«Solo el sanador herido puede sanar»
-Jung
Carl Gustav Jung dijo que «el terapeuta puede curar a otros en la medida en que él mismo se lastime».
El arquetipo del sanador herido era el de Quirón , un centauro y figura en la mitología griega, considerado el padre de la medicina.
Quirón es el hijo de Cronos y una Ninfa, y es un centauro aunque, a diferencia de sus compañeros, es amable, benevolente y sabio.
Rechazado por sus padres (primer trauma), criado por Apolo, Quirón no solo es una criatura generosa y delicada, sino que también es culta y conoce el arte médico; es tan bueno que este se convierte en su trabajo e incluso es el guardián de algunos de los olímpicos.
Excepto que, en cierto punto, una flecha lo hiere gravemente, una herida que nunca sanará.
El dolor es enorme, tanto que Quirón decide renunciar a su inmortalidad en lugar de vivir con este dolor desgarrador.
En la búsqueda inútil de curación para sí mismo, Quirón se convierte en un experto en hierbas medicinales, conoce el sufrimiento y asegura que su laceración imposible pueda servir para ayudar a otros.
Él pone a disposición lo que ha aprendido para servir a quienes lo rodean, convirtiéndose en el «sanador herido» .
Es precisamente a través del sufrimiento que Chiron aprende el arte de la curación y mantiene su herida siempre presente, que simbólicamente es el espacio a través del cual el dolor y el sufrimiento pueden entrar en él.
Al igual que Quirón, el terapeuta puede comprender el sufrimiento de los demás solo reconociendo e integrando su sufrimiento, no como debilidad o fragilidad, sino como una fuerza e instrumento para permitirles entrar y ponerse en contacto unos con otros.
A menudo parece que el terapeuta es una entidad abstracta que tiene en sí misma las técnicas y herramientas aprendidas teóricamente para poder curar al otro, que posee la verdad, inmune al sufrimiento, infalible.
En realidad, un buen terapeuta es un hombre o una mujer heridos que ha entrado en contacto con su sufrimiento y que «lo ha aceptado», lo ha enfrentado, lo ha integrado y desde esta herida
Encontró la manera de hacer contacto con las heridas de los demás.
La pregunta es: «¿Cuál es mi herida que subyace al deseo de ayudar a los demás?»
No me refiero a que me llamen terapeuta, mucho menos a sanador.
Escuché la frase de Jung resonar en mi práctica de Biodinámica Craneosacral.
Y como educador somático, o facilitador, o incluso más simplemente con capacidad de presencia, escucha y acogida.
Me pregunto acerca de mi herida y me doy cuenta de que no hay una evolución específica, sino una evolución de laceraciones, lágrimas más o menos violentas que se suceden y tocan diferentes áreas y partes del cuerpo-mente-espíritu, alimentadas por la herida original, la separación.»
-Paolo Maderu Pincione