April, High Desert – Gordon Mortensen
«En un lejano lugar de las montañas vivía un campesino que bajaba todos los
días con dos cántaros de barro hasta el arroyo que cruzaba el valle y allí los
llenaba de agua para regar su huerta.
Con los cántaros colgando en ambos extremos de una vara de madera, subía
por un empinado sendero hasta su terreno, que estaba en lo alto del cerro. Era
un trabajo arduo, pero al hombre le gustaba mucho cuidar de su huerta.
Un día muy caluroso de verano decidió tomarse un descanso a mitad de
camino y, al dejar los cántaros en el suelo, un guijarro hizo un pequeño agujero
en uno de ellos. Meses más tarde, mientras el hombre dormía la siesta a orillas
del arroyo, el cántaro que estaba intacto le dijo al otro:
—Tú no sirves para nada.
—¿Por qué dices eso? —preguntó el cántaro agujereado.
—Porque tienes un agujero. Todos los días nuestro amo hace un gran
esfuerzo para acarrear agua hasta su huerta, pero para cuando llegamos allí,
has perdido la mayor parte por el camino.
Al oír eso, el cántaro agujereado se entristeció mucho y al día siguiente le
dijo al hortelano:
—Estoy muy triste.
—Dime, amigo mío, ¿por qué estás triste?
—Porque cada día me llenas de agua y subes con gran esfuerzo hasta la
huerta, pero para cuando llegamos, la mayor parte del agua se ha escapado por
el agujero.
—Es verdad, tienes un agujero —dijo el campesino—, pero ¿sabes lo que
significa eso?
—Significa que no sirvo para nada, que ya no puedo cumplir con mi
función, que es contener agua —respondió el cántaro, sintiéndose aún más
triste.
—¿Te has fijado en el camino que sube a la huerta? —preguntó el hombre
—. Gracias a ti, la orilla del sendero ahora está llena de flores. Cuando me di
cuenta de que tenías un agujero, empecé a arrojar semillas a lo largo de todo
el camino. Ahora el sendero está adornado de bellos colores, y las abejas
vienen a recoger el néctar de las flores. Como ves, no eres inútil en absoluto…»
-Prem Rawat