
«No tengo una buena fotografía de ella.
Ni siquiera consigo visualizar con claridad su rostro mientras procuro visualizarla. Sin embargo, apenas cierro los ojos esta noche, me viene a la vista, vívido y perfecto, el curioso rostro de un extraño que vi entre la multitud por la mañana. La explicación es bastante sencilla, sin duda. Hemos visto tantas veces los rostros de quienes mejor conocemos, de tan distintos modos, desde tantos ángulos, a tan diversa luz, con tantas expresiones -al despertar, durmiendo, riendo, llorando, comiendo, hablando, pensando- que en la memoria se reúnen y confunden todas esas impresiones y se neutralizan y difuminan. Pero su voz continúa viviente y límpida. La recordada voz… que en cualquier momento me convierte en niño que gime y gime […]
Ha sucedido algo completamente inesperado. Temprano, esta mañana. Por distintas razones, nada misteriosas en sí mismas, tenía el corazón más ligero que en las últimas semanas. Supongo que me estoy recuperando físicamente de una buena dosis de simple agotamiento. Y ayer pasé doce horas de mucho esfuerzo pero muy saludables y luego dormí profundamente. Por otra parte, después de diez días de cielo bajo y gris y de cálida humedad inmóvil, brillaba el sol y había una brisa leve. De pronto, cuando menos me dolía de H, la recordé mejor que nunca. En realidad fue algo (casi) mejor que el recuerdo: una impresión espontánea, irreproducible. Decir que casi fue un encuentro sería ir demasiado lejos. Pero hubo en ello algo que me tienta a usar esa palabra. Como si el tenue olvido de la pena hubiera suprimido algún obstáculo.
¿Por qué nadie me dijo estas cosas? ¿Cuántas veces habré juzgado mal a otro hombre en la misma situación? «Quizás», dije, «lo ha superado; ha olvidado a su mujer». Pero la verdad era «la recuerda mejor, porque lo ha superado en parte». Así fue. Y me parece que de ello puedo extraer sentido. Nada puedes ver bien si tienes los ojos vendados de lágrimas. No puedes, en la mayoría de las cosas, conseguir lo que quieres si lo quieres con demasiada desesperación, en cualquier caso, así no consigues lo mejor. «¡Bien! Ahora sí que conversamos de verdad». Y todo el mundo queda reducido al silencio. «Tengo que dormir muy bien esta noche». Y te quedas despierto durante horas. Se desperdician bebidas deliciosas si se tiene una sed insaciable. […]. »
-C.S.Lewis (1898-1963) (Una pena observada)
Una sed insaciable
Se estruja mi corazón al observar esta pena..
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Mi corazón también se estruja Eddita.
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