Kaii Higashiyama©, Fallen Leaves Dancing in the Wind
«La energía del mindfulness o atención plena es el bálsamo que reconocerá y sanará a nuestro niño interior.
Pero ¿cómo se cultiva esa energía?
La psicología budista divide la conciencia en dos partes, la conciencia mental y la conciencia-receptáculo.
La conciencia mental es nuestra conciencia activa.
La psicología occidental la llama «mente consciente».
Para cultivar la energía de la atención plena, tratamos de implicar a la conciencia activa en todas nuestras actividades para estar realmente presentes en todo lo que hacemos.
Queremos estar plenamente atentos cuando nos tomamos un té o cuando conducimos por la ciudad.
Cuando andamos, queremos ser conscientes de que estamos andando.
Cuando respiramos, queremos ser conscientes de que estamos respirando.
La conciencia-receptáculo, también llamada «conciencia raíz», es la base de nuestra conciencia.
En la psicología occidental se denomina «mente inconsciente».
Es el lugar en que se almacenan todas nuestras experiencias pasadas.
La conciencia-receptáculo tiene la capacidad de adquirir y procesar información.
Con frecuencia, la mente y el cuerpo van cada uno por su lado.
A veces realizamos nuestras actividades diarias sin ningún tipo de conciencia mental.
Podemos hacer muchas cosas sirviéndonos tan solo de la conciencia-receptáculo, y mientras tanto, la conciencia mental puede estar pensando en otras mil cosas.
Por ejemplo, cuando conducimos un coche por la ciudad, puede que la conciencia mental no esté pensando en absoluto en conducir, pero aun así podemos llegar a nuestro destino sin perdernos ni tener un accidente.
En esa situación, la conciencia-receptáculo funciona por su cuenta.
La conciencia es como una casa en la que el sótano es la conciencia-receptáculo, y el salón, la conciencia mental.
Las formaciones mentales como la ira, la pena o la alegría reposan en la conciencia-receptáculo en forma de semillas (bija).
Tenemos semillas de ira, desesperación, discriminación, miedo; tenemos también semillas de atención plena,compasión, comprensión, etcétera.
La conciencia-receptáculo la conforman todo el conjunto de semillas, y es a su vez la tierra que las preserva y las sustenta.
Las semillas están ahí hasta que oímos, vemos, leemos o pensamos algo que activa una semilla y nos hace sentir ira, alegría o pena.
Esta es la semilla que asciende al nivel de la conciencia mental y se manifiesta en ella, en nuestro cuarto de estar.
Ahora ya no la llamamos «semilla», sino «formación mental».
Cuando alguien activa la semilla de la ira, diciendo o haciendo algo que nos trastorna, esa semilla de la ira subirá al piso superior y se manifestará en la conciencia mental como la formación mental (cittasamskara) de la ira.
La palabra formación es un término budista para algo que se crea mediante la agrupación de muchas condiciones.
Un rotulador es una formación; mi mano, una flor, una mesa, una casa, todo eso son formaciones
Una casa es una formación física.
La mano es una formación fisiológica.
La ira es una formación mental.
En la psicología budista hablamos de cincuenta y una variedades de semillas que pueden manifestarse como cincuenta y una formaciones mentales.
La ira es solo una de ellas.
En la conciencia-receptáculo, a la ira se la llama «semilla»; en la conciencia mental se la denomina «formación mental».
Cada vez que una semilla (por ejemplo, la semilla de la ira), suba a nuestro salón y se manifieste como una formación mental, lo primero que debemos hacer es activar la
semilla de la atención plena e invitarla también a subir.
En ese momento tendremos dos formaciones mentales en el salón.
En eso consiste la atención plena de la ira.
El mindfulness se refiere siempre a ser plenamente consciente de algo.
Cuando respiramos conscientemente, prestamos plena atención a la respiración.
Cuando caminamos conscientemente, prestamos plena atención al hecho de caminar.
Cuando comemos conscientemente, prestamos plena atención a la comida.
Por eso, en este caso, el mindfulness consiste en ser plenamente consciente de la ira.
La atención plena reconoce y abraza la ira.
Esa práctica se basa en comprender la no dualidad: la ira no es nuestra enemiga.
Tanto la atención plena como la ira forman parte de nosotros mismos.
La atención plena no está ahí para reprimir la ira o combatirla, sino para reconocerla y cuidarla.
Es como un hermano mayor que cuida a su hermano pequeño.
Así, la energía de la atención plena reconoce y abraza con ternura la energía de la ira.
Cada vez que necesitemos la energía del mindfulness, bastará con activar esa semilla mediante la respiración consciente, el andar consciente o la sonrisa consciente, y en ese momento, la energía estará lista para abordar la tarea de reconocer, abrazar y, después, observar en profundidad y transformar.
Hagamos lo que hagamos, ya estemos cocinando, barriendo, fregando o andando, al ser conscientes de la respiración, podremos seguir generando la energía del mindfulness, y fortaleceremos la semilla de la atención plena en nuestro interior.
Dentro de la semilla de la atención plena está la semilla de la concentración.
Con estas dos energías podemos liberarnos de las aflicciones.»
-Thich Nhat Hanh