
No hay dos pares de ojos que contemplen la misma lluvia. Ver llover es algo personal e intransferible.
Quien quiera escuchar, que escuche. Quien quiera leer, que lea. La lluvia es música y escritura.
En una parte del mundo llueve mientras en otra escampa. Estamos hechos de agua que no cesa de fluir.
La lluvia demuestra la elocuencia del agua. Hablamos más al callar mientras vemos llover.
Cada lluvia es inédita. Cada lluvia es un nuevo capítulo en la historia de la lluvia y no una simple repetición. Llover es comenzar.
Si nadie ve ni escucha la lluvia que cae en altamar, ¿está lloviendo? Cierra los ojos. Cúbrete los oídos. ¿Qué ocurre? Llueve.
La lluvia que viene no es la misma que se va. El viajero que parte no es el mismo que regresa. Todo trayecto es líquido.
Es fácil decir que amor y lluvia van de la mano. Lo difícil es permitir que los cuerpos desnudos se empapen hasta los huesos.
La lluvia es un tambor, decimos, la lluvia es un piano recién afinado. Pero somos nosotros quienes la tocamos: intérpretes del agua.
Todo cabe en la lluvia sabiéndolo acomodar. Ven junto a mí, encontrémonos bajo el agua. El tiempo es eso que pasa mientras llueve encima de nosotros, dentro de nosotros.
Estamos hechos de lluvia. Por eso caemos.
–@LitPerdida (Mauricio Montiel Figueiras, escritor y editor mexicano. Representación: https://pageagencia.com)
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