
«En cierta ocasión Robert Fisher, el famoso autor de El caballero de la armadura oxidada, me dijo que «los hombres andan y las mujeres bailan».
Sonreí: me gustó la frase; sin embargo confieso que en aquel momento no entendí qué quería decir exactamente.
No comprendí hasta al cabo de varios años, y lo divertido es que, en el mismo día, el destino quiso obsequiarme con dos ocasiones en las que me vinieron a la mente las palabras de Robert.
Estaba en el aeropuerto dirigiéndome hacia la puerta del avión, arrastrando mi maleta, cuando me fijé en un hombre y una mujer que caminaban delante de mí.
Al no tener nada mejor que hacer me entretuve observando el movimiento de sus pelvis: la de él parecía dibujar una línea recta hacia la puerta del avión; la de ella, a pesar de ir en la misma dirección, esbozaba un balanceo armónico, erótico.
«Es cierto», me dije para mis adentros, «los hombres andan y las mujeres bailan, pero tienes que verlos por detrás.»
Más tarde, durante el vuelo, desde la ventanilla del avión contemplaba los campos de Castilla.
Parecían la paleta de un pintor que se hubiera entretenido a experimentar con los verdes y los marrones.
Ríos, caminos y senderos serpenteaban elegantemente salvando así los obstáculos naturales, componiendo una especie de música gráfica y armoniosa.
De repente, surgió algo que, como un grito en el silencio, rompió esa armonía natural: era una carretera, o una autopista.
Era rectilínea, gris, sin garbo, sin gracia. «Las autopistas andan, los senderos bailan», me dije a mí misma.
No es casualidad que el baile provenga de algo redondo, como la Tierra misma, pues «bailar» deriva del balla latino, «pelota».
Pero la línea recta y el círculo no son siempre opuestos irreconciliables. Comentando todo esto con un amigo, ecologista de pro y ciclista de ciudad, me dio un ejemplo en el que la recta y el círculo no se enfrentan sino que se complementan: la bicicleta.
Los pies hacen círculos y se avanza en línea recta.
Jugando con el verbo «bailar» en francés, danser, de incierta etimología, no pude no relacionarlo con dans, «dentro».
Danzar, como nos revelan por ejemplo las famosas danzas sufís, es dar vueltas para ir a nuestro interior.
Danzar es una forma de caminar, de hacer el Camino, y es bueno que haya rodeos porque en el Camino siempre hay curvas y meandros.
Si caminar es andar con los pies, bailar es hacerlo con el corazón.
Pensé entonces en cómo actúa ante los obstáculos el gran arquetipo de lo femenino, la mujer por excelencia, la Naturaleza: rodeándolos, respetándolos, aprendiendo de ellos.
También pensé en cómo actuamos los humanos (civilizados): enfrentándonos, destruyéndolos.
Me vinieron a la mente todo tipo de imágenes: ataúdes conducidos en línea recta por hombres vestidos de negro hacia el cementerio, y bebés mecidos por sus madres, que lucían vestidos multicolores y caminaban con una sonrisa amorosa.
Largas filas de automóviles haciendo cola en el peaje de las autopistas, y niños cantando y bailando en círculo en el patio de una escuela.
Pero sobre todo pensé en la Vida, con mayúscula, que podemos considerar como un obstáculo (a qué, me pregunto a veces), o como una compañera de baile.
Rodeémosla con nuestros brazos y bailemos con ella.»
-Juli Peradejordi
La excelencia de la metáfora, las mujeres bailan ,círculos, círculos hacen los derroches hasta que el amado, los desmaya de amor
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Qué lindo eso Eddita! Desmayar de amor…. Siiii!
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Derviches, escribí, y el corrector puso derroches..
Sin co.
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Ja ja… amo la danza derviche… (aunque no podria hacerla porque me marearia! )
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Yo también la amo,y ahora no podría pero pude, hay que mirar siempre el mismo punto
Te quiero
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Qué lindo! Debe de haber sido extático bailar eso… una especie de entrar en trance no?
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Gracias!
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Todos los ni
ños lo hacen, giran y giran hsta que se desmayan de alegria
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Ojalá nunca dejáramos de ser como niños…
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