
«Has de saber, querido poeta, que el domingo pasado fui a visitar a un hombre que había tenido la infeliz e inoportuna idea de no estar en casa.
Me pasé una hora entera en tu habitación, leí unas cuantas páginas del libro que había sobre la mesa y, en vez de hablar con el ocupante del cuarto, lo hice con sus paredes vacías.
La conversación fue fascinante.
Tras haber esperado en vano a que llegaras, me fui dejando cientos de cordiales saludos y lamentando infinitamente no haberte encontrado, pues sin duda hubiéramos tenido muchísimo que contarnos, decirnos y comunicarnos.
Cuánto me hubiera alegrado ir contigo a robar peras, tarea que, cuando se emprende en solitario, no posee ningún atractivo, mientras que de a dos puede ser muy divertida.
¿Dónde te habías metido, por Dios santo?
Te habría descrito con lujo de detalles la audaz e intrépida excursión alpina que realicé la semana pasada y me condujo por puertos de montaña de altura inaudita, casi como en su momento le ocurrió a Suvarov, en quien pensé cuando, totalmente rodeado por campos de nieve y hielo, estuve a punto de perecer de hambre y agotamiento.
Estas cosas y otras similares habrías oído de mi boca si hubieras tenido la delicadeza de quedarte tranquilamente en casa.
Ahora, en cambio, tendrás que contentarte con que te las mencione por escrito, lo cual resulta a veces un tanto insuficiente.
¿Cómo te va?
Si has escrito poemas nuevos, ya sabes quién te ruega que se los envíes para poder leerlos y disfrutar con su contenido.
Por ahora, mi estimado, estoy viviendo en una pequeña ciudad tan antigua como encantadora, que aún conserva casi todas sus viejas murallas y torres y queda en el paraje más bello y placentero que una sana y animada fantasía puede imaginarse.
La campiña circundante es tan hermosa, verde, atractiva y seductora, tan apacible y fascinante en su dulce apacibilidad, que casi podría decirse que fue hecha como para recibir a una princesa.
Te aseguro que estoy maravillado y desearía poder describirte con frases y palabras relativamente idóneas esta profunda fascinación natural, esta alegría tan grande como auténtica.
En cuanto al objetivo que me ha traído aquí, te diré que me han encargado pintar un salón, encargo que, según espero, podré cumplir con relativa ligereza; además, me complace imaginar que los honorarios serán más bien pesados que ligeros.
Vivo en una preciosa habitación de las afueras, totalmente revestida de madera oscura, cuya ventana ofrece una vista tan fabulosa que no he podido evitar dibujarla.
Ven a verme pronto, a pie, y verás cómo estoy instalado.
Puedes contar con la mejor de las acogidas, y prepárate desde ya a ver la plétora o exuberancia de bellezas paisajísticas que abundan por estos pagos.
Aparte del trabajo que me han encomendado, yo también pinto del natural, como probablemente te suceda a ti con la poesía.
Salgo a pasear al aire libre, contemplo hasta saciarme el divino rostro de la naturaleza y vuelvo a casa con alguna impresión profunda, con una imagen o alguna trama iniciales, para luego elaborar la idea en mi habitación, de suerte que mi pintura parezca más una forma de pintar a espaldas de la naturaleza que delante de ella.
La naturaleza, hermano, es tan misteriosa e inagotablemente grande que uno la padece ya al disfrutarla; aunque se me acaba de ocurrir que quizás no haya en el mundo dicha alguna sin su componente de dolor, con lo cual quiero decirte simple y llanamente, tanto a ti como a mí mismo, que estoy luchando duro.
En los colores de la naturaleza circundante se mezclan melodías.
Y a esto se suman también nuestros pensamientos.
Te pido, asimismo, tener en cuenta que todo cambia constantemente, las estaciones, la mañana, el mediodía y la tarde, que el aire mismo es ya de por sí algo muy específico, raro, fluctuante, que envuelve todas las apariencias y da a todo lo objetual una enorme variedad de extraños rostros, que modifica las formas y las torna mágicas.
Imagínate ahora pincel y paleta, toda la lentitud del procedimiento manual, de la operación artesanal con la que el impaciente y fogoso pintor debe captar las mil y una bellezas extraordinarias, vagarosas, dispersas aquí y allá, bellezas sólo fugazmente percibidas por el ojo, y, al fijarlas en algo estable, permanente, transformarlas en imágenes vivas, fulminantes, que nos iluminen poderosamente desde el alma misma del cuadro, y comprenderás entonces aquella lucha, comprenderás cualquier temblor.
¡Ah, y pensar que en el fondo bastaría con el amor que sentimos, con la alegría, con la fabulosa idea de estar contentos, con el anhelo, el deseo cálido y bondadoso, o con la pura, simple y dichosa contemplación!
Deja que te abrace y te diga adiós.
Una cosa es cierta: los dos, tú, poeta, no menos que yo, pintor, necesitamos paciencia, valor, fuerza y perseverancia.
Te deseo lo mejor de lo mejor, cuídate del dolor de muelas, guarda siempre algo de dinero y escríbeme una carta tan larga que tenga que pasarme una noche entera leyéndola.
-Robert Walser («Vida de poeta», 1918)
Le pregunté a la luna
Y el sol no sabe
Le mostré mis quemaduras
Y la luna se rio de mi
Y como el cielo no se veía tan bien
Y yo no estaba sanando
Me dije «que desgracia»
Y la luna se rio de mi
Le pregunté a la luna
Si todavía me quisieras
Ella dijo: «No estoy acostumbrada»
«Para atender casos como ese»
y tu y yo estábamos tan seguros
Y a veces nos decíamos solo fue una aventura
Y no duraría no tengo mucho que decirte
No hay mucho para hacerte reír
Porque siempre me imagino lo peor
Y lo mejor me hace sufrir
Le pregunté a la luna
Si todavía me quisieras
Ella dijo: «No estoy acostumbrada»
«Para atender casos como ese»
y tu y yo estábamos tan seguros
Y a veces nos decíamos solo fue una aventura
Y no duraría
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J’ai demandé à la lune
Et le soleil ne le sait pas
Je lui ai montré mes brûlures
Et la lune s’est moquée de moi
Et comme le ciel n’avait pas fière allure
Et que je ne guérissais pas
Je me suis dit «quelle infortune»
Et la lune s’est moquée de moi
J’ai demandé à la lune
Si tu voulais encore de moi
Elle m’a dit «j’ai pas l’habitude»
«De m’occuper des cas comme ça»
Et toi et moi
On était tellement sûrs
Et on se disait quelquefois
Que c’était juste une aventure
Et que ça ne durerait pas
Je n’ai pas grand chose à te dire
Pas grand chose pour te faire rire
Car j’imagine toujours le pire
Et le meilleur me fait souffrir
J’ai demandé à la lune
Si tu voulais encore de moi
Elle m’a dit «j’ai pas l’habitude»
«De m’occuper des cas comme ça»
Et toi et moi
On était tellement sûrs
Et on se disait quelquefois
Que c’était juste une aventure
Et que ça ne durerait pas
Ay Mariposa, solo puedo decir gracias, gracias, por iluminar mi vida con tus brillos nacarados..
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Gracias a vós.!
Estoy tan agradecida que estés en mi vida
Abrazo gigante y feliz dia de las mamis mañana!
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