Foto: Gabi

«No debemos dejar de explorar,

y al final de nuestra exploración

llegaremos al punto de partida

y conoceremos el lugar por primera vez»

-T.S.Elliot

«En un determinado punto de tu vida eres más aquél en que te has convertido y menos aquél en que te estabas convirtiendo.

Lo que solías considerar como el futuro se ha convertido en el presente  y no puedes evitar preguntarte si tu vida no habría sido mejor si la hubieras vivido más plenamente.

Pero, ¿cómo podrías haberlo hecho?. ¡Estabas demasiado ocupado en el futuro!

En cuanto has pasado una cierta edad, apenas puedes creer que hayas desperdiciado un minuto de tu juventud sin disfrutar de él. Y lo último que quieres es perderte un instante más de tu vida al no ser consciente de lo que está ocurriendo en ella. Por fin has comprendido -no sólo teórica sino también visceralmente- que el momento presente es todo cuanto tienes.

Ya no cierras más los ojos y te preguntas quién serás al cabo de veinte años; si eres listo, estudias el video de tu existencia actual para observar qué es de tu vida ahora. Ves el presente como un acto de creación. Observas con más atención tus pensamientos, tu conducta y tus relaciones con los demás. Comprendes que, si afrontas la vida con miedo y separación, no puedes esperar sentir más que miedo y separación.

Intentas aumentar tus virtudes y reducir tus defectos.

Contemplas tus heridas y le pides a Dios que te las cure. Le pides que te perdone por las cosas de las que te averguenzas haber hecho. Ya no intentas encontrar la satisfacción en nada fuera de ti, ni necesitas fuera de ti, ni necesitas a otras personas para sentirte completo, ni buscas la paz interior en el pasado o en el futuro. Tu eres la persona que eres y no eres la que un día puedes llegar a ser. Lo curioso del caso es que, al concentrarte en lo que eres y en tu vida actual, descubres para tu sorpresa que la diversión del viaje que realizas se encuentra en el viaje en sí.

(…)

El yo físico envejece, como es natural, pero el yo espiritual no lo hace.  A medida que nos identificamos más con la dimensión espiritual de nuestra vida, nuestra experiencia empieza a cambiar de lo mutable a lo inmutable, de lo limitable a lo ilimitado, del miedo al amor. A medida que nuestro viaje por el tiempo lineal se acorta, nuestra conciencia puede ensancharse. Y, al hacerlo, el tiempo cambia. Cuanto más profundizamos en el amor y en la esencia de las cosas, más actualizamos nuestro potencial en la tierra. Comprender lo inmutable es la clave de nuestro poder en un mundo mutable. Al alinearnos con el yo eterno, no envejecemos en una linea recta que nos lleva de una exuberante juventud a una decrépita vejez, sino que es como una flor de loto abriéndose cada vez más a la luz del sol. Y envejecer se convierte entonces en un milagro.

Físicamente, nos facemos mayores y, después, morimos. Sin embargo, espiritualmente, avanzar o retroceder no es una cuestión del cuerpo, sino de la conciencia. Cuando vemos el envejecer de distinta forma, nuestra experiencia de la vejez cambia. Podemos ser físicamente mayores, pero emocional y psiciológicamente más jóvenes. Algunas personas estábamos en un estado de decadencia a los veinte y ahora estamos en un estado de renacimiento a los sesenta o a los setenta. El rey Salomón, que se supone era el más sabio entre los hombres, describió su juventud como el invierno y su avanzada edad como el verano. Podemos tener más años que antes y sin embargo sentirnos mucho más jóvenes de lo que somos.

En la edad madura ves de pronto el final donde antes veías una vida ilimitada. Ahora sabes visceralmente que tu existencia no durará siempre. Que ya no te queda más tiempo para dar unos rodeos de cinco años. Ni para captar mal las cosas. Ni para mantener  relaciones inútiles o permanecer en situaciones que no te parecen auténticas. Ya no te queda tiempo para pequeños devaneos, para sentir un falso orgullo o para cualquier obstáculo que emerja de las oscuras aguas de tu psique que te impide sentir la alegría a la que tienes derecho. Ahora deseas convertirte en un instrumento de precisión, concentrándote exactamente en lo que deseas hacer y siendo exactamente lo que necesitas ser.

Según la antigua filosofía asiática, la vida no es un círculo sino una espiral. Cada lección que la vida te ofrece (todo aquello por lo que has pasado) te volverá otra vez bajo una forma u otra hasta que te la aprendas. Y cada vez será más importante lo que esté en juego. Sea lo que sea que aprendas, te dará un mayor fruto. Y sea lo que sea lo que no hayas sabido aprender, te generará unas consecuencias más duras.

Aquello que no te ha funcionado en la vida hasta ahora reflejaba que aún no habías integrado tus distintas partes. Aquello que todavía no aceptabas de tí, lo atraías como una falta de aceptación por parte de los demás. Cuando no has afrontado aún tus sombras, creas situaciones llenas de sombras. Tus partes rotas se encontraban en las partes rotas de los demás. ¡Ahora ya lo sabes! Pero esto te ocurrió en el pasado, ahora es distinto.

La edad madura es nuestra segunda oportunidad.

Si deseas pasar los días que te quedan recreando los dramas del pasado, tú mismo. Revivirás el mismo guión una y otra vez. Siempre ocurre. Pero si lo deseas puedes volver a escribirlo de una forma sorprendente, superar con creces el anterior y triunfar por todo lo alto.

El mundo no es mejor por el hecho de haber perdido su ternura. La crueldad y el cinismo de nuestra época, el sarcasmo reflexivo que se hace pasar por reflexiones inteligentes, la desconfianza y los juicios sobre todo el mundo y sobre todo, éstas son las consecuencias tóxicas de una visión desencantada del mundo.

Muchas personas queremos bajarnos de esta rueda del sufrimiento.

No queremos aceptar que una situación deba ser como es.

Queremos atravesar el velo ilusorio que nos separa de un mundo de infinitas posibilidades.

Deseamos otra clase de vida -para nosotros y para el mundo- y nuestro profundo deseo de alcanzarla aumenta a medida que nos hacemos mayores.

En la edad madura nos encontramos ante una encrucijada: o bien aceptamos la visión moderna y materialista del mundo, en cuyo caso seguimos cobijándola hasta el fin de nuestros días, o bien consideramos que nuestra visita a un mundo desencantado fué simplemente un error – el exilio arquetípico del Jardín del Edén- y que ahora al menos podemos volver al jardín elegido que más se parezca al Paraíso. Quizá la visión encantada de nuestra niñez no era una fantasía, sino una realidad que aún podemos reclamar. Quizás hay una puerta que da a los reinos milagrosos y que está esperando a que la abramos.

Podemos considerar que tal vez hay otro camino: nuestra dulzura interior, el único lugar donde nos sentiremos realmente seguros. El conocimiento místico es un rayo de luz, el beso de Dios que nos transformade nuevo en lo que realmente somos. Al recibirlo nos desprendemos de la carga de nuestro yo falso y dejamos que nuestro verdadero yo se manifieste.

En nuestra calidad de personas maduras poseemos un elixir espiritual único en su género.

Tras haber visto nuestra propia oscuridad y la de los demás, nos hemos vuelto más humildes ante la luz.

Al haber dejado atrás la oscuridad, hemos desarrollado una devoción hacia Dios que nos ha liberado de ella.

Después de haber cometido tantos errores, sabemos lo que significa ser perdonado por ellos.

Después de haber sufrido, somos más compasivos con el sufrimiento humano.

Todas estas cosas ya no son unos simples conceptos abstractos para nosotros, sino unos principios que llevamos en el cuerpo.

Y en algunos aspectos, ahora somos mucho más fuertes de lo que podíamos haber sido en el pasado. Y el mundo necesita esta fuerza.

Estamos entrando en una época en la que nuestras virtudes internas, más que las externas, serán los recursos más importantes para la renovación y la recuperación de la humanidad.

Sean cuales sean los poderes que hayamos perdidos con la edad, no son nada comparados con los poderes que podemos ganar con ella.

Desprenderse de algo que no tiene sentido es sumamente agradable por la simple razón de que hemos acumulado demasiado cosas y ahora estamos preparados para seguir avanzando más ligeros.

La edad madura consiste en desprendernos de aquello que ya no necesitamos, no porque nuestra vida vaya a partirde ahora cuesta abajo, sino cuesta arriba. Y al viajar cuesta arriba simplemente nos deshacemos de parte del equipaje.

Quizá haya una sabiduría más natural de lo que creemos en lo que ahora nos ocurre. La única forma de envejecer en paz es afrontando con respeto lo que la experiencia nos exige. Cada vez que debemos desprendemos de algo, hay un tesoro escondido en la experiencia. No puede surgir nada nuevo sin que desaparezca algo antiguo.

Por fin entraste en todas las habitaciones, encendistes todas las luces y te instalaste en la morada de tu ser.

Qué interesante es ver que el espíritu comienza a abrirse cuando el cuerpo comienza a decaer.

Ver envejecer nuestro cuerpo es toda una lección de humildad.

El arco de la historia humana está codificado en nuestras células: los huesos, los músculos, los órganos y el sistema reproductor, todo ello funciona a otro ritmo en la edad madura, en un inconfundible viaje hacia esperemos que una lejana aunque inevitable mierte. Y sin embargo podemos hacer muchas cosas para revitalizar el cuerpo, como por ejemplo revitalizar la mente. Podemos de muchas formas transformar las fuerzas de la muerte en una vida renovada y santificada.

Podemos tratar el cuerpo no como algo que empieza poco a poco a fallarnos, sino como a nuestro compañero en el renacer. Si nos identificamos sólo con el mundo material, la vejez se deslizará silenciosamente en nuestra vida como un huésped no deseado. Pero si nos identificamos también con nuestra existencia espiritual, nuestra actitud hacia el cuerpo será entonces la de sentir un profundo aprecio y gratitud hacia él. Después de todo, es la morada en la que vive nuestro espíritu. Cuando caminamos, vamos en bicicleta, hacemos yoga, levantamos pesas, ingerimos una comida sana, tomamos infusiones y vitaminas o hacemos cualquier cosa para cuidar el cuerpo, no sólo estamos evitando la muerte sino afirmando la vida. Con cada estiramiento del cuerpo, ayudamos a estirar la mente. Con cada estiramiento de la mente, ayudamos a estirar el cuerpo. Al estirar uno, renovamos los dos.

Según la literatura espiritual, el cuerpo seguirá con nosotros mientras le sirva al alma para la función que ha venido a hacer en este mundo…»

-Marianne Williamson

4 Replies to “.crees en la magia?”

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