrechamente con la arquitectura del poema, con el ritmo exacto y escueto de los versos.
En los poemas de Eielson hay una enunciación desnuda del mundo, que después, mediante un proceso de alquimia verbal, se trasmuta siempre en otra cosa que no es nada más de lo que se dice sino algo que «se queda balbuciendo» , suspendido en las redes que el poema teje.
El poema que sigue es una especie de poema-mantra-dibujo que se diluye a sí mismo, un trazo de caligrafía oriental y eterna, un puente entre mundos, entre el ser y no ser, la escritura y el silencio.
Como en un acto de prestidigitación verbal, el poeta mago hace aparecer el mundo con palabras, y con las mismas lo borra inmediatamente después. El mecanismo es exacto, elegante, incontrovertible. Lo esencial permanece, la nada ilumina al todo, a la vida entera, a sus elementos, y entre ellos, a nosotros, sus fantasmas mudables.
«escribo algo
algo todavía
algo más aún
añado palabras pájaros
hojas secas viento
borro palabras nuevamente
borro pájaros hojas secas viento
escribo algo todavía
vuelvo a añadir palabras
palabras otra vez
palabras aún
además pájaros hojas secas viento
borro palabras nuevamente
borro pájaros hojas secas viento
borro todo por fin
no escribo nada»
-Jorge Eduardo Eielson (1921-2006)