«Ningún acontecimiento humano es digno de gran ansiedad.» (Platón, hacia el 429-347 a.C.)
«La palabra ‘estrés’ se utiliza en exceso. A menudo parece como si compitiéramos para ver quién está más estresado y nos sintiéramos gratificados cuando la gente reconoce que estamos bajo una enorme tensión. En realidad, estamos tan dispuestos a presumir de estrés que raramente nos paramos a pensar de dónde viene y qué significa en relación a nuestra forma de vida.
Los factores desencadenantes del estrés han evolucionado a lo largo del tiempo…¡es poco probable que nuestros antepasados hayan sufrido estrés a causa del tráfico! Y, aunque las encuestas demuestran que las condiciones laborales han mejorado mucho, trabajamos más horas y hacemos cada vez más malabarismos en nuestra vida personal y laboral. La sociedad moderna espera que pensemos deprisa, trabajemos mucho y destaquemos en todo. En nombre del progreso de la civilización nos hemos infligido una afección moderna llamada estrés.
Ante la percepción de un peligro, sufrimos cambios psicológicos inmediatos. Suben los niveles de hormonas y adrenalina, se desvía más sangre hacia el cerebro y se adquiere mayor conciencia de la sensualidad. Durante los períodos de de estrés ‘cotidiano’, nuestro cuerpo reacciona igual, pero el estado de alerta (que suele manifestarse como reación de ‘lucha o huída’) se prolonga y, al permanecer sin control, puede ocasionar alteraciones físicas o mentales.
Para la medicina tibetana el estrés está directamente relacionado con un desequilibrio de los tres humores. Si un humor está presente en exceso, aparecen ciertos síntomas. Así, si sufrimos estrés respiratorio, los músculos se tensan; el estrés biliar nos pone impacientes e irritables, y el estrés flemático da origen a la depresión y a la fatiga. Aunque son pocos en occidente los que suscriben a los criterios tibetanos, la idea de los humores es interesante por la importancia que se atribuye al equilibrio. Si estamos desiquilibrados (por ejemplo, las ambiciones entran en conflicto con la vida familiar) entonces el estrés es una consecuencia típica.
Los síntomas del estrés varían considerablemente de una persona a otra y de acuerdo con los factores desencadenantes implicados. Por lo general, el estrés se manifiesta como cierto tipo de dolor que puede interpretarse como portador del mensaje de que algo tiene que cambiar. Si estamos estresados, un problema corriente puede parecernos insuperable y nos amilanamos ante la tarea más insignificante. Una persona puede sentirse continuamente cansada, otra tener dolores imaginarios y una tercera arrebatos de cólera. Si logramos descubrir las auténticas causas, con el tiempo podemos curarnos, siempre y cuando no caigamos en el hábito de considerarlo como algo ‘normal’ de la vida cotidiana ni como un medio para inspirar lastima o cosechar elogios.
Es frecuente oir decir a la gente que trabaja mejor ‘bajo presión’. Si nos esforzamos dentro de nuestros límites, quizá tengamos éxito, pero si nos llevamos al límite, sin duda no encontraremos más que estrés.
En última instancia, debemos aceptar que aunque la vida pueda ser estresante, no es una de las características intrínsecas. Si aprendemos a comprender nuestras necesidades y capacidades, podemos controlar el estrés. Nada nos obliga a ser víctimas del estrés…»
-Mike George
Bella entrega Mariposa!!! Hermosa, enérgica, resilente interpretación de una Oda a la tristeza!!! Muchas gracias !!!
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GRACIAS Jess!!! Bendiciones!
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Muchas gracias Gabi!!! Bendiciones para ti también!!!✨
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Igualmente tesoro de amiga!
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