
«Una mañana en lo alto del precipicio al este de Loowit
después del café en el campamento
mirando al joven y antiguo volcán
respirando vapor y azufre
lava al amanecer
cuencos de nieve
subí tras la cicuta de montaña
pregunté a mis viejos consejeros dónde yacían
¿qué está pasando?
dicen
“Nuevos amigos y queridos espíritus de los antiguos árboles
aquí estamos otra vez. Disfruta del día”.
/
Un precipicio de granito
un árbol, sería suficiente,
o incluso una roca, un pequeño arroyo,
un trozo de corteza en un estanque.
Colina tras colina, plegadas y retorcidas
robustos árboles apilados
en delgadas fracturas de la piedra
una enorme luna sobre todo, es demasiado.
La mente vaga. Un millón
de veranos, el tranquilo aire nocturno y las tibias
rocas. El cielo sobre montañas interminables.
Toda la porquería que viene con el ser humano
disminuye, la roca firme ahora tiembla,
incluso el intenso presente parece obviar
este espejismo de corazón.
Libros y palabras
como el pequeño arroyo de una alta cornisa
desapareciendo en el aire seco.
Una mente clara, atenta,
sólo tiene sentido si
lo que ve es realmente visto.
Nadie ama a la piedra, pero aquí estamos.
Los fríos de la noche. Algo que se mueve
rápido a la luz de la luna
se desliza en la sombra del Enebro:
allí atrás invisibles
orgullosos ojos fríos
de un Puma o Coyote
me observan levantarme y partir.»
-Gary Snyder
Según Kenneth Rexroth, Snyder propone “una nueva ética, una nueva estética, [y] un nuevo estilo de vida”. Galardonado con el premio Pulitzer de poesía, su obra obedece a una inmersión budista en la espiritualidad y en la naturaleza.