(San Telmo)

(A Friedrich Creuzer)
«23 de abril de 1805
Esta noche he tenido un sueño maravilloso, que no puedo olvidar.

Me pareció estar en la cama, ¡un león a mi derecha, una loba a mi izquierda y un oso a mis pies!

Todos medio encima de mí y en un sueño profundo.

Entonces pensé, si estos animales despertaran, se enfurecerían el uno contra el otro y se despedezarían a ellos mismos y a mí.

Me dió un miedo horrible y me retiré suavemente de entre ellos y me puse a salvo.

El sueño parece alegórico, ¿qué piensa usted?

Desde que pensé que la Heyden le escribirá, mi buen ánimo me ha abandonado; camino por planos extraños.

Me siento inquieta interiormente y todo me es extraño.

Y usted mismo me es extraño, no por mis sentimientos sino por el abismo que sé que hay entre nosotros y que vi con más nitidez.

Estoy como expulsada de mi dulce patria, tan poco en mi sitio como esta noche entre las fieras que el extraño sueño me dió por compañeros.»

-Karoline Von Günderrode (1780-1806) «Correspondencias»


«Septiembre de 1920
Ayer soñé contigo.
Ya no recuerdo más los sucesos aislados, sólo sé que contínuamente nos transformábamos el uno en el otro, yo eras tú, tú eras yo.

Finalmente, no sé cómo, te prendiste fuego, pero recordé que el fuego puede ser sofocado con ropas, agarré un viejo traje y te golpeé con él.

Pero ahora empezaron de nuevo las metamorfosis y llegó el momento en el que tú desaparecías, mientras tanto era yo el que ardía y el que, también, golpeaba con el traje.

Pero eso no servía en absoluto y así se confirmaba mi viejo temor de que estos métodos no valen contra el fuego.

Mientras tanto, sin embargo, habían llegado los bomberos y no obstante la situación, tú, de alguna manera, fuiste salvada.

Pero ahora estabas distinta, aspectral, como dibujada con una tiza en la oscuridad y caiste entre mis brazos exánime o quizá sólo desvanecida por la felicidad de haber sido salvada.

Pero aquí también la incertidumbre de la transformación se hizo presente, porque quizás era yo el que caía en los brazos de alguien…»

-Franz Kafka (1883-1924) «Cartas a Milena»

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