Lady Godiva-John Collier (Óleo sobre lienzo, 1897)

La historia de la inglesa Lady Godiva tiene origen cristiano y protestante.

La dama cabalga desnuda, cubierta nada más que por su pelo, por el medio de un pueblo cuyos habitantes se han jurado no mirarla, como modo de solidarizarse con la mujer que ha pedido por ellos.

En el año 1040, de acuerdo con la leyenda, el pueblo del Condado de Coventry sufría los extremadamente duros impuestos cobrados sin piedad por su señor, Lord Leotric, el danés, en orden de financiar sus batallas.

A la manera de Judith y Holofernes, la bella esposa de Leofric, la sajona Lady Godiva, compadecida del sufrimiento de sus connacionales, se determina a convencer a su esposo que reduzca los impuestos.

Leofric declara airado que su esposa es una sinvergüenza por suplicar nada menos que por la chusma babeante.

Ella responde que le demostrará cuán honorable puede ser la chusma.

Los cónyuges labran una apuesta: Lady Godiva cabalgará desnuda por las calles de la ciudad, «vestida con nada sino mis largas trenzas».

Si la población permanece encerrada dentro de sus casas y ni siquiera la espía, se le aliviarán sus cargas impositivas.

La siguiente mañana, ella realiza su famosa cabalgata en cueros y los ciudadanos de Coventry respetuosamente permanecen en sus hogares, con puertas y ventanas cerradas, para evitarle a su benefactora, la menor pizca de vergüenza.

Leofric mantiene su promesa y baja los impuestos.

Desde entonces, en toda Europa, Lady Godiva es homenajeada en cuadros, películas y libros y continúa siendo excitante para cualquiera que la imagine cabalgando entre la montura y sus trenzas.

Es que no cabe duda de que si a cualquiera de nosotros nos situaran hoy en Coventry, preferiríamos ver su desnudez y pagar los impuestos que se dedujeran de nuestra osadía.

¿Alguien lograría evitar la tentación de ver una desnudez embellecida de semejante modo por la cantidad de gente que se negó a verla, por el tiempo y por la leyenda?

Tampoco fué tan armónica la elegida castidad visual de los ciudadanos de Coventry: en una versión de la historia, a un pobre mendigo que se le ocurre echar un vistazo, le queman los ojos.

¿Y la buena de Godiva, alguien puede creer que se sintió avergonzada, y no en cambio perversamente halagada por saber que en ese instante todos los hombres de Coventry no hacían más que pensar en sus erguidos senos y perfectas curvas, en la humedad del sudor que producía el roce de sus entremuslos desnudos  contra la piel lustrosa del caballo?

¿Alguien pudo no pensar en Lady Godiva desnuda luego de semejante acto de exhibicionismo, quizá el más lograda mente perverso de toda la historia del nudismo?

Como fuera, durante la Segunda Guerra Mundial los nazis destruyeron  sin misericordia la ciudad de Coventry -exactamente 900 años después de ese suceso, en 1904, y ni mujeres ni niños podrían haberlos detenido, mucho menos con sus cuerpos desnudos (la ciudad fué reconstruida, luego de la guerra, con criterios modernos).

«Lady Godiva»-Florence Weston-Herbert Art Gallery & Museum

«Esperando el tren en Coventry,
Entre guardias y mozos de cuadra miré, desde el puente,
Los campanarios eran tres, y luego le di forma.
La antigua leyenda de la ciudad dice así:
No sólo nosotros, frutos últimos del tiempo.
Que, en un giro de rueda, del pasado
Nos reímos y hablamos de injusticias.
Y derechos, queremos bien a la gente.
Y odiamos verlo sobrecargado.
Pero lo hizo y aguantó y dominó.
Esta mujer de hace mil años, Godiva,
Esposa de aquel conde duro que fue
Señor de Coventry: ¿por qué, cuando él
Impuso impuestos a la ciudad y a las madres.
Con los niños vinieron y lloraron.
“Si pagamos, habrá hambre” le buscó
Donde solo caminaba entre perros
En el salón, con la barba ondeando ampliamente
Y el pelo es más ancho, y luego le habló.
De las lágrimas del pueblo —“si pagan
Hay hambre”; y él la miró asombrado,
Y él respondió: “no sacrificarías
La causa de estos es un dolor en los dedos.
¿Seguramente?» Y ella dijo: «Me moriría».
Elle se rió y maldijo por Peter y Paul,
Jugó con el arete de diamantes,
Luego – “sí, sí, sí, hablas”. «Oh», dijo ella;
“Pero demuéstrame qué es lo que yo no haría”.
De un pecho conmigo la mano de Esaú áspera
Luego dijo: «si quieres que elimine
El impuesto que lancé, cabalga desnuda.
Por la ciudad” y, desdeñosamente,
Con pasos largos entre los perros se fue.

Sólo entonces, las pasiones de tu alma,
Como vientos que cambian y se oponen
La compasión debe haber ganado. Enviado
Un heraldo anuncia, al son de trompetas,
La dura condición, pero ella lo haría.
Para eximir al pueblo; y por amor
Que lo tendrían, hasta el mediodía
Nadie pondría un pie en la calle, ni siquiera miraría,
Al pasarla no salió nadie,
Todas las puertas y ventanas cerradas.
Luego, en tu cámara más íntima,
Las águilas atrapadas se soltaron del cinturón,
deteniéndose a cada momento,
¿Qué luna está medio nublada en verano?
Agitando hasta que la rodilla se aflojó
El pelo; luego se desnudó apresuradamente,
Y, deslizándose por las escaleras,
Como un sigiloso rayo de sol, fue
De columna en columna hasta llegar
A la puerta y al caballo enjaezado.
En color morado con el dorado del escudo.
 
Vestida de pureza, ella fue, y en el aire
Ella pareció escuchar a su alrededor,
Y apenas soplaba el viento, de miedo.
Las pequeñas fuentes
Tenían ojos para ella.
Los ladridos la hicieron sonrojarse, trotando
El caballo latió horrorizado.
En las venas; la ceguera de las paredes
Estaba lleno de grietas, y desde arriba
Apiñadas, las tejas asomaban;
Pero ella lo soportó todo, incluso
Quien finalmente vio en los campos, a través
De las arcadas góticas de la muralla
El blanqueamiento de la flor de saúco.

Luego regresó, vestida de pureza:
Y un villano de barro desagradecido
Proverbio innoble y los años venideros.
Mirando temerosamente hacia la puerta, miró
Pero tus ojos, aún sin haber visto
Se marchitaron en sus órbitas, cayendo
Antes que él. Entonces quien guarde las almas nobles,
Se borró un significado mal usado,
Y ella lo siguió, inconsciente: luego, en un momento,
Con doce campanadas resonantes,
Desde cien torres vuelo al mediodía
Lentamente, y sólo entonces entró
En la habitación donde, con corona y túnicas.
Los nobles se van bien y se encuentran.
Alejándose de su Señor, tomó el impuesto
Y se ganó un nombre eterno.»

-Alfred Tennyson

(Traducción de Fernando Pessoa).

Lady Godiva por Jules Lefebvre (1891)

Lady Godiva by Marshall Claxton.

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