Meryl Streep & Clint Eastwood.
Son la pareja de Los puentes de Madison, una película imposible de pasar por alto entre las más grandes historias de amor del cine.
Un ama de casa desesperanzada y un fotógrafo, rudo y sensible, protagonizan un romance excepcional, para toda la vida.
En todas las películas románticas hay un corazón roto.
Puede estar al principio, en el medio o al final.
Puede haber más de uno.
Puede curarse o puede que lleguen los créditos y siga así, en pedazos.
En Los puentes de Madison, el primer corazón partido está al principio.
Es el de Francesca, un ama de casa perdida en el condado de Madison, en 1965.
Francesca nació y vivió en un pueblo de Italia hasta que se enamoró de un soldado estadounidense durante la segunda guerra mundial.
Estudió para ser maestra pero su marido, ese soldado devenido granjero, prefirió que no trabajara. Ahora, pone la mesa para él y sus dos hijos adolescentes.
En la interpretación perfecta de Meryl Streep se puede ver la tensión entre la felicidad de una vida armada y el duelo por lo que pudo haber sido, por las vidas que no vivió.
Al día siguiente, Richard y sus hijos se van a ir una feria en otro pueblo y ella se va a quedar sola por cuatro días.
La vida va a ser esa, la de siempre, quieta y agridulce, hasta que Robert Kincaid –Clint Eastwood, ya canoso, ya arrugado, pero tan Clint Eastwood– estaciona su camioneta en el frente de la casa.
CONSTRUYENDO PUENTES.
En 1995, cuando la película se estrenó, Los puentes de Madison, la novela de Robert Waller en la que está basada, ya había vendido nueve millones y medio de ejemplares.
Amblin Entertainment, la productora de Steven Spielberg, fue visionaria: había comprado los derechos por veinticinco mil dólares en 1991, antes de que fuera publicada.
En el plan original iba a ser el mismo Spielberg quien la dirigiera, pero se le superpuso con el rodaje de La lista de Schindler.
Así, Clint Eastwood, quien desde el principio había sido pensado para protagonizarla, fue elegido también como director.
Clint Eastwood hizo eso que dicen que casi nunca pasa: una película que supera al libro.
EL AMOR ES MAS FUERTE.
Desde el momento en que Robert Kincaid, un fotógrafo de la National Geographic, se baja de su camioneta y le pide a Francesca una dirección, todo lo que hay en la pantalla es magia.
O, más exacto, es el resultado de dos interpretaciones épicas.
Francesca le sugiere que puede acompañarlo hasta el puente donde él tiene que hacer fotos.
No sabe bien por qué lo hace.
Al día siguiente, vuelve a buscarlo.
Después de pasar esa segunda tarde juntos, los dos vuelven a lo de Francesca a cenar.
Un rato después, cuando están juntos en la cocina, cuando bailan en ella, cuando él la mira con la boca a un centímetro de su cara, resistirse ya no es una posibilidad.
Y cuando ese beso sucede –“Si querés que me detenga, decímelo ahora”, dice Robert; “Nadie te lo está pidiendo”, responde ella un instante antes–, la película toma su curso inevitable.
Pasan juntos los siguientes días, tienen sexo todo el tiempo, se pelean, se amigan y, justo cuando el marido e hijos de ella están por volver, él le pide que se vaya con ella.
EL AMOR DESPUES DEL AMOR.
Al final, Francesca no se va con Robert.
“Cuando una mujer decide casarse y tener hijos, por un lado su vida empieza pero por el otro termina. Construís una vida hecha de detalles.
Te convertís en una madre y en una esposa y parás y te quedás quieta para que tus hijos se puedan mover”, le dice, entre otras frases geniales.
Al día siguiente de dejarse, se encuentran en el centro del pueblo.
Ella está en la camioneta con su marido y Robert está parado bajo la lluvia, mirándola, hasta que sube a su camioneta y arranca.
En la esquina siguiente, las dos camionetas quedan detenidas por el mismo semáforo.
Ella toma el picaporte, como si estuviera a punto de bajarse.
Finalmente, lo suelta.
Meryl Streep actúa con el cuerpo entero y podés ver ahí mismo, en esa escena, al resto de su vida como el duelo permanente por Robert.
Es una vida mejor que la que tenía antes, sin embargo.
Es dueña, de ahora en más, de una satisfacción secreta.
La conclusión terrible de Los puentes de Madison es que no se pueden tener las dos cosas a la vez: o se tiene un amor normal o se tiene un amor excepcional, parece decirnos la película.
Y en su última noche juntos, Francesca se lo dice a Robert:
“Quiero amarte de la forma en que lo hago ahora durante toda la vida. Si nos vamos juntos, vamos a perder lo que tenemos. Ayudame. Ayudame a no perder esta forma de amarte”.
EL PRIMER BESO.
LA ESCENA DE UNA PELEA ENTRE ROBERT Y FRANCESCA
EL FINAL
Textos Lucila Pinto
Fotos Archivo Atlántida/Para Ti
!Precioso! Es una genialidad, por el tema insuperable y por cómo está tratado.
Un abrazo
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Viste la pelicula? Te la recomiendo!
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La he visto, !maravillosa!
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Si, lo es.
Un abrazo!
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¡Genial! Felizmente he visto la pela un par de veces, porque si no me hubiera resultado un poquito spoiler, sin embargo, a estas alturas Los puentes de Madison ya es un clásico del cine romántico (y literatura), por supuesto sin llegar a ser cursi. Gracias por hacerme recordar esas maravillosas escenas. ¡Excelente! Un beso.
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=) Un abrazo enorme
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