(amanece en buenos aires)
«Me dieron ganas de escribirte, no podía dejar de pensar en tí.
Me hubiese gustado tanto poder contarte lo que me sucedió hoy.
Sé que me hubieses prestado toda tu atención y me hubieses dado un buen consejo.
Es verdad que a veces no nos poníamos de acuerdo y no nos entendíamos, pero yo sabía que en los momentos en que te necesitaba podía incondicionalmente contar contigo.
Me gustaría que vieras a lo que he llegado, me haría felíz saber que quizás, he podido cumplir alguno de los sueños que tú tenías para mí, y tenerte en mi casa, y poder cuidarte como tú siempre me cuidaste en la tuya, y compartir una mesa, y sentir ese aroma que tenían todas tus cosas.
¡Lo que daría por poder sentarme a tu lado, tomarte de la mano y volverte a escuchar!
Y por volver a sentir tus manos y tus besos… esos besos de alegría cuando me veías llegar y tus abrazos de despedida que no me querían soltar, y por volver a mirar tus ojos mirándome con amor, y escuchar tu risa y tu voz.
Me pregunto por qué al recordarte ahora que he crecido, puedo comprenderte tanto, y a su vez, me siento más niño que nunca.
Me hacés tanta falta…
No podía dejar de pensar en tí, pero mientras te escribía esta carta, esta carta que sé que jamás enviaré, mientras buscaba las palabras, pude gozar de tu compañía invisible y sentir en mi corazón que más allá de los latidos, más allá de los años y los días y más allá de la vida… siempre estaremos juntos…»
Me hubiese gustado tanto poder contarte lo que me sucedió hoy.
Sé que me hubieses prestado toda tu atención y me hubieses dado un buen consejo.
Es verdad que a veces no nos poníamos de acuerdo y no nos entendíamos, pero yo sabía que en los momentos en que te necesitaba podía incondicionalmente contar contigo.
Me gustaría que vieras a lo que he llegado, me haría felíz saber que quizás, he podido cumplir alguno de los sueños que tú tenías para mí, y tenerte en mi casa, y poder cuidarte como tú siempre me cuidaste en la tuya, y compartir una mesa, y sentir ese aroma que tenían todas tus cosas.
¡Lo que daría por poder sentarme a tu lado, tomarte de la mano y volverte a escuchar!
Y por volver a sentir tus manos y tus besos… esos besos de alegría cuando me veías llegar y tus abrazos de despedida que no me querían soltar, y por volver a mirar tus ojos mirándome con amor, y escuchar tu risa y tu voz.
Me pregunto por qué al recordarte ahora que he crecido, puedo comprenderte tanto, y a su vez, me siento más niño que nunca.
Me hacés tanta falta…
No podía dejar de pensar en tí, pero mientras te escribía esta carta, esta carta que sé que jamás enviaré, mientras buscaba las palabras, pude gozar de tu compañía invisible y sentir en mi corazón que más allá de los latidos, más allá de los años y los días y más allá de la vida… siempre estaremos juntos…»
-Santiago Pont Lezica


!Qué preciosidad de carta, llena de sentimiento! Siempre sobrevuela un presente mágico, por encima de los condicionales pretéritos cuando hubo un amor verdadero.
Un abrazo
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Viste que preciosura de carta?!
Gracias por comentar Ramon
Un abrazo
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Una dulce ternura melancolica, gracias Gaby
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Que hermoso que te haya gustado Eddita! Abrazo!
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