Pigeons on Ginkgo Branch by Ohara Koson
«La directora de la sede argentina de Brahma Kumaris, una organización internacional dedicada a la enseñanza espiritual, dice que la crisis del ser humano pasa por entender por qué vivimos y cómo transitar la existencia de otra manera.
Foto: Bob Lightowler
La llamada de Skype empieza su curso hasta que se enciende la pantalla y se la ve a Moira Lowe vestida con una túnica de tonos claros, su pelo entrecano recogido en una cola de caballo, y esa sonrisa amplia y franca. Al cabo de unos segundos, la tecnología hará de las suyas, la imagen se dejará de ver y solo se la podrá oír. Su voz llega desde la India; allí esta argentina de 54 años pasará unos días antes de volver a su casa, en Buenos Aires. Como otras veces desde hace treinta años, participa de un encuentro de la Universidad Brahma Kumaris, una organización internacional dedicada a la enseñanza espiritual. En la Argentina, su rol es dirigir y coordinar las actividades de las sedes de la institución en nuestro país y en Paraguay. Allí enseña la meditación raja yoga, técnica que practica todos los días, de 3 a 5 de la mañana.
Moira llegó a la India por primera vez a los 24 años. Llevaba una mochila, varias preguntas, una enorme ansiedad y la sensación de estar en la vida haciendo tiempo. Después de “mochilear” varios meses por Europa y de ver gente entretenida, pero nunca feliz, llegó a Mount Abu. Allí conoció la organización Brahma Kumaris y se unió a sus prácticas de meditación. Volvió a la Argentina. Trabajó en publicidad, enseñó inglés a empresarios, se fue un tiempo a vivir a Chile. Entre tanto, batallaba contra una anemia constante que la debilitaba. Hasta que un día consultó a una amiga científica, dedicada a la física cuántica, sobre qué podía hacer al respecto. Su amiga le dijo: “Cuando sanes la anemia en el alma, sanarás la del cuerpo”. Entonces comenzó un camino de introspección para explorar la naturaleza del alma. Cuando Moira Lowe habla de alma, es imposible no recordar aquel episodio de 2003 en que las editoras de esta revista quisieron poner la palabra “alma” en la tapa y un publicista les aconsejó que no, que aquel era un concepto ambiguo que alejaría a los lectores.
–¿Qué dirías vos si tuvieras que salir en defensa del alma?
–Que el alma no necesita defensa porque es la verdad que impera. Tarde o temprano todos nos vamos dando cuenta de que en el ser, en el sentido de la vida, hay algo más profundo que lo visible y aparente, que nuestros roles, que nuestros quehaceres, que las responsabilidades y que lo que tenemos y que lo que no tenemos. Nada de eso constituye lo que somos, aunque creamos que sí. Pero como eso no nos satisface, nuestra búsqueda nos lleva a mirar más profundamente y a confiar en la percepción de lo invisible. Porque el amor es invisible, pero es la voz del alma.
“El alma no envejece, es energía que se expresa: en un niño con inocencia, en un anciano con sabiduría, pero es la misma alma”.
El alma, dice Moira, es una energía invisible, es tan invisible como el amor y la verdad. Pero se entiende, se percibe, se siente como una realidad que existe más allá de lo aparente, y también más allá del tiempo: “El alma es la energía eterna, es la vida misma, que habita en un cuerpo y se expresa a través de él. ¿Por qué hoy el alma puede ser la tapa de la revista? Porque es el tiempo de despertar, de volvernos conscientes de la realidad inherente de cada uno como ser. ‘¿Cómo es el alma?’, ‘¿Cómo funciona?’ son las preguntas que importan. Nos llevan a explorar esta energía, que es la energía más refinada, la energía divina que se expresa a través de todo lo que nosotros hacemos, de nuestras palabras y sentimientos; de nuestra presencia. El alma no envejece, es energía que se expresa: en un niño con inocencia, en un anciano con sabiduría, pero es la misma alma”.
Hace treinta años que Moira es voluntaria tiempo completo de la organización Brahma Kumaris. A quienes se acercan a sus sedes, Moira los acompaña en el camino de la meditación. “Me considero un instrumento para servir al mundo”, dice. Por su tarea no recibe una remuneración económica: “Mi práctica es vivir libre de deseo. Cada vez quiero menos porque siento que cada vez tengo más”.
De un tiempo a esta parte, dice Moira que la búsqueda espiritual se amplió: “Cada vez viene más gente, y gente que no necesariamente quiere dejar de ser católica ni dejar lo que sea que profesa o cree. Son personas que necesitan aprender a meditar, a conectarse con ellas mismas y a aprender cómo funciona la energía de sus pensamientos. Porque la gente lo que quiere son cambios; busca desesperadamente estabilidad, equilibrio, seguridad, confianza, amor, paz, y no como meros ideales, sino como experiencias prácticas en la vida. La gente quiere hacer cambios sustanciales que le den sentido a lo que hace. Entonces busca, por momentos, en el estudio: hay una proliferación de másters y de posgrados de aquí, de allá y qué se yo. Pero después de que tiene dos o tres carreras y un montón de especializaciones, se da cuenta de que no pasa por tener más contenidos de conocimiento. El alma lo que busca es sentir su paz interior, entender el amor, tener claridad de propósito. El profesionalismo te dice qué hacer y cómo hacer, pero no te explica para qué o por qué hacer. La búsqueda en todos los ámbitos expresa que el alma se ha alejado tanto de su propio eje que está buscando volver a casa”.
“En cualquier crisis importante de la vida, tocamos fondo y miramos para arriba. Cada vez que tocamos fondo, pegamos un salto. Crecemos”.
–¿Qué quiere decir que el alma busca “volver a casa”?
–Remite a la idea de la eternidad del alma. El alma hace un viaje desde su completud hasta su máximo vacío. En cualquier crisis importante de la vida, tocamos fondo y miramos para arriba. Cada vez que tocamos fondo, pegamos un salto. Crecemos. En este momento, la crisis existencial del ser humano es entender el sentido de por qué y cómo podemos vivir de otra manera. En el fondo queremos volver a la confianza, a la vida familiar, a una relación armoniosa con la naturaleza, a una relación fluida con lo divino; estamos buscando lo que nos pertenece y que fuimos perdiendo de vista en el camino. Cuando una persona te dice: “Yo antes corría como una bestia, viajaba sin parar, y ahora quiero estar en casa”, te está diciendo que está haciendo una elección fruto de su vacío, de su insatisfacción, porque llega a casa y los chicos siempre están durmiendo. Muchos jóvenes profesionales están repensando si hacer una carrera en el exterior, porque después de vivir en dos o tres países, quieren volver a casa, donde los chicos tengan contacto con sus abuelos, y amigos que perduren. Es un llamado para volver al eje, a los pilares de nuestros valores originales. Este despertar de la humanidad, o el despertar del alma, es darnos cuenta de que nuestra vida puede ser muy diferente y de que el cambio depende de nosotros.
Cuando empezó a meditar, hace tres décadas, Moira buscaba las respuestas afuera, en las cosas y en los lugares. A medida que en la organización la iban guiando, se daba cuenta de que tenía un mundo interno por explorar.
–¿Qué es la meditación?
–La meditación es ir hacia adentro, hacia arriba y hacia afuera. Un afuera que se comparte. La meditación no es nada más que reconocer al alma: el viaje espiritual es volver a casa, hacia adentro. El alma necesita renovar su energía. Y lo que renueva su energía es la entrada de una energía que es pura. Meditar es conectar; la palabra “yoga” significa unión, es conectar con la fuente, y así como el sol es para las plantas, las mueve y las desarrolla, la energía divina de Dios es así para el alma. El alma es sensible al amor y a la verdad. Esa es su luz. Lo que tenemos que restablecer es la conexión que le da al alma la certeza en la cual ella se siente amada y valorada. El amor de Dios es la energía constante que nutre y revitaliza al alma. Cuando empezamos a meditar, empezamos a sentir esa energía. Es como si nuestro mundo interno se empezara a llenar de luz. Comenzamos a tener ganas y dejamos de tener miedo. Cuando el alma se llena de amor, automáticamente deja de tener miedo.
–Dijiste: “Dios está esperando que lo recordemos”. ¿Cómo reactivamos esta conexión?
–En primer lugar, cerremos los ojos, miremos nuestro mundo interno y percibamos que somos quienes estamos pensando y sintiendo, busquemos conectar con algo más profundo, ese sentimiento que hay detrás de los pensamientos, que en definitiva es paz, calma y quietud. Si nos concentramos, vamos a percibir que esa energía está y es lo que somos. Cuando el alma está calmada y quieta puede pensar en algo más que en sí misma. Así como podemos vernos a nosotros mismos como una energía, tenemos que ver a Dios como una energía. Al principio son solo ideas que vamos a repetir, hasta que percibamos con el corazón el sentimiento detrás de la idea, que es real. Dios interviene en nuestra consciencia y nos da esa fuerza que nos permite percibir de otra manera, pero, sobre todo, no sentirnos más solos.
–¿En qué momento el ser humano perdió esa conexión, si es que la perdió?
–El alma es la vida. Y la vida es energía pura, es eterna, es el flujo constante de energía divina. Y esa energía va pasando a través de diferentes estados. En su estado de completud, el alma vive su estado de felicidad y de plenitud. Pero cuando el alma se vacía de la fuerza original, su estado de consciencia se vuelve tan tenue que deja de percibirse como tal. Es lo que ocurre con el dimer de la luz. Lo podés bajar y bajar, y la luz se vuelve tenue, pero no está apagada. Para el alma, el dejar de percibirse a sí misma es como si se hubiera atenuado su capacidad de discernir, y deja de entenderse como la energía divina que se expresa a través del cuerpo, y empieza a considerar que es el cuerpo. El alma, cuando se debilita, no cambia. Uno no deja de ser yo. Pero es diferente ser yo feliz que yo vacío. Sigo siendo yo, pero en diferente estado. Hoy se ve a la humanidad totalmente enloquecida, sumida en una dualidad que la atormenta desde el miedo y las emociones negativas. Es la misma alma, pero alejada de su propia esencia. Lo que estamos viendo ahora es que el alma está despertando, y empieza a hacerse otras preguntas, a descubrir su propia esencia.
–¿Aquello de esperar que todo venga de afuera es autoengaño?
–Sí. El vivir la felicidad como una promesa, como algo que tiene condiciones, viene de esta consciencia que espera todo de afuera. “Cuando los chicos sean grandes, yo voy a estar tranquilo”. “Cuando me gradúe, voy a estar feliz”. Requiere que algo pase, como si la felicidad no tuviera que ver con uno. Sin embargo, la felicidad es el estado del alma cuando es capaz de expresar libremente su fuerza interna. También hay algo muy importante que tiene que ver con dar. Dar es naturaleza del alma.
–¿El alma se realiza a partir de la relación con el otro?
–Nadie sería feliz si no está dando felicidad a otro. Podría decir algo muy elemental que es preguntarnos: “¿Para qué existimos?”. Es la pregunta del millón. Bueno, el alma, cuando entra en un cuerpo físico, que es como si esa fuera su tierra fértil, se expresa. Y el marco de su expresión es la acción, y el propósito de su acción es la relación. Yo existo para relacionarme conmigo, con las personas, con la naturaleza, con la materia y con Dios. Fuera de la relación, ¿hay algo más? No hay nada.
–Por Carolina Cattaneo
Via: Sophia