.el shinrin-yoku o la cura de bosque

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El bosque puede ser una medicina. Pero no basta una simple caminata entre los árboles. Hay que absorber al bosque con todos los sentidos.

Es lo que propone una práctica japonesa que está ganando cada vez más adeptos en otros países.

Se llama «shinrin yoku» o «baño forestal» y consiste en pasear por el bosque, pero de una forma meditativa y muy especial.

«Se trata de tomarse el tiempo para notar lo que vemos, respirar profundamente, sentir el contacto con el aire, las texturas de las hojas, escuchar el viento entre los árboles, oír los pájaros», explica Amos Clifford, fundador de la Asociación de Terapias de la Naturaleza y el Bosque (Association of Nature and Forest Therapy), con sede en California, que promueve la práctica japonesa en Estados Unidos.

La práctica del baño forestal o shinrin yoku requiere absorber el bosque con todos los sentidos.

Según estudios realizados por científicos japoneses, el impacto de los baños forestales en la salud es claro: bajan la presión arterial, fortalecen el sistema inmunológico, reducen las hormonas relacionadas al estrés y la incidencia de infartos.

El término «shinrin yoku» significa literamente «absorber la atmósfera del bosque» y fue acuñado inicialmente por técnicos de la Agencia Forestal de Japón.

Pero el concepto está inspirado en prácticas budistas ancestrales y en el sintoísmo, una religión nativa de Japón que venera los espíritus de la naturaleza.

La Agencia Forestal nipona designó a cerca de 50 bosques como centros de terapia forestal y espera expandir el número a 100 en la próxima década.

Se estima que al menos dos millones y medio de japoneses participan cada año en sesiones de terapia de bosque, en las que son conducidos por guías o terapeutas forestales

Los guías ayudan con sus ejercicios a que los participantes puedan sentir las texturas del bosque.

«A veces la gente habituada a caminar en la naturaleza me pregunta, ¿para qué necesitamos un guía? Mi experiencia es muy clara. La razón es que requerimos estos guías para que nos ayuden a bajar las revoluciones, a calmarnos», señala Clifford en el sitio de su asociación.

Los paseos organizados por Clifford suelen durar cerca de dos horas.

En una caminata de baño forestal el guía puede invitarnos a notar una flor o el aroma de un cedro. También a detenernos para tomar un té o recostarnos en un tronco, cerrar los ojos y respirar profundo escuchando al bosque, o tocar la textura de la tierra y los troncos.

Y antes y después del paseo meditativo los guías usan monitores para medir la presión arterial, de forma que los caminantes puedan constatar el impacto positivo en su salud del baño forestal.

El poder restaurador del contacto con la naturaleza ha sido experimentado e intuido por siglos.

Pero es en Japón donde se han realizado más estudios sobre los beneficios concretos del baño forestal.

Uno de los pioneros en este trabajo ha sido Yoshifumi Miyazaki, antropólogo y vicedirector del Centro de Medio Ambiente, Salud y Estudios de Campo de Chiba University, en las afueras de Tokio.

«Hemos pasado el 99,9% de nuestra evolución en ambientes naturales«, señaló.

«Nuestras funciones fisiológicas aún están adaptadas a esos entornos y en el día a día podemos alcanzar una sensación de bienestar si sincronizamos nuestros ritmos con los del medio ambiente».

Miyazaki realizó estas declaraciones en una entrevista para la publicación Outside Magazine a la periodista y escritora estadounidense Florence Williams, autora del reciente libro «The Nature Fix», o Soluciones de la Naturaleza, que incluye un análisis sobre «shinrin yoku».

Miyazaki ha realizado desde 2004 estudios con más de 600 personas en los bosques.

Sus trabajos, junto a su colega Juyoung Lee, también de Chiba University, demostraron que, en comparación con caminatas urbanas, los baños forestales lograron bajar en un 12,4% los niveles de la hormona del estrés cortisol y en un un 1,4% en promedio la presión arterial. La incidencia de infartos también se redujo en un 5,8%.

El contacto con la naturaleza fortalece el sistema inmunológico y baja las hormonas del estrés y la presión arterial.

El contacto con la naturaleza disminuye además la actividad del córtex prefrontal, responsable de funciones cognitivas como planificar, y aumenta la actividad en otras áreas del cerebro vinculadas con la empatía y las emociones.

«Por eso la comida sabe mejor en el campo», señaló Miyazaki a Florence Williams.

Los baños forestales también aumentan el nivel de las llamadas células NK, sigla de natural killers o asesinas naturales, un tipo de glóbulo blanco que permite combatir enfermedades.

Qing Li, de la Escuela de Medicina Nippon, en Tokio, señala que compuestos volátiles en árboles como cedros son los que generan ese impacto beneficioso en el sistema inmunológico.

El entusiasmo por los baños forestales sigue creciendo. En Estados Unidos, diferentes organizaciones ofrecen cursos para obtener un certificado de «guía de terapia de bosque».

Y si no es posible ir a a un bosque, visitar un parque en una ciudad y hacerlo con todos los sentidos, también es beneficioso.

Algunos de los estudios en Japón constataron un impacto positivo luego de un baño forestal de sólo 15 minutos.

Cómo señala la Asociación de Terapias de la Naturaleza y el Bosque de California en su sitio, lo importante es recordar que el guía «apenas abre la puerta».

«El verdadero terapeuta es el bosque mismo».

El profesor e inmunólogo Qing Li, reconocido experto en Medicina del Bosque, ofrece una serie de pautas para realizar una cura.

Qing Li recomienda realizar un paseo por un entorno boscoso de unas dos horas de duración. Propone no caminar más de 2,5 kilómetros. Si se dispone de 4 horas se pueden recorrer 4 kilómetros.

Para conseguir un fortalecimiento inmunitario aconseja una estancia mínima de 3 días en una región boscosa. Por supuesto, se debe olvidar en casa el móvil o el mp3.

Se pueden hacer pausas para evitar la fatiga. La competición, la consecución de marcas no tienen lugar. La sed se debe combatir con agua o té.

Mientras se descansa se puede aspirar la esencia de una hoja de pino, ciprés o alguna planta aromática.

Si un lugar te llama la atención especialmente, si allí te encuentras muy bien, puedes detenerte a meditar, leer o simplemente gozar del paisaje.

Puede ser el momento adecuado para hacer ejercicios respiratorios o una visualización.

La densidad de terpenos anticancerígenos que se encuentran en la atmósfera del bosque varía en el transcurso de las estaciones. Aumenta drásticamente en abril y mayo, y en agosto alcanza su punto máximo. Se reduce un poco durante el otoño y en invierno llega al mínimo.

Lo ideal es realizar los paseos todo el año con la mayor frecuencia posible.

La cura de bosque es sobre todo una medida preventiva, un hábito que nos beneficia en muchos sentidos.

Pero si nos sentimos enfermos debemos acudir primero al médico. Luego los paseos por el bosque pueden formar parte del tratamiento.

Via: Cuerpo Mente, BBC

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