Flores silvestres, Quilmes. Foto: Gabi

«Aquél fue el principio de una nueva vida a una edad en que la mayoría de los mortales están muertos.

La casa renacía de sus cenizas y yo navegaba en el amor de Delgadita con una intensidad y una dicha que nunca conocí en mi vida anterior.

Gracias a ella me enfrenté por vez primera con mí ser natural mientras transcurrían mis noventa años.

Descubrí que mi obsesión de que cada cosa estuviera en su puesto, cada asunto en su tiempo, cada palabra en su estilo, no era el premio merecido de una mente en orden, sino al contrario, todo un sistema de simulación inventado por mí para ocultar el desorden de mi naturaleza.

Descubrí que no soy disciplinado por virtud, sino como reacción contra mi negligencia; que parezco generoso por encubrir mi mezquindad, que me paso de prudente por mal pensado, que soy conciliador para no sucumbir a mis cóleras reprimidas, que sólo soy puntual para que no se sepa cuán poco me importa el tiempo ajeno.

Descubrí, en fin, que el amor no es un estado del alma sino un signo del zodíaco.

Me volví otro.»

-Gabriel García Márquez («Memorias de mis Putas Tristes»’,»)

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