.la vida tranquila

«La ventana está cerrada.

Subí temprano a acostarme y no tengo sueño.Hace diez días que no hablo con nadie, excepto una vez, con el hombre del cigarrillo.

La noche es sumamente silenciosa.

Por todas partes, en torno del cuarto, el viento, el rumor del mar, pasos en el corredor, ladridos de perros, abajo.

En el cuarto, un silencio muy espeso, y en el medio mi corazón que late.

Me queda mi corazón que late siempre.

Cerca del mar, en pleno día, es otra cosa.

Una está en manos del mar.

Una es ese placer de respirar el mar.

En un orden que no siente, una es esa brizna de desorden que siente.

El mar: una cosa para comprobar.

Una prueba ávidamente, como una golosa, el ruido del propio corazón latiendo.

Cuando es el caso que podría no… Que late para nada.

O por una razón que hoy no tiene vigencia.

Que late para nada.

Puesto que, cada vez, hoy es un día para nada, que no tendrá su semejante.

Una está de vacaciones de sí, una que no sirve para nada esperando.

Entonces una existe para el placer; una es presente en ese presente; las piernas ya no se sostienen, quieren moverse y están llenas de risas que las sacuden.

En el cuarto, cuando la ventana está cerrada, en torno de mí hay cuatro paredes como cuatro preguntas, siempre las mismas: Nicolás murió.

Tiéne se irá, los padres están viejos.

¿Y entonces yo? ¿Yo?

Me acuerdo.

Y, evidentemente, estoy aterrada.

Como si tres días atrás…

Entonces, es cada vez la misma cosa, laboriosamente me construyo mi soledad, el más grande palacio de soledad que se haya visto, el más impresionante.

Ante él me aterrorizo y me maravillo a la vez. […]

Es demasiado tarde para comenzar a vivir o a morir o desposar a Tiéne.

Se está más que vieja, más que muerta.

Es demasiado tarde.

Desde el momento en que ya se sabe que es cierto.

Que se existe en vano.

Que en el fondo la muerte no es tan terrible como el no morir.

Que amar a Tiéne es un comienzo de pobre solución a esta desgracia que se hubiera querido ejemplar, por lo menos.

Que se ha fracasado el fracaso más bello, el más bello logro.

Queda el aburrimiento.

Nada puede sorprender más que el aburrimiento.

Una cree, cada vez haber alcanzado el fondo.

Pero no es verdad.

En el fondo del aburrimiento, hay una fuente de aburrimiento siempre nuevo.

Una puede vivir de aburrimiento.

Me sucede despertarme a la aurora, advertir la noche en fuga de ahora en adelante impotente frente a las blancuras demasiado corrosivas del día que viene.

Antes que los gritos de los pájaros, en el cuarto entra una frescura húmeda, irradiada por el mar, casi asfixiante a fuerza de pureza.

Allí, no hay qué decir.

Allí, es el descubrimiento de un nuevo hastío.

Se lo descubre venido de más lejos que el día anterior.

Me encerraré en mi palacio de soledad con el aburrimiento por compañía.

Detrás de los vidrios helados, mi vida se derramará gota a gota y la conservaré mucho tiempo, mucho tiempo.

Digo: mañana, porque es siempre y solamente mañana que entraré en las Órdenes de la Soledad, que tendré el aspecto y las maneras de circunstancias.

Por el momento, no hago más que soñar en esto con la ingenuidad de las muchachas. […]

Una noche estaba cerca del mar.

Quise que me tocara con su espuma.

Me tendí a pocos pasos.

No llegó enseguida.

Era la hora de la marea.

Al principio, no se fijó en eso que se mantenía recostado allí, en la playa.

Luego la vi, ingenuamente, asombrarse hasta resoplarme.

En fin, deslizó su dedo frío entre mis cabellos.

Entré en el mar hasta el lugar donde la ola estalla.

Era preciso atravesar ese muro curvado como una mandíbula lisa, un paladar que deja ver un hocico atrapando, todavía sin cerrar.

La ola mide apenas menos que un hombre.

Pero la ola no se inclina; hay que combatir con esa altura que combate sin cabeza y sin dedos. […]

Está muy negro, no se vé nada más que calma en luces.

Por primera vez una está con los ojos en los ojos del mar.

De una sola mirada, una sabe con los ojos.

El mar te quiere inmediatamente, rugiente de deseo.

Él es tu muerte propia, tu vieja guardiana.

¿Es ella, pues, quien desde tu nacimiento te sigue, te espía, duerme taimadamente a tu lado y quien ahora te muestra con este impudor, con esos aullidos?

Es preciso avanzar con la última fuerza, aquella que te queda una vez que la respiración misma se te ha ido; con una fuerza de pensamiento.

Después de la ola está calmo, es allí donde el mar todavía parece ignorar que se detiene.

Cara al cielo, una reencuentra el aire, su peso.

Una es un animal apacible con pulmones respirantes, con ojos resbaladizos que leen el cielo de un horizonte al otro sin siquiera mirarlo.

Treinta metros de agua te separan de todo: de ayer y de mañana, de los otros y de ese sí mismo que una reencontrará en su cuarto dentro de un momento.

Una es solamente un animal viviente con pulmones respirando.

Poco a poco, esto que piensa, se moja, se embebe de opaco cada vez más mojado, más calmo y más danzante.

Una es agua del mar.

Pero muy pronto, y súbitamente, el pensamiento.

El pensamiento regresa, ahoga de miedo, golpea contra la cabeza, vuelto tan grande (tan grande que el mar cabría en él); de golpe tiene miedo de encontrarse en un cráneo muerto.

Entonces una mueve sus pies y sus manos de nuevo amigos.

Una se desliza inteligentemente con el mar hasta ser vertida en la playa.

Cualdo vuelvo al hotel, lo miro desde mi ventana, a él, al mar, a él, la muerte.

Es él, ahora, quien está enjaulado.

Le sonrío.

Yo era una niña pequeña.

Luego, de repente, me volví grande.»

-Marguerite Duras (1914-1996) («La vida tranquila»)

4 Replies to “.la vida tranquila”

  1. En el cuarto, un silencio muy espeso, y en el medio mi corazón que late. Me queda mi corazón que late siempre. Cerca del mar, en pleno día, es otra cosa. Una está en manos del mar. Una es ese placer de respirar el mar. En un orden que no siente, una es esa brizna de desorden que siente. El mar: una cosa para comprobar. Una prueba ávidamente, como una golosa, el ruido del propio corazón latiendo. Cuando es el caso que podría no… Que late para nada. O por una razón que hoy no tiene vigencia. Que late para nada. Puesto que, cada vez, hoy es un día para nada, que no tendrá su semejante. Una está de vacaciones de sí, una que no sirve para nada esperando. Entonces una existe para el placer; una es presente en ese presente; las piernas ya no se sostienen, quieren moverse y están llenas de risas que las sacuden. En el cuarto, cuando la ventana está cerrada, en torno de mí hay cuatro paredes como cuatro pregruntas…..Marguerite Duras

    COMO AMARIA SER LA AUTORA DE ESTE FRAGMENTO!
    GRACIAS GABY

    Me gusta

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