«Cuando alguien te pone una mano en el hombro, te da un beso o te acaricia una mejilla, al instante te sientes tranquilo y feliz.
Nuestros cuerpos funcionan así: es algo maravilloso.
El tacto libera una neurohormona llamada oxitocina, que nos hace sentir felices y reduce el estrés, el miedo y el dolor.
Pero, ¿cuándo experimentamos el placer de sentir la oxitocina fluir a través de nuestro cuerpo?
Un dicho generalizado es que los abrazos nos hacen más felices, y eso es cierto: la oxcitocina comienza a fluir en situaciones íntimas y nos ayuda a crear vínculos el uno con el otro.
Por lo tanto, también se le llama «hormona del amor» u «hormona de los abrazos».
El Hygge es una actividad íntima a menudo relacionada con un ambiente acogedor y algo de compañía, lo que nos lleva a la conclusión de que el cuerpo hará que fluya la oxcitocina en estas situaciones.
Hacer mimos a las mascotas tiene el mismo efecto que acariciar a otra persona: sentimos mimos, calidez y seguridad, que son tres palabras claras en el concepto de Hygge.
La oxcitocina se libera cuando nos encontramos físicamente cerca del cuerpo de otra persona, y puede describirse como «pegamento social», ya que mantiene unida a la sociedad a través de la cooperación, la confianza y el amor.
Tal vez por eso los daneses confían tanto en los desconocidos; ellos practican mucho Hygge, y las actividades hyggeline liberan oxcitocina, lo que disminuye la hostilidad y aumenta la conexión social.
La calidez y la plenitud también liberan esta neurohormona.
La buena comida, las velas, las chimeneas y las mantas son compañeras constantes del Hygge, asi que, en cierto modo, todo en el Hygge es oxcitocina.
¿Es posible que sea tan sencillo?
Tal vez no sea coincidencia que todo lo que tiene que ver con el Hygge nos haga sentir felices, tranquilos y seguros.
–Meik Vikin, Tomado de #Hygge. La felicidad en las pequeñas cosas»